El enorme agujero en el marco actual de gobierno del cambio climático

El enorme agujero en el marco actual de gobierno del cambio climático

Se pueden hacer muchas cosas para transformar las relaciones destructivas que mantienen las ciudades con la biosfera en unas relaciones positivas. No será fácil, pero la ciencia, los nuevos tipos de urbanismo y unos líderes urbanos cada vez más dispuestos.

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Ni el Protocolo de Kioto (PK) ni la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) contienen referencias específicas a la actuación de los gobiernos locales y municipales. Sin embargo, en los dos últimos años, cada vez más políticos nacionales recitan sin cesar, casi de forma mecánica, que más de la mitad de la población mundial vive hoy en las ciudades. A estas alturas, mi cerebro desconecta cuando oigo esa frase. Porque sigue siendo sobre todo eso, una frase que se recita. Muchos estamos convencidos de que la reunión de Copenhague sobre el medio ambiente habría conseguido muchas más cosas si los actores urbanos, desde alcaldes hasta activistas, hubieran estado al mando. Los gobiernos nacionales pueden hablar todo lo que quieran. Los gobiernos municipales necesitan actuar. En las ciudades, muchos de los retos ambientales se vuelven urgentes. Mucho antes de Kioto, dos ciudades tan distintas como Los Ángeles y Tokio ya tuvieron que hacer algo para mejorar la calidad del aire, y lo hicieron, a principios de los ochenta, cuando no existían aún leyes nacionales sobre las emisiones de CO2.

Río+20, con la atención centrada en las ciudades y las comunidades, nos daba esperanzas. La cumbre de alcaldes celebrada antes de la reunión formal de los gobiernos nacionales fue la mejor parte de la conferencia. A los alcaldes no les cuesta nada hablar entre sí de asuntos prácticos, comparar notas, aprender de las mejores experiencias en ciudades lejanas. Otra buena señal importante es la situación de UN Habitat bajo la nueva y enérgica dirección de Joan Clos, que fue elegido dos veces alcalde de Barcelona. Hasta ahora, Habitat se limitaba más bien a estar ahí, y muchos de sus funcionarios estaban disponibles para acudir a cualquier sitio en el que la ONU necesitaba a gente, en especial Afganistán, donde resulta difícil creer que el urbanismo sostenible sea una prioridad.

Me pidieron que participara en un debate dentro de los llamados "Eventos paralelos de alto nivel", en su mayor parte el ámbito de los gobiernos nacionales. Iba a moderarlo Richard Quest, de CNN. Los otros participantes anunciados eran Paul Kagame, de Ruanda, Heike Holmes (ministro de Desarrollo Internacional de Noruega), Joan Clos (UN Habitat), Vivian Balakrishna (ministra de Medio Ambiente de Singapur), y Richard Branson. Como suele ocurrir en este tipo de reuniones con múltiples actos, al final estuvimos cuatro personas en la mesa y nos lo pasamos muy bien porque pudimos mantener una conversación real. Las ciudades y los municipios fueron una parte fundamental de la discusión, y se vio una vez más lo importante que es incorporar a las ciudades para promover la agenda ambiental mundial.

He aquí algunos, y solo algunos, de los puntos que salieron de la discusión. La importancia de tener como punto de partida el plan adecuado, aunque sea más caro que la alternativa: en los años sesenta, Oslo era una ciudad pequeña, pero hizo planes para un crecimiento futuro a varias décadas vista, e hizo bien. Creó un inmenso sistema de transporte subterráneo en lugar de vías de superficie, que resultaban más baratas. De no ser así, Oslo estaría hoy lleno de carreteras para albergar todo su tráfico.

Singapur sabía que no podía limitarse a ser una ciudad jardín, sino que tenía que aspirar a ser una ciudad en un jardín. Todo los sistemas se desarrollaron con ese objetivo. Significó prestar más atención a la sostenibilidad en todos los ámbitos.

Uno de los propósitos fundamentales de UN Habitat es que las ciudades aprendan a aprovechar los recursos nacionales. En cierto sentido, eso significa construir un puente entre las necesidades y las aspiraciones de las ciudades y la política nacional de los Estados.

Yo subrayé descubrimientos científicos que las ciudades pueden llevar a la práctica de maneras que a los Estados les resultarían más difíciles porque su campo de acción está, en muchos sentidos, más apartado de la vida diaria. Entre los logros más destacables está el descubrimiento de unas bacterias que, colocadas en aguas orgánicas sucias --como las que se generan en todos los cuartos de baño y cocinas--, producen moléculas de plástico. Es un plástico duradero y resistente, solo que biodegradable, a diferencia del plástico sintético producido en fábrica. Necesitamos plásticos prácticamente en todos los ámbitos de la vida, pero los plásticos sintéticos están matando la vida en los océanos a una velocidad alarmante. Lo que supone este descubrimiento es que las ciudades pueden convertir un elemento negativo, una carga, y que tiene un coste, en un factor para la fabricación de plástico. Otro caso es la utilización de la basura orgánica para fabricar un tipo de combustible que alimente coches y camiones: el ayuntamiento de Copenhague ya lo usa con sus camiones y sus autobuses, y aspira a cubrir el 100%. Y una empresa estadounidense, Waste Management, está haciendo lo mismo con sus camiones de recogida de basuras.

Se pueden hacer muchas cosas para transformar las relaciones destructivas que mantienen las ciudades con la biosfera en unas relaciones positivas. No será fácil, pero la ciencia, los nuevos tipos de urbanismo y unos líderes urbanos cada vez más dispuestos a ello harán que sea cada vez más posible. Si los gobiernos nacionales incluyen a las ciudades en sus planes ambientales, la mitad de la batalla estará ganada.