Diez razones por las que no disfruto con 'Girls'
Mucho se ha hablado de los desnudos de Lena a lo largo de Girls. Una muchacha torpe en el vestir, con más celutitis que piel y con unos kilos de más. "Qué valiente y qué realista", dicen algunos. Creo que independientemente del físico de Lena, la sobreexposición de su cuerpo no hace ningún favor a la serie.
Con el final de la segunda temporada de Girls aún caliente, me dispongo a enumerar las razones por las que, por mucho que lo intento, no entro en la serie:
1- Su protagonista. Hannah Horvath (álter ego de Lena Dunham, creadora, directora, guionista y protagonista de Girls) es desmesuradamente egocéntrica. Su falta de talento y/o (aún no puedo llegar a una conclusión objetiva) de predisposición para el trabajo tampoco ayudan, de la misma manera que tampoco lo hacen sus relaciones con sus amigas, meramente utilitaristas y traicionadas a la primera de cambio o su capacidad de volver locos a muchos hombres instantáneamente. Si Lena pretendía construir una antiheroína veinteañera, lo ha conseguido. Sin embargo, dudo que ésas fueran sus verdaderas pretensiones. En mi opinión, el personaje de Hannah no está construido para que la gente la deteste o se ría de ella, creo que está hecho para que en ocasiones se la admire y de cuando en cuando se la compadezca. Y ese abismo entre lo que, en mi opinión, Lena trata de construir y lo que le llega al espectador para mí es insalvable y constituye el principal defecto de la serie.
2- Realismo VS verdad. Mucho se ha hablado de los desnudos de Lena a lo largo de Girls. Una muchacha torpe en el vestir, con más celutitis que piel y con unos kilos de más. "Qué valiente y qué realista", dicen algunos. Creo que independientemente del físico de Lena, la sobreexposición de su cuerpo no hace ningún favor a la serie. Tengo la sensación constante de que Lena toma a sus espectadores por idiotas y/o por retrógrados. El pretendido "Eh, mirad, no sigo los cánones de belleza y no importa" para mí se convierte en un "Eh, miradme, miradme, miradme" a secas. Creo que tratar de enfrentar a sus espectadores con su amor por su falta de belleza canónica no es sino caer en el otro extremo de la balanza que es igual de peligroso. Al menos para mí el regodeo constante en el físico (ya sea por perfecto o por imperfecto) frena la acción y el recorrido de una serie.
3- La falta de coralidad. En la segunda temporada de Girls, el título debería haber perdido la s. Las tres amigas de la protagonista pierden peso a marchas forzadas. Hay capítulos en los que prácticamente no salen a cambio de que el personaje de Hannah gane minutos a toda costa. Jessa (personaje interpretado por Jemima Kirke) presumiblemente por su embarazo en la vida real. El resto no tiene excusa.
4- La supuesta ironía postmoderna. Yo no la entiendo. Se me escapa. No digo yo que el problema no sea mío y de mi falta de entendederas. Sin embargo, muchas veces tengo la sensación de que cuando oigo o leo un pretendido chiste en alguna obra audiovisual o escrita encuadrada de alguna manera en el postmodernismo y no me hace gracia, la excusa más usada es "no lo entiendes, es que es postmoderno". Para mí, postmoderno, renacentista o del siglo de oro, un gag es bueno si cumple su función: provocar risa, cosa que Girls en mí raramente consigue. Las excepciones suelen venir dadas a través del personaje de Shoshanna, una estupenda Zosia Mamet a la que yo incluiría en todos mis castings imaginarios.
5- El retrato de una generación. Aunque un par de años mayor que Lena, yo formo parte de su generación. Muchas de mis amistades también y no encuentro ni rastro de lo que Lena intenta contar. No veo esos egos desmedidos, ni esa falta de inquietudes, ni esa dejadez constante en las relaciones personales o no los veo como propios y únicos de esta generación. Tal vez (y sólo en casos aislados) puede haber cierta similitud en la torpeza en las relaciones sentimentales y sexuales, pero poco más, y no creo que eso sea exclusivo ni definitorio de la generación de los que nacimos en los ochenta.
6- Qué me quiere contar VS qué me está contando. Cuando al ver una serie paso más tiempo elucubrando sobre lo que me quiere contar (subtexto) que sobre lo que me está contando (trama y texto) para mí algo falla. Como espectadora aspiro en primer lugar a que me entretengan, emocionen, sorprendan, hagan reír y/o asusten a través de las tramas y de los personajes. Si mientras la veo estoy más preocupada por tratar de discernir qué está tratando de transmitirme, en este caso, la autora, me parece que el formato narrativo (y especialmente el televisivo, por muy HBO que sea) no es el más adecuado para ello. Y esto me lleva al siguiente punto...
7- ¿Qué me quiere contar? Vale, tengo que transigir y no esperar que las tramas en la mayor parte de los casos me entretengan, emocionen, sorprendan, hagan reír y/o asusten, pero entonces ¿qué hay detrás? No dudo de que Lena tenga intenciones con lo que cuenta en la serie. Al fin y al cabo, dirige, escribe y protagoniza una serie en la cadena estadounidense estandarte de la calidad y no llega a la treintena. Algo tendrá. Algo habrán visto Judd Apatow y los directivos de la HBO que yo no alcanzo a comprender. Sin embargo, si las tramas son flojas, para mí en su mayoría carentes de interés y resueltas de manera muy irregular, por lo menos quiero que me cuente algo, que haya un subtexto que me deje de piedra, que me lleve a reflexionar sobre algo que jamás se me hubiera pasado por la cabeza. Lena Dunham, descúbreme América, por favor te lo pido. O eso o hazme reír y me comeré una a una mis palabras.
8- Sus fans. Está claro que ha sido la serie que más posturas encontradas ha provocado en los últimos años. Pero los fans acérrimos de Lena Dunham, esos que la comparan con Tina Fey o con Woody Allen flaco favor se hacen a sí mismos y a ella. Para mí es evidente que lo único que comparte Dunham con Tina Fey y Woody Allen es la ciudad de residencia y probablemente alguna vez un chófer de limusina o algún restaurante. No tienen necesidad de compartir nada más. Es evidente que yo no siento simpatía por Lena, pero sí admiro a Fey y a Allen y jamás se me habría ocurrido compararlos, creo que no conviene mezclar churras con merinas, por muy neoyorkinas que sean las ovejas.
9- La comparación constante con Sexo en Nueva York. Más de lo mismo. Quienes la ejercen, casi siempre agarrándose a que en una de las paredes de la habitación de Shoshanna cuelga un póster de Sexo en Nueva York, fan de la serie, tratan de basar su comparación en que en ambas series se retrata a un grupo de amigas fantasiosamente "exitosas", que viven en Nueva York y que hablan y practican sexo. Error. Las chicas de Girls no son exitosas, ni siquiera son unas perdedoras de tomo y lomo, como parece que la serie quería retratar. Tampoco son amigas. Carrie y las suyas, se peleaban a veces o tenían sus más y sus menos, pero al final siempre se apoyaban aún cuando no se entendían. En Girls sólo hay un concepto más vapuleado que la amistad: el sexo. Además, como espectadora, las tramas de Sexo en Nueva York me hacían gracia, me entretenían y a veces me sorprendían (y algunos estilismos de Sarah Jessica me asustaban, para qué negarlo), pero además, al terminar los capítulos tenía la sensación de que me habían contado algo con esas tramas y esos personajes, cosa que si bien para mí no es imprescindible a la hora de disfrutar una serie, a veces agradezco. (Sí, he acabado haciendo lo mismo que critico, pero me ha resultado inevitable entrar al trapo de la comparación).
10- Las expectativas. Ojalá, Lena, hagas algo bueno. De corazón. Sigo viendo tu serie esperando el momento en el que pueda alzar la voz y gritar a los cuatro vientos: "Qué equivocada estaba, esta chica es un genio". Me alegraría mucho y me serviría para resarcirme con una generación, que es la mía y que todavía en mi opinión, no ha dado buenos frutos, pero que -¿por qué no?- podría darlos. Confío en ti, Lena, no me sigas defraudando.