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Advertencia a los que escupan en la calle de esta ciudad de España: la multa puede llegar hasta los 1.500 euros

Advertencia a los que escupan en la calle de esta ciudad de España: la multa puede llegar hasta los 1.500 euros

La convivencia tiene nuevas líneas rojas: ni excusas, ni despistes, ni fue un segundo.

La silueta de un hombre escupiendo en la calle.
La silueta de un hombre escupiendo en la calle.Maciej Toporowicz

Escupir en la calle siempre ha tenido algo de gesto feo, pero en Málaga ya tiene también un precio que duele: hasta 1.500 euros si la conducta se considera grave. No es un bulo ni una de esas leyendas urbanas que circulan en WhatsApp cuando se acerca el verano. Lo recoge la Ordenanza para la garantía de la convivencia ciudadana y la protección del espacio urbano, el texto legal de la capital andaluza donde se juntan civismo, higiene y la eterna batalla contra los que confunden la vía pública con un territorio sin normas.

La ordenanza, según Málaga Hoy, no se ha quedado únicamente en la saliva. En el mismo paquete entran orinar y defecar en plena calle, que van acompañados de un catálogo de “necesidades fisiológicas” que cualquier persona adulta debería aprender a gestionar con un mínimo de planificación. La normativa lo deja clarísimo: estas acciones se consideran infracción leve y pueden costar hasta 300 euros. Pero no se queda ahí la cosa, porque la broma se dispara si todo ocurre en el lugar equivocado, en el momento menos oportuno.

Porque ahí reside el importante matiz que marca la diferencia entre la infracción leve y la grave. La multa sube hasta los 1.500 euros si alguien decide escupir, orinar o defecar en espacios de gran afluencia, en zonas frecuentadas por menores, mercados de alimentos, monumentos o edificios catalogados y protegidos, incluidos los espacios que los rodean.

Detrás de estas multas hay una filosofía que el Ayuntamiento repite cada vez que revisa esta ordenanza: “preservar el espacio público como un lugar de encuentro, convivencia y civismo”, para que cualquiera pueda pasear o disfrutar del ocio sin convertir la ciudad en un escenario insalubre. El texto insiste en que las medidas punitivas se ajustan al “principio de intervención mínima”: solo se sancionan conductas cuando afectan al resto. Un recordatorio que, en la práctica, suele quedar eclipsado por quienes siguen tratando la calle como si fuera un cuarto de baño improvisado.

La norma también regula otras costumbres de dudosa brillantez: tirar residuos en la vía pública, dejar pintadas en cualquier esquina o no recoger los excrementos de las mascotas. Todo bajo una idea sencilla: la convivencia mejora cuando nadie deja sorpresas en mitad de la acera.