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"Nápoles ha muerto"

"Nápoles ha muerto"

"El movimiento frenético de las muchedumbre en el centro de Nápoles no responde a las necesidades vitales de sus habitantes sino al merodeo de los extranjeros que fugazmente se asoman al espectáculo mixtificado como si fuera real".

Turistas caminan por el centro de Nápolesmoiola roberto

Acaba de publicarse en la prensa internacional un amplio reportaje con este inquietante título, que lleva un subtítulo aclaratorio: «cómo el turismo excesivo está vaciando las ciudades italianas». La lectura de este trabajo periodístico, con pretensiones de primicia, ha dejado en este cronista un regusto a “déja vu”, un rescoldo de decepción, ya que la historia de la decadencia de la hermosa capital de la Campania, impresionante urbe con Grecia y con Roma hasta la caída del Imperio, es muy semejante a la de varias ciudades españolas… pongamos por caso Barcelona, seguramente la que más rasgos comparte con la sede italiana de la universidad laica y estatal más antigua del mundo.

El siniestro título metafórico del referido trabajo significa, es obvio, que ha muerto el Nápoles de siempre, el que cumplía en primer lugar con el sagrado deber de alojar a los napolitanos. El principal signo de esta decadencia, quién sabe si reversible o no, es que en el centro de la ciudad, en la zona que mejor muestra la multisecular historia de aquella instalación humana, han dejado de vivir los oriundos de siempre, los troncos familiares que durante generaciones habían transferido su carácter a las calles, a las esquinas, a los escenarios comunes. Lo que antes fue residencia estable, centro de una sociedad bien adaptada al entorno, foco de ciudadanía y creatividad, ahora es un simple decorado que se visualiza para esparcimiento de los foráneos que contemplan el espectáculo como un entomólogo examinaría a las hormigas a través del microscopio.

Paradójicamente, para que el turista asimile bien el espectáculo que ve, el de una ciudad que está cerca de cumplir tres milenios de vida, ha habido que vaciar el receptáculo, de forma que las circulaciones son ficticias. El movimiento frenético de las muchedumbre en el centro de Nápoles no responde a las necesidades vitales de sus habitantes sino al merodeo de los extranjeros que fugazmente se asoman al espectáculo mixtificado como si fuera real.

La huida de los autóctonos ha sido, en parte, impuesta. Quienes vivían en un piso arrendado han sido expulsados porque el propietario lo ha convertido en “vivienda turística”, en lo que antes se llamaba una pensión. Quienes eran dueños de su apartamento, o lo han convertido también en “vivienda turística”, o han salido huyendo de la degradación social provocada por aquella invasión. Algún demagogo dirá que esta revolución enriquece a los naturales del lugar, pero es mentira. En el artículo en cuestión a que he hecho referencia más arriba, un experto señala que casi dos tercios de los anfitriones de Airbnb poseían más de una propiedad, y los cinco principales controlaban aproximadamente 500 anuncios de otros tantos alojamientos. Lo que significa que los propietarios más grandes son empresas, no personas. E incluso cuando los propietarios son particulares, suelen provenir de ciudades más ricas como Roma o Milán.

Naturalmente, los viejos barrios sometidos a este proceso de “gentrificación” —horrible neologismo que compendia el disparate urbanístico a que se hace referencia— cambian radicalmente su uso comercial. Si en otro tiempo alojaban un comercio de proximidad que servía a los residentes, ahora apenas se dedican a la restauración o a la venta de horrendos y vulgares “souvenirs”.

No hace mucho, visité Barcelona en agosto, después de varios años de no hacerlo en verano. Y me causó honda impresión el espectáculo de Las Ramblas colapsadas por una muchedumbre indescriptible que tenía serias dificultades para moverse por la sobreabundancia de personas en ambas direcciones. Pasé al Barrio Gótico, y constaté que quienes también lo invadían no eran tampoco nativos sino transeúntes que miraban el paisaje con esta cara de perplejidad inquisitiva que siempre exhiben los visitantes de un museo. La vieja Barcelona estaba muerta y en su lugar había un gigantesco decorado para que un público frenético imprimiera en sus retinas aquel remedo de la ya extinta realidad.

Imagino que el drama de Nápoles será muy parecido. Como el de Venecia, Roma, Toledo y muchas más ciudades sometidas al vértigo de la «turistización». Y la cuestión estriba en si vamos a conformarnos con esta transformación o si seguiremos luchando —cada vez con menor ímpetu, la verdad— para restituir los modos de vida anteriores. El problema es arduo porque no se trata de una cuestión de simple voluntad: lo ocurrido significa que quienes manejan los recursos han ideado procedimientos para multiplicarlos desplazando a las clases medias, expulsándolas de sus viejos dominios. Es muy improbable que el poder político se ponga, por una vez, de parte de quienes han sido arrollados por la opulencia. En cualquier caso, como se supone que estamos en un sistema democrático, el futuro está teóricamente en nuestras manos. Por ahora, todas las quejas han caído en saco roto.

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Mallorquín, de Palma de Mallorca, y ascendencia ampurdanesa. Vive en Madrid.

 

Antonio Papell es ingeniero de Caminos, Canales y Puertos del Estado, por oposición. En la Transición, fue director general de Difusión Cultural en el Ministerio de Cultura y vocal asesor de varios ministros y del Gabinete de Adolfo Suárez. Ha sido durante más de dos décadas Director de Publicaciones de la Agencia Española de Cooperación Internacional (Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación). Entre 2012 y 2020 ha sido Director de Comunicación del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y director de la centenaria Revista de Obras Públicas, cuyo consejo estuvo presidido en esta etapa por Miguel Aguiló. Patrono de la Fundación Caminos hasta 2024, en la actualidad es asesor de la Fundación. Ha sido durante varios años codirector del Foro Global de la Ingeniería y Obras Públicas que se celebra anualmente en colaboración con la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo en Santander.

 

Fue articulista de la agencia de prensa Colpisa desde los años setenta, con Manu Leguineche; editorialista de Diario 16 entre 1981 y 1989, editorialista y articulista del grupo Vocento desde 1989 hasta el 2021; y después de unos meses como articulista del Grupo Prensa Ibérica, es articulista del Huffington Post. También publica asiduamente en el diario mallorquín Última Hora. Ha sido colaborador del Diario de Barcelona, El País, La Vanguardia, El Periódico, Diario de Mallorca, etc. Ha participado y/o participa como analista político en TVE, RNE, Cuatro, Punto Radio, Cope, TV de Castilla-La Mancha, La Sexta, Telemadrid, etc. Ha sido director adjunto de “El Noticiero de las Ideas”, revista de pensamiento de Vocento. Ha publicado varias novelas y diversos ensayos políticos; el último de ellos, “Elogio de la Transición”, Foca/Akal, 2016.

 

Asimismo, ha publicado para la Ed. Deusto (Planeta) sendas biografías profesionales de los ingenieros de Caminos Juan Miguel Villar Mir y José Luis Manzanares. También es autor de un gran libro conmemorativo sobre el Real Madrid: “Real Madrid, C.F.: El mejor del mundo” (Edit. Global Institute).