Carta de una gestante hospitalizada a su bebé en Navidad

Carta de una gestante hospitalizada a su bebé en Navidad

Querido hijo de tan solo veintiocho semanas de gestación, hoy es navidad. Llevamos ingresados treinta y seis días; desde aquella tarde que tu bolsa de las aguas se rompió, sin saber ni cómo ni por qué. Desde entonces tú y yo andamos en reposo absoluto. Cinco semanas sin salir de la cama para nada, en esta bendita sala de maternidad.

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Foto de Pixabay

Querido hijo de tan solo veintiocho semanas de gestación, hoy es navidad. Llevamos ingresados treinta y seis días; desde aquella tarde que tu bolsa de las aguas se rompió, sin saber ni cómo ni por qué. Desde entonces tú y yo andamos en reposo absoluto. Cinco semanas sin salir de la cama para nada, en esta bendita sala de maternidad.

Por estas fechas todos hablan de paz y amor. El mismo amor que siento cuando te mueves, cascabel de mi vida. Desde hace semanas mi vientre es una pandereta llena de color. Alegre, viva.

Ayer pasaron por aquí unos chicos y chicas cantando villancicos. Iban por todo el hospital animando a los enfermos. Con qué alegría abrió tu padre la puerta y los animó a entrar en la habitación. Comenzaste a moverte y yo, sin parar de sonreír, canté bajito también. Un chico rubio y pecoso tocaba una preciosa zambomba forrada de cintas de colores.

Huele a castañas asadas. El turno de tarde pronto se irá. María, la enfermera, ha traído una bolsa y las están asando sobre el infernillo donde hacen el café. Me ha dejado unas pocas en un cucurucho de papel blanco, calentitas, una maravilla.

Desde mi cama veo las cintas de doradas que han puesto en el techo del pasillo. Cuelgan estrellas de plata y unos angelitos de cartulina de vivos colores. Algún día tú y yo adornaremos nuestra casa. Seguro.

He mandado a papá a que grabe con una cámara el ambiente navideño, las luces, los adornos. Todo. El enorme pino de la entrada iluminado con bombillas de colores, las bandejas de mantecados que han puesto en admisión, el laborioso molino de agua del equipo de mantenimiento, el alegre mural hecho por niños ingresados que cubre una enorme pared de la tercera planta. Todo.

Mamá, ¿y cómo sabes todo esto?, te preguntarás. Me lo ha contado mi familia de aquí. Buena gente que cuidan de nosotros dos. Médicos, matronas, enfermeras, residentes, auxiliares, celadoras, limpiadoras y hasta un joven fontanero que arregló el grifo del aseo. Como las familias, nos contamos cosas. Marisa me mostró el gorrito de pastora que le cosió a su hija. Helena acaba de tejer su primera bufanda, azul. Pilar, la foto de sus nieta vestida de pastorcita y Vicente, todo orgulloso, el vídeo de su hijo con su traje de Melchor el año pasado entregando los regalos. Gente cercana.

Me encantan los belenes. El de la planta de digestivo, con su San José y su Virgen María hechos con botes de suero junto al niño Jesús, realizado con un frasquito de antibiótico. Todo de material reciclado, bajo un cielo blanco de algodón. El de pediatría hecho con chucherías: la estrella roja de regaliz, el pesebre de gominolas, los reyes magos con piruletas, los pastorcitos de ositos, el nacimiento con nubes rosa y azul, el portal con galletas, el río con chocolate. Una delicia. Han tenido que poner un cartel para que los niños no lo cogieran, porque todas las figuras están barnizadas. Brillantes y fuertes.

Hoy es Nochebuena y la ilusión flotaba en el aire esta mañana. En la risa contenida de Don Gregorio, el doctor que te observa en la ecografía; en la supervisora que ayer me trajo una velita blanca; en las pacientes que se van de permiso, como los soldados por navidad; en los preparativos de la cena que cuentan las auxiliares mientras me asean y cambian la cama; en la mirada chispeante de las residentes; en la colonia fresca del matrón. Todo me resulta alegre; bueno, y triste también.

Sabes, siento algo parecido a la nostalgia, como los anuncios de turrones y chimeneas y mesas adornadas. Los abuelos viven muy lejos, los tíos, con los suyos, los primos, con los amigos y aquí nosotros tres en una habitación del hospital. No, hijo mío, te prometo que hoy no voy a llorar.

Porque la vida es bella, cielo. Tan bella como las flores que han mandado tus abuelos. La matrona y la auxiliar que esta noche trabajan, acaban de venir a felicitarnos. Llevan gorros de Papá Noel y un collar de cintas doradas. No las conozco, da igual, son gente entrañable. Un par de besos y abrazos que saben a sopa caliente. Han traído dos copas de cristal, una con champán para papá y otra con zumo para nosotros dos.

Y a pesar de todo, pequeño tesoro, estoy inmensamente feliz. Mi corazón de mazapán brilla igual que una enorme bola roja porque has recuperado un poco de líquido amniótico. Porque la analítica sigue perfecta, sin signos de infección. Hasta la dichosa PCR, que es casi como una amiga, se mantiene bajita. A pesar del reposo absoluto en la cama, las continuas extracciones de sangre, el estreñimiento, los dolores de espalda y algunas cosas más, la vida es bella. Tú estás creciendo, vital, y eso es lo que importa. El resto, algún día...

Papá y yo hemos brindado por ti, por nosotros, por la familia, por la paz del mundo, por todos. Hasta la flor de pascua parecía brindar. Un nudo en la garganta, y de nuevo los ojos parecen niebla. Y es que, desde que vivo aquí, me he vuelto muy sensible; aunque tu padre diga que soy fuerte y grande, yo me veo pequeñita. No sé, quizás sea la felicidad siempre frágil.

En el cielo brillan fuegos artificiales y pienso que la vida es un milagro, pura magia, como tú, como todos nosotros. Papá apaga la luz al escuchar mis bostezos. Cuánto lo quiero. Deja la velita encendida junto a la ventana. Desde mi cama se ven las estrellas. Esta noche la luna parece una inmensa cuna. Y de nuevo mi vientre suena a pandereta, como todas las noches. Serán tus manos o tus piernas o tu pequeña felicitación.

Buenas noches, pequeño, recuerda que te quiero muchísimo. Hoy es Nochebuena y mañana, como todos los días, Dios dirá.

P.D. Una carta parecida a esta llegó a mis manos una madrugada. Me la mostró Ana, una paciente que esperaba su primer hijo y que felizmente nació seis semanas más tarde. Todo fue cierto. Hoy he pensado en ella. Mis compañeras y yo recordábamos en estos días algunas de las madres que estuvieron con nosotros en su misma situación.

Mi pequeño homenaje y más sincera felicitación para todas las madres que permanecen ingresadas en las plantas de maternidad de todos los hospitales del mundo. Para esas mujeres, valientes, fuertes, que guardan reposo absoluto con el alma en vilo, con la incertidumbre en su corazón de mazapán. Deseo que pronto tengáis a vuestros hijos en brazos. Para todas vosotras, que mostráis una lágrima o una inmensa sonrisa al escuchar el latido de vuestro bebé, sabed que en Navidad un ángel baja del cielo para que algunos sueños se hagan realidad.

Mis mejores deseos de paz y dicha. Recordad que los milagros existen. Los veo todos los días. Feliz Navidad.

Para el niño o la niña que todos llevamos dentro os dejo este precioso villancicos (acaba de ser premiado. Enhorabuena). Cuidaros mucho.

MARÍA MADRE

La Virgen

sonríe muy bella.

¡Ya brotó el Rosal,

que bajó a la tierra

para perfumar!

La Virgen María

canta nanas ya.

Y canta a una estrella

que supo bajar

a Belén volando

como un pastor más.

Tres Reyes llegaron;

cesa de nevar.

¡La luna le ha visto,

cesa de llorar!

Su llanto de nieve

cuajó en el pinar.

Mil ángeles cantan

canción de cristal

que un Clavel nació

de un suave Rosal.

Gloria Fuertes.

Este post fue publicado originalmente en el blog de la autora