Domènec Caballé, barrendero de quinta generación: "Antes en el camión éramos tres, ahora todo se hace con un mando, como una PlayStation"
"Cuando ha habido alguna huelga se ve el caos que se genera, porque los habitantes no pueden mantener la basura en casa".

Cada madrugada, mientras la mayoría de la ciudad duerme, Barcelona se vacía de residuos a un ritmo constante y casi invisible. Detrás de ese engranaje cotidiano hay profesionales que conocen la ciudad como pocos. Uno de ellos es Domènec Caballé, barrendero y encargado de equipo, que lleva más de tres décadas recorriendo las calles del área metropolitana. Su testimonio, recogido por el portal Rac1, sirve para entender cómo ha cambiado la limpieza urbana y qué retos siguen pendientes.
Los datos ayudan a poner el contexto. En el conjunto del área metropolitana de Barcelona se generan cerca de 1,5 millones de toneladas de residuos al año, lo que equivale a casi media tonelada por habitante, según cifras del AMB. Gestionar ese volumen requiere una red de trabajadores que actúa las veinticuatro horas. Caballé forma parte de esa estructura desde los 18 años y hoy, con 53, es la quinta generación de su familia dedicada al oficio. Aun así, cree que la tradición terminará con él. "Lo llevo en la sangre. Si fuera la primera generación que se dedica a esto todavía te diría que es solo un trabajo, pero va más allá", afirma.
A pesar de todo, tiene la sensación de que la ciudadanía sí valora su labor. "Creo que se valora y la gente es consciente de cómo terminaríamos si no tuviéramos esta higiene", explica. Para demostrarlo, recuerda los episodios de huelga: "Cuando ha habido alguna huelga se ve el caos que se genera, porque los habitantes no pueden mantener la basura en casa".
Caballé trabaja para Valoriza, una de las empresas concesionarias del servicio en Barcelona. Tras empezar en Gràcia, desde 2009 cubre Horta Guinardó y Nou Barris. Más allá del barrio, hay un factor clave en su rutina: el horario. "La noche es para los lobos", bromea, defendiendo el turno nocturno frente al diurno, mucho más condicionado por el tráfico y el ritmo de la ciudad.
En estos 33 años, el oficio ha cambiado de forma notable. "El cambio tecnológico es abismal", señala. Antes, un camión necesitaba tres personas. Hoy basta con un conductor y un mando a distancia, como si fuera una PlayStation. Sin embargo, marca un límite claro: "En la limpieza vial puedes implementar tecnología hasta un punto. La tarea de la escoba será humana por muchos años".
Más crítico se muestra con el civismo y el reciclaje. A su juicio, la conciencia colectiva se ha debilitado. "La gente es menos cívica. Antes pensábamos más en la ciudad, el vecindario, el barrio", reflexiona. Y aunque el turismo influye, no lo ve como la única causa. El gran reto sigue siendo separar mejor los residuos. "No acabamos de ser europeos. En el resto de Europa hay más puntos de recogida selectiva y aquí todavía falta cultura del reciclaje", concluye.
