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Y de pronto el planeta redescubrió a Dylan

Y de pronto el planeta redescubrió a Dylan

No he podido ver todavía A complete unknown. Aunque los estadounidenses la tienen en sus cines desde el día de Navidad, en España, aranceles mediante, no podremos disfrutar de ella hasta dentro de casi un mes.

Bob Dylan tocando la guitarra y fumando en una foto sacada en 1962Michael Ochs Archives

Fue a raíz de la intervención de Timothée Chalamet en el Saturday Night Live de la semana pasada. Anda el joven actor de promoción de A complete unknown, la historia de Bob Dylan en el Nueva York de la primera mitad de los años 60, y, por tanto, la crónica del lustro de la historia de la música popular más impresionante de todos los tiempos. Timothée no fue a lo fácil, sino que escogió, con la precisión que sólo alcanzan los sumos sacerdotes dylanólogos, tres piezas escondidas del songbook del cantautor: Outlaw blues, Tomorrow is a long time y —wow, qué huevazos— Three angels. Las interpretó con tal fidelidad al maestro que no hizo falta colocar como subtítulo "Dejaros de hostias y dadme el Oscar". Todos pillamos el mensaje.

Tres gemas del infinito correspondientes a tres etapas diferentes de nuestro supercantautor favorito bastaron para que del Saturday Night a la mañana Spotify se viniera arriba, y las reproducciones de Bob Dylan aumentaran a mayor velocidad que ningún otro artista en ese momento. ¿Bad Bunny? ¿Karol G? ¿Quevedo? ¿Quiénes son esos pringaos? El clip de Tim lamentando amorosamente que ya no oye el eco de sus pasos ni recuerda el sonido de su nombre se colocaba en pocas horas entre los más vistos de la historia reciente de SNL. Y en las redes se superponían las versiones originales a las interpretadas por el actor en una especie de juego de las siete diferencias. "¡Pero qué es esta maravilla!", "Me suena que esto lo oía a veces mi padre", "¿Y decís que éstas ni siquiera son sus canciones más famosas?".

No he podido ver todavía A complete unknown. Aunque los estadounidenses la tienen en sus cines desde el día de Navidad, en España, aranceles mediante, no podremos disfrutar de ella hasta dentro de casi un mes. Pero devoro los trailers fotograma a fotograma y flipo con la reencarnación de Pete Seeger en el cuerpo de Edward Norton y esa Monica Barbaro construida con el ADN de Joan Baez. Escucho la banda sonora de la película y comprendo perfectamente el deslumbramiento que pueden estar sintiendo los adolescentes que, atraídos por la estrella juvenil de Chalamet, de pronto chocan contra un puñado de canciones que ponen delante de la Vía Láctea a quienes acostumbran a usar las canciones para alcanzar a ver a duras penas la punta de sus narices.

Escribo esta columna desde el campamento que me he montado a la puerta del cine en donde espero ver la película a finales de febrero. Durante un par de horas viviré en un mundo en donde no existe Trump, el fentanilo ni el cambio climático, y en donde un muchacho inquieto y arenoso cambió para siempre la música popular escribiendo doscientas, trescientas canciones pensadas para ser cantadas en grupo. Después, como había augurado Pete Seeger, explotó. Seguro que Timothée Chalamet lo entiende. Redescubrir la colosal descomunal obra de Bob Dylan puede suponer una gran aportación al callejón sin salida en el que nos encontramos: está hecha de tradición y asociaciones libres, y nos recuerda las promesas incumplidas que hicimos a nuestros hijos.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.