El dueño de un superyate quiere convertir su mansión flotante en un museo y arruina una obra de arte con su primera decisión
"Al final la cortamos para que encajara".

Cada vez hay más ejemplos de embarcaciones y megayates que se dedican, además de al transporte de pasajeros, a funcionar como auténticas galerías de arte flotantes, llevando consigo obras de arte de enorme valor que a veces incluso superan el valor del propio barco.
Un ejemplo de ello es el del Serene, el cual contaba con la pintura más cara del mundo y de la historia, valorada en 450 millones de dólares y vinculada con el príncipe heredero saudí Mohammed bin Saden. Otra muestra es la del multimillonario y magnate británico Joe Lewis, quien dio un paso más allá al convertir su megayate en todo un museo permanente.
Una de las obras con las que cuenta Lewis es un tríptico de Francis Bacon valorado en 75 millones de dólares que se encuentra colgado en la cubierta inferior de su embarcación. Sin embargo, tener obras de alto valor, tal y como cuenta, también supone todo un desafío su correcta conservación. De hecho, el lugar elegido para colocarla no fue el mejor, pues estaba cerca del agua, en una zona bastante transitada y sin suficiente espacio para la pintura. El agua salada y la exposición solar prolongada tampoco ayudaron.
Y, aunque eran conscientes de esta problemática, el propietario optó cortar la pintura, en vez de cambiarla de lugar. "Al final la cortamos para que encajara", aseguró el asesor de arte, Tilman Kriesel a The Guardian. Este no es el único crimen contra el arte ocurrido a bordo de una embarcación. El multimillonario japonés Yusaku Maezawa también vivió algo similar, cuando sus hijos, asustados, arrojaron supuestamente su desayuno de copos de maíz al lienzo de una obra valorada en unos 110 millones de dólares y su tripulación empeoró la obra cuando la intentó limpiar.
