Trump, ese señor
"Estoy convencida que desde la socialdemocracia seremos capaces de defender, una vez más, la igualdad y la dignidad innatas a los seres humanos".

Trump es ese señor acusado durante décadas de acosar a mujeres y condenado por pagar por el silencio de una actriz porno. Ese señor que elige batallas contra las personas LGTBI -incluso dentro del Ejército- y que niega el aborto a nivel federal. Ese señor que a sus 78 años desprecia la inteligencia y el talento de las mujeres -si tienen su edad aún más- y muestra su energía masculina allá donde va, rodeándose de señores como él, sin nombrar ni siquiera una vicepresidenta.
Trump es ese señor casado con una mujer de origen esloveno, cuyo padre era de origen alemán y su vicepresidente está casado con una mujer de ascendencia india. Trump es ese señor que quiere negar la nacionalidad estadounidense a los bebés nacidos en Estados Unidos y cuyo pecado es nacer del vientre de una mamá migrante.
Así es Trump. Un señor, muy señor, rodeado de muchos señores.
Y es que estas semanas hemos leído mucho sobre las grandes tecnológicas y su gran poder en el nuevo Gobierno de Estados Unidos. Hemos leído sobre consecuencias económicas de la victoria del republicano o sobre consecuencias militares en los conflictos en Ucrania y Gaza.
Pero el foco también debería estar en las consecuencias sobre las mujeres, las personas migrantes o las personas LGTBI en ese país que dice ser “great again”. También consecuencias fatales sobre la Ayuda Humanitaria Internacional o en los programas sociales estadounidenses. En definitiva, consecuencias inasumibles en una sociedad con un mínimo de valores democráticos y pensamiento crítico y que debe reflexionar y reaccionar a la restricción de derechos. Una de las “bondades” de este nuevo gobierno trumpista. Una seducción con falsas promesas de orden, seguridad y riqueza que enmascara un odio al diferente, a las mujeres poderosas y empoderadas o un rechazo frontal a la diversidad sexual.
Desde una perspectiva de género, que Donald Trump haya ganado las elecciones en Estados Unidos implica una agenda anti-igualdad que se ha impuesto, además de con mucho dinero, con canales muy estudiados para poder llegar a la gente y mucha estrategia política. Para el feminismo y las feministas, el triunfo de Trump constituye un motivo de preocupación y de recelo. Costará cada vez más luchar por nuestros derechos, incluidos los Derechos Sexuales y Reproductivos, y nos encontraremos en todas partes del mundo más obstáculos para ser escuchadas en las élites. Además, las personas LGTBI van a tener aún más complicada su vida de la que ya la tienen.
Y esta agenda anti-igualdad ha ido de la mano de uno de los vectores más presentes en las agendas públicas actuales: la agenda antiinmigración. Se ha creado una alarma y un imaginario colectivo sobre la condición de “ilegales” y “delincuentes” de cientos de miles de personas y familias migrantes: La realidad es que, la gran mayoría, como decía la Obispa de Washington: son “ciudadanos que trabajan, tienen los trabajos más penosos, que puede que no tengan la documentación adecuada, pero pagan sus impuestos y son buenos vecinos”. Comparto con la valiente y coherente Obispa Budde su visión de que “todos fueron extranjeros alguna vez en EE. UU.” y su compasión para “aquellos hijos que temen que sus padres sean llevados de su lado o que necesitan acogida porque huyen de zonas de guerra y persecución”.
Por si no fuera suficiente, Trump anuncia la suspensión la Ayuda Internacional Humanitaria durante 90 días inicialmente, pero que puede ser el inicio de recortes más profundos a medio y largo plazo. El impacto sobre las operaciones y la capacidad de trabajo de las agencias de Naciones Unidas, ONGD y otros actores humanitarios hace que el sistema humanitario que actúa, como bien es conocido, con las poblaciones más frágiles del planeta, se debilite. La medida pone en riesgo miles de programas humanitarios que dependen de los millones de dólares que otorga el Departamento de Estado y la USAID, que es el mayor donante del mundo. En 2023, Estados Unidos desembolsó 72.000 millones de dólares en asistencia y aportó el 42% de toda la Ayuda Humanitaria registrada por Naciones Unidas en 2024. La suspensión de fondos de la Administración Trump llega en un momento en el que hay más personas desplazadas forzosamente por guerras o inestabilidad desde la Segunda Guerra Mundial, entre los refugiados que cruzan fronteras y los desplazados a la fuerza dentro de su propio país. Y es que la congelación de fondos ha interrumpido miles de programas de ayuda global, forzando despidos en organizaciones humanitarias, mientras la administración Trump planea una revisión exhaustiva de la asistencia exterior de Estados Unidos para alinearla con sus prioridades de "Estados Unidos primero". De qué me sonará eso de “primero, los de aquí…”.
Y para rematar este “gran inicio” de la legislatura Trump, la cuestión indigna y sonrojante de acusar a las políticas de diversidad y de inclusión de provocar tragedias aéreas.
En definitiva, Donald Trump, ese señor muy señor, que alardea cada día, desde la que se supone “la nación más poderosa de la Tierra”, de negacionismo machista, de racismo, de anti-diversidad a todos los niveles y de insensibilidad absoluta hacia los más vulnerables del planeta. Estoy convencida que desde la socialdemocracia seremos capaces de defender, una vez más, la igualdad y la dignidad innatas a los seres humanos. Si no, triunfarán los señores (y señoras) como Trump.
María Guijarro es portavoz Cooperación y Ayuda Humanitaria del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso.