USA: el vacío populista o la chapuza de los aranceles
"varias empresas y estados de la Federación han impugnado el uso por parte de Trump de una ley de emergencia para imponer algunas de sus nuevas obligaciones —los aranceles— a países individuales, en una disputa legal que probablemente llegará a la Corte Suprema".

Toda la comunidad occidental abrazó tras la segunda guerra mundial el llamado consenso socialdemócrata que ha permitido construir en nuestros países un tejido democrático perfeccionado que nos ha deparado la mejor etapa de la historia en cuanto a felicidad y bienestar. Aquel designio se erigió sobre los cadáveres de entre 70 y 85 millones de víctimas, entre ellas unos seis millones de judíos, y fue una consecuencia de la reflexión que Occidente llevó a cabo tras la brutalidad de seis años de guerra enconada que culminaron en dos explosiones de sendas bombas atómicas en Japón.
Aquel consenso político y social se basó en la idea de un estado de bienestar extendido sobre toda la población, la implementación de políticas redistributivas y la regulación de la economía para el bien común. Este consenso implicaba un compromiso con la democracia representativa y la búsqueda de un equilibrio entre el mercado libre y la intervención estatal. De aquella idea pacificadora surgieron la iniciativa de la creación de la Unión Europea (que fue primero un simple mercado común) y una serie de criterios éticos susceptibles de ser abrazados por todos (fue lo que Fukuyama, en un rapto de bien intencionado optimismo, llamo «el fin de la historia»).
Viene todo esto a cuento de la maníaca chapuza de los aranceles que ha puesto en marcha Trump en los Estados Unidos y que acaban de entrar en vigor. El argumento general, simplista y demagógico, que ha utilizado el presidente populista ante sus súbditos ha sido que estas entradas de ingresos representarán una extraordinaria riqueza que beneficiará a todos. Los expertos ya han manifestado que la cuestión no es tan simple, que la medida generará inflación y reducirá el crecimiento y el empleo. Y algunos actores progresistas de prestigio han denunciado el fondo de esta empresa. Así, el periódico estadounidense POLITICO, editado en Bruselas, ha puesto de manifiesto que el argumento clave de Trump para el aumento de aranceles es ideológico: el gobierno estadounidense generará tantos ingresos adicionales que eventualmente podrá eximir por completo del impuesto sobre la renta a los ciudadanos. Lo que Trump persigue es generar un gran vacío populista mediante una prácticamente absoluta libertad económica. Esta situación inutilizaría conceptos como redistribución, estado de bienestar, previsión social, progresividad fiscal, etc. Y también las ideas de solidaridad, igualdad, fraternidad, etc.
Es muy probable que los propios norteamericanos no sean conscientes de lo que están impulsando al mantener a Trump en la presidencia. La imagen de un país desarrollado sin impuestos directos es muy atractiva… para las clases altas, pero ya no lo es tanto la de una sociedad sin educación ni sanidad públicas, sin servicios sociales para proteger a los más desfavorecidos, sin instituciones de rescate de los más desfavorecidos, sin mecanismos que aseguren el acceso universal y gratuito a la cultura, etc.
Sin embargo, este plan ultraliberal podría ser desmontado por el propio sistema judicial USA, y el gobierno estadounidense podría perder inicialmente en este caso hasta los 150.000 millones de dólares que Trump pretende utilizar para promover el cambio de régimen.
En efecto, como analizó el New York Times el jueves, el aumento de los aranceles estadounidenses generó ingresos adicionales por 152 billones americanos de dólares (unos 130.000 millones de euros) el pasado julio. Sin embargo, un número creciente de empresas ya advierte de que ya no puede asumir el aumento del gasto en los bienes importados y sometidos a estos aranceles descabellados.
Según la CNN , la realidad geopolítica podría frustrar los planes de Trump: el presidente estadounidense busca un acercamiento a Rusia para facilitar el fin de la guerra en Ucrania, pero está imponiendo aranceles más altos a los socios rusos. Sin embargo, aún no está del todo claro cómo la disminución de la demanda de petróleo y gas, sumada al aumento de la producción petrolera, impulsará los precios. Al mismo tiempo, sigue sin estar claro adónde conducirá la guerra comercial que Washington ha iniciado con China.
Pero en última instancia, parece que serán los propios tribunales USA los que frustrarán este empeño absurdo, de un sátrapa convencido de que es el dueño de las inexorables reglas económicas, que no escucha a sus asesores y que se puede estrellar estrepitosamente en su propia estulticia. En Alemania, el país de la UE más perjudicado por los aranceles, la expectación es grande. Así el Frankfurter Rundchau recoge hoy, citando a POLITICO, la expectación que produce en USA la batalla judicial contra los aranceles que acaba de comenzar.
En efecto, varias empresas y estados de la Federación han impugnado el uso por parte de Trump de una ley de emergencia para imponer algunas de sus nuevas obligaciones —los aranceles— a países individuales, en una disputa legal que probablemente llegará a la Corte Suprema. Como parte del caso, las empresas han exigido al gobierno federal el reembolso de las tarifas arancelarias que ya han pagado. “Dos tribunales distintos ya han dictado sentencias firmes en su contra, por lo que la idea de que esto sea algo seguro no se sostiene”, reconoció una fuente cercana a la Casa Blanca. “Las probabilidades de que el sistema arancelario fracase son de más del 50%”. El escenario ya ha producido cierta alarma a algunos aliados de Trump que apoyan firmemente sus políticas pero también pero que tampoco creen que los aranceles que la administración Trump impuso bajo la citada ley de emergencia sobrevivan a la Corte Suprema.
Desde el regreso de Trump a la Casa Blanca, el gobierno estadounidense ha aumentado los aranceles sobre diversos productos y países bajo dos leyes comerciales diferentes. El presidente se basó en una disposición de la Ley de Expansión Comercial de 1962 para aumentar los aranceles sobre automóviles, autopartes, acero, aluminio y cobre, que no se verían afectados por la impugnación legal actual. Sin embargo, el arancel general de referencia del 10 % y otros gravámenes excepcionales sobre China, Canadá, México y, más recientemente, Brasil, podrían ser anulados si los jueces coinciden con el argumento de los demandantes de que la ley de emergencia de 1977 que cita Trump no le otorga la facultad de imponer aranceles, o que el déficit comercial, la crisis del fentanilo y otras situaciones que ha citado no constituyen verdaderas emergencias que puedan quedar al amparo de dicha norma.
Hasta el momento, los tribunales federales han fallado a favor de los demandantes en dos casos consolidados, liderados por un importador de vino de Nueva York y otros importadores afectados por los aranceles, a los que se han sumado algunos estados demócratas. En mayo, un tribunal federal ya dictaminó que los aranceles de Trump excedían la autoridad del presidente otorgada por la ley de emergencia de 1977. A esto le siguió un fallo más restrictivo del Tribunal de Distrito de Washington D.C. en un caso separado que protegía a dos pequeñas empresas de los mismos aranceles.
Ambas decisiones fueron sin embargo posteriormente suspendidas, manteniéndose así los aranceles vigentes mientras el litigio avanza en el sistema judicial federal. La mayoría de los expertos creen que finalmente llegará a la Corte Suprema. Mientras tanto, los Estados Unidos se embarcan en un conflicto jurídico de envergadura, que amenaza con empantanar lo que queda del mandato de Trump. El sátrapa había olvidado que los Estados Unidos, una madura democracia con dos siglos y medio de experiencia, se han dotado de un sistema de separación de poderes en el que la Justicia disfruta de gran autonomía. Sobre todo, para combatir la arbitrariedad, el elemento perturbador que mejor caracteriza a las dictaduras y a los sátrapas sin escrúpulos que las manipulan.
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