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Ana Rivero, 50 años dando fe de la historia de España: "Cada vez que hay una legislatura nueva, la importancia del parlamento baja un escalón"

Ana Rivero, 50 años dando fe de la historia de España: "Cada vez que hay una legislatura nueva, la importancia del parlamento baja un escalón"

Tras ser taquífrafa en el Congreso durante la mayor parte de su vida, Ana Rivero publica un libro donde cuenta las historias más sorprendentes y desconocidas del día a día en la 'casa de la democracia'. 

Ana Rivero, en su lugar de trabajo: el CongresoVictoria Iglesias

"Yo no tengo nada que contar. Lo único que he hecho ha sido trabajar". Cuando a Ana Rivero (Madrid, 1954) le propusieron escribir un libro sobre su experiencia profesional, no sabía de qué hablar. Algo sorprendente para una mujer que ha sido testigo en primera línea de las transformaciones más importantes que ha vivido España en estos últimos cincuenta años. La proclamación de dos reyes, la llegada de la democracia, un intento de golpe de Estado, la investidura de siete presidentes del Gobierno, la aprobación de derechos como el aborto, el divorcio o el matrimonio homosexual... Y de todo ello ha dado fe desde la mesa que se sitúa en el centro del Salón de Sesiones del Congreso de los Diputados.

Ana aprobó la oposición al Cuerpo de Redactores, Taquígrafos y Estenotipistas de las Cortes Generales en 1975, seis meses antes de la muerte de Franco. Desde entonces, con sus transcripciones, ha dejado constancia de todo lo acontecido en la Cámara Baja a través del Diario de Sesiones. Cada palabra, cada gesto, cada bronca... Un registro puro y crudo, sin añadidos, del día a día de nuestra historia. 

En su libro, de título "Luz y Taquígrafa: Cincuenta años transcribiendo la historia de España" (editorial Penguin Random House) y coescrito junto a la periodista Ana I. Gracia, la funcionaria cuenta decenas de anécdotas y secretos tras medio siglo conviviendo junto a sus señorías. Y no duda en mojarse en una entrevista para El HuffPost a la hora de dar su opinión sobre el parlamentarismo actual: "El pleno del Congreso se ha transformado en un plató de televisión donde ya vale casi todo". 

  Ana Rivero y Ana I Gracia, en la mesa donde se sientan los taquígrafos del CongresoVictoria Iglesias

- ¿Cuántas veces, a lo largo de su vida, ha tenido que explicar usted lo que hace una taquígrafa? Sobre todo a las generaciones más jóvenes...

- Jóvenes y no tan jóvenes. El 99,9% de la gente no sabe a qué se dedica un taquígrafo. En alguna entrevista me han llegado a pedir que me trajera la 'maquinita'. ¡Pero si yo escribo todo a mano! (ríe).

- Usted escribe a la velocidad de la luz símbolos que luego traduce a palabras. ¿Es algo así? 

- Sí, aunque en mi caso nadie entiende mi taquigrafía. Es única en el mundo. Mi padre me enseñó para llegar a ser taquígrafa parlamentaria, pero yo tuve que desarrollar una manera de conseguir mucha más velocidad. 

- Es decir, ni siquiera sus compañeros en el Congreso entenderían lo que usted pone en el papel...

- No. Yo le digo a alguien que lea lo que he escrito y no lo entenderían. Mis hermanos, por ejemplo, son taquígrafos y no entienden nada. Todo esto se remonta a Marco Tulio Tirón, un esclavo de Cicerón que es considerado como el primer taquígrafo de la historia. Este señor iba cogiendo lo que Cicerón decía y luego lo pasaba a las tablillas. Y gracias a él han llegado sus palabras a nuestros días. 

En lo que se refiere al parlamentarismo, tendríamos que irnos a las Cortes de Cádiz (siglo XIX). Los propios periodistas hacían los resúmenes de lo que se discutía en el parlamento, pero cada uno interpretaba lo que quería. Y de ahí surgió la necesidad de tener taquígrafos, que recogieran fielmente y de forma objetiva lo que ocurría. Algunas personas dicen que, como ya existen los vídeos e incluso la Inteligencia Artificial, ya no somos necesarios. Pero no es verdad. En el Congreso o en el Senado siempre tendrá que haber un taquígrafo presente. 

- ¿Pero ser taquígrafo hoy en día tiene salidas laborales?

- Me temo que no. Hay muy pocos lugares donde se puede trabajar. En los juzgados, en algunos parlamentos autonómicos... Pero tampoco hay gente que quiera dedicarse a ello y, ni siquiera, gente que pueda formar.  

- Lleva usted algo más de un año jubilada tras pasar casi 50 años en el Congreso. ¿Echa de menos la Cámara Baja? ¿Se pone usted las sesiones de control o los plenos en su casa para verlos?

- Yo todos los miércoles sigo la sesión de control al Gobierno. Es como la novela, no hay que perdérsela (ríe). La política siempre me ha gustado, aunque desde que me jubilé la sigo con menos interés.

- ¿Cree que los españoles le damos la importancia que merecen las Cortes Generales?

- No, pero es por culpa de la deriva que ha tomado la clase política y parlamentaria. Los jóvenes creen que los diputados o los senadores no trabajan, sólo se insultan. Cada vez que hay una legislatura nueva, la importancia del parlamento baja un escalón. Y de ahí, la desafección de los jóvenes. Pero yo diría a las nuevas generaciones que tengan mucho cuidado, porque no existen los derechos blindados. Cualquier derecho costó mucho conseguirlo y se puede perder rápidamente. La democracia es algo que todavía estamos construyendo y hay que cuidarla. 

- Su libro está lleno de anécdotas. Yo me quedo con dos, especialmente. La primera es cuando uno de los guardias civiles le dijo durante el 23-F que había etarras en la tribuna. Por eso usted pensaba que lo que estaba ocurriendo era un atentado y no un golpe de Estado. ¿Por qué cree que le dijo eso?

- ¡Es que muchos de los guardias civiles no sabían ni qué hacían allí! Varios eran muy jóvenes. Les dijeron: 'salid de los cuarteles y a las Cortes'. Y es lo que hicieron. Pero no eran muy conscientes de que estaban ayudando a perpetrar un golpe de Estado.

- El segundo recuerdo que rescato es el de la proclamación de Juan Carlos I, en 1975. Usted señala que Felipe, cuando era niño, les miraba a ustedes - a los taquígrafos - con ojos curiosos. Una anécdota que después le contó ya como rey…

- Sí, se asomaba y miraba a ver lo que hacíamos. Las hermanas estaban impertérritas, pero a él se le notaba algo incómodo ese día. Cuando tuvimos una audiencia con él, hace un par de años, le dije que de pequeño era muy cotilla. Se me quedó mirando sorprendido por mi atrevimiento, pero luego se rio al contarle esta anécdota.

- En su libro, usted también habla de la experiencia de trabajo con algunos políticos. De Gabriel Rufián, que es uno de los diputados más populares y con mejor oratoria, dice que es el que “más tensión ha esparcido” en el Congreso...

- Bueno, esparcía tensión antes. No ahora. Rufián ha cambiado muchísimo. Yo diría que es el diputado que más ha cambiado. Antes montaba muchos pollos. Llamó 'hooligan' al ministro Borrell, un día sacó una impresora, Ana Pastor le tuvo que echar de un pleno... Pero ahora, de repente, está súper respetuoso. Yo creo que él mismo se ha dado cuenta de que, con esa faceta histriónica, no iba hacia ningún lado. Y ha cambiado.

- ¿Es uno de los mejores oradores que ha tenido el Congreso?

- Bueno, en el pasado ha habido muy buenos oradores. Los padres de la Constitución, Carlos Solchaga, Fernández Ordóñez, Garrigues Walker, Óscar Alzaga, Alfonso Guerra... Con Guerra me lo pasaba genial, porque tenía una agilidad mental brutal. En mujeres, destacaría a Carlota Bustelo, Pilar Brabo, María Izquierdo Rojo, Belén Landáburu... Esta última consiguió que se rebajara la edad adulta de las mujeres de los 25 a los 21 años. 

- ¿Y de ahora?

- Cayetana Álvarez de Toledo tiene una oratoria por encima de la media. Es muy inteligente e incisiva. 

- Y, según su opinión, quién cree que es mejor parlamentario: ¿Sánchez o Feijóo?

- Me gustan los dos. Sánchez tiene un léxico muy bueno, pero cuando se enfada... se le nota muchísimo. Aprieta la mandíbula. Feijóo es mucho más pausado y muy gallego. Piensa mucho lo que dice, es cauto y respetuoso. Y nunca le he visto perder los papeles. Eso sí, no tiene la retranca gallega que tenía Rajoy...

- También habla usted de los presidentes del Congreso. De Jesús Posada dice que fue un “presidente machista”…

- Es que un día, durante una pausa, se le escuchó decir: "¿Dónde están estas tías?". Refiriéndose a nosotras. Pero, en general, todos los presidentes y presidentas del Congreso me han gustado. Me acuerdo de Federico Trillo, cuando dijo ese 'Manda huevos' creyendo que tenía el micrófono apagado. Como fue un lapsus suyo, no se incluyó en el diario de sesiones. Por cierto, en su retrato que hay en el Congreso por haber sido presidente está escrito un 'Manda huevos' en latín. En un lugar muy escondido y casi imperceptible, pero ahí está.

- Hablando de machismo, me quedé helado al leer los dos capítulos sobre agresiones machistas que usted ha sufrido por parte de diputados. Cuesta creer que cosas así puedan pasar también en un lugar tan solemne e importante como la Cámara Baja… 

- Y conozco casos de compañeras que no se han atrevido a hablar por miedo. Yo era funcionaria entonces y podría haberlo denunciado, pero no me iban a creer y me hubieran hecho la vida imposible. Entonces, el 90% de los diputados eran hombres.

- ¿Y si hoy se denunciara? ¿La creerían?

- Yo creo que sí, que hoy sí se creería a la mujer. Pero hay que tener mucho valor, igualmente. Y por supuesto que ha habido capítulos de acoso en el Congreso. Había un diputado al que le llamábamos 'El Pulpo' porque una no podía entrar con él en el ascensor. Metía la mano a todo aquel que pillara. 

- Pero no todo del pasado fue malo. Usted dice sentir nostalgia por el parlamentarismo de antes porque ahora no se respeta el turno de palabra, sólo se intenta derribar y ridiculizar y no convencer… ¿Es el Congreso un reflejo de la sociedad en la que vivimos?

- Los diputados no salen de la nada. ¡Claro que son un reflejo de la sociedad! Hoy en día, los diputados buscan sólo frases que impacten en la gente o que puedan volverse virales. Se persigue un titular, nada más. Hemos ganado en rapidez, pero hemos perdido profundidad en los discursos. 

- ¿Qué sentía usted cuando escuchaba gritos, insultos e improperios desde la tribuna?

- Pues sentía que estaba en un circo. En las comisiones se portan mejor, porque hay un trabajo más serio y sosegado, pero el pleno se ha transformado en un plató de televisión donde vale casi todo.  

- Cuando la presidenta del Congreso dice que se retira un insulto que se ha dicho durante una intervención, ¿deja de constar realmente en el diario de sesiones?

- No, no se retira nunca. Antes sí se hacía, poníamos puntos suspensivos donde iba el insulto. Pero a la mitad de la legislatura de Posada, dijimos a los letrados que esto no podía ser porque ya había audio y televisión y todo quedaba grabado. Ahora, cuando se dice que una descalificación se retira, nosotros ponemos esa palabra entre corchetes y se cambia el tipo de letra. Y luego añadimos un asterico para hacer constar que estas palabras fueron retiradas por el presidente de la Cámara. 

Algo parecido ocurre con las lenguas cooficiales. Cuando un orador habla en otro idioma, esperamos la transcripción del traductor. Pero se le cambia el tipo de letra y hacemos constar que no se puede dar fe de lo que queda escrito y que se trata de una interpretación del traductor. Lo mismo ocurre cuando vienen líderes extranjeros.

- ¿Usted cree que esta situación de permanente tensión en el Congreso va a ir a peor o hay posibilidad de cambiar de rumbo?

- Quiero creer que llegará un momento en que remontará. Por el bien de España. 

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Soy jefe de Hard News en El HuffPost España. Coordino la cobertura de actualidad política con la misión de explicar lo que pasa en España y en el mundo de una manera directa, clara y comprometida para una audiencia exigente y crítica como la nuestra. Puedes contactar conmigo a través de un correo a javier.escartin@huffpost.es

 

Sobre qué temas escribo

Me dedico a informar sobre la actualidad política en España, poniendo el foco en las decisiones del Gobierno, los movimientos de la oposición y el funcionamiento tanto del Congreso de los Diputados como de los partidos políticos. Creo que la política no es algo lejano, sino que influye directamente en la vida de cada persona: desde la aprobación de una ley de vivienda hasta una reforma laboral. Por eso trato de contar la vorágine política de una manera clara y accesible, sin perder la profundidad que exige cada asunto. Me interesa especialmente abordar temas que despiertan inquietud ciudadana, como la corrupción, la vivienda o la transparencia de las instituciones, y hacerlo siempre con una mirada crítica y social. Entiendo el periodismo político no como una mera narración de lo que ocurre, sino como un ejercicio de contexto y responsabilidad que ayude a la gente a entender por qué esas decisiones afectan a su día a día. Y como todo el mundo tiene su lado freak también me gusta mucho el Festival de Eurovisión, que llevo cubriendo para diferentes medios desde el año 2009. Quizá, algún día, pueda contar la victoria de España en el certamen...

 

Mi trayectoria

Nací en Zaragoza, pero en 2005 me mudé a Madrid para estudiar periodismo en la Universidad Carlos III. Antes de El HuffPost, trabajé nueve años en ABC, cuatro en COPE y un año en Mediaset. Previamente, de una manera más aficionada, escribí sobre cine y la temporada de premios en Hollywood e hice una serie documental sobre el Camino de Santiago que se llamó "Diario de un peregrino".

 


 

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