El pueblito de Galicia considerado el último reducto ballenero de Europa
También es conocido por tener la mayor planta ballenera de España.

Galicia es conocida por su impresionante paisaje natural de costas escarpadas y verdes montañas, además de por su rica herencia cultural y gastronómica. En plena Costa da Morte se encuentra un pequeño rincón lleno de historia que ha logrado conservar, a lo largo de los siglos, una tradición marina que parece resistir el paso del tiempo, consolidándose como el último reducto ballenero de Europa.
Se trata de la parroquia de Ameixenda, situada en la provincia de A Coruña. Durante siglos, sus habitantes se especializaron en la captura de cetáceos, desarrollando técnicas y estrategias adaptadas a su entorno y a las condiciones del mar. Este municipio es popularmente conocido por acoger la mayor plata ballenera de España y por cazar la última ballena en Europa, un hecho que ha pasado a formar parte del legado histórico de Galicia.
El primer registro de la caza de ballenas data de hace más de 5.000 años, aunque fue en el siglo XVII cuando se inició el exterminio de estos animales con el auge de la caza industrial e indiscriminada. Tan solo durante la primera mitad del siglo XX se estima que se capturaron más de 1,3 millones de cetáceos a nivel mundial, con una media de 50.000 ballenas cada año en la década de 1930. En Galicia, la vieja ballenera de Caneliñas no se quedó atrás.
La historia de Caneliñas
Originalmente, la instalación de Caneliñas funcionó como una fábrica de salazón, propiedad de Andrés Cerdeiras Pose, pero su ubicación estratégica facilitó que la actividad acabase derivando a la caza y despiece de cetáceos. Estos animales eran capturados en las costas próximas por barcos especializados, concretamente en una ensenada protegida de vientos y donde abundaba la especie.
Durante los primeros años, el tratamiento de estos cetáceos daba aceite y otros derivados, así como se aprovechaban las barbas de las ballenas para fabricar las estructuras de los corsés femeninos, un dato que refleja la amplia utilización de estos productos en distintos sectores. Además, entre 1924 y 1927 la factoría pasó a manos de una empresa noruega que la convirtió en la primera instalación ballenera moderna de España.
No obstante, la intensiva caza noruega redujo drásticamente la población de cetáceos, lo que llevó al cierre de la factoría en poco tiempo. Aunque posteriormente se intentase retomar las operaciones y exportar el producto al mercado japonés, finalmente las instalaciones cerraron de forma definitiva en 1985 como consecuencia la moratoria mundial en la caza comercial de ballenas.
Hoy en día, el enclave conserva numerosos vestigios como el muelle, un almacén para desechos transformados en harinas, la rampa de izado de ballenas y la zona de despiece, así como la zona de aljibes y el depósito de aceite. De esta forma, las ruinas de Caneliñas se erigen como un testigo único de una industria ballenera que capturó cerca de 12.000 especímenes en tierras gallegas, siendo un símbolo de un pasado marinero.
