Los caseros obligan a un inquilino a pagar por estudiar en el comedor, el joven muestra la factura de 17 páginas la justicia y recibe 7.000 euros
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Los caseros obligan a un inquilino a pagar por estudiar en el comedor, el joven muestra la factura de 17 páginas la justicia y recibe 7.000 euros

La situación de la alquilada se volvió insostenible por los continuos abusos de los propietarios. Sin embargo denunció y la jugada le salió perfecta.

La inquilina de un piso, enfadada mirando al móvilGetty Images

La búsqueda de una habitación asequible se ha convertido en un desafío casi épico en muchas ciudades europeas. La crisis del alquiler golpea especialmente a los más jóvenes, que se ven obligados a aceptar contratos precarios, precios desorbitados y, en ocasiones, condiciones que rozan —o cruzan— lo ilegal. La historia de Laurent Stacchetti, un estudiante francés en Irlanda, ejemplifica hasta dónde puede llegar el abuso cuando la vivienda se convierte en un territorio sin control y el propietario actúa como si el inquilino fuese de su propiedad.

Su caso ha recorrido los medios irlandeses porque, harto de una situación insostenible, decidió acudir a la justicia con una prueba tan absurda como reveladora: una factura de 17 páginas donde se le cobraba por cosas tan básicas como utilizar la mesa del comedor para estudiar o recibir la visita de su novia. El resultado del proceso fue claro: la vivienda no es un reino privado donde el casero impone su ley. Y la compensación que ha recibido así lo demuestra.

Del alquiler a la explotación encubierta

Laurent estudiaba en la Universidad de Maynooth cuando alquiló una habitación en Clonsilla, un barrio residencial de Dublín. Lo hizo en una vivienda donde los propietarios gestionaban también un Airbnb. Para abaratar costes, llegó a un acuerdo aparentemente razonable: no pagaría ciertos gastos si ayudaba en tareas vinculadas al alojamiento turístico.

Pero lo que comenzó como una colaboración puntual se transformó rápidamente en una situación asfixiante. Según relató ante la Junta de Arrendamientos Residenciales (RTB, por sus siglas en inglés), los propietarios llegaron a llamarle más de veinte veces seguidas para exigirle encargos inmediatos. A menudo, bajo la amenaza velada de represalias.

Tareas absurdas, exigencias nocturnas y la sensación constante de estar al servicio de los dueños, incluso fuera de la jornada habitual. El estudiante reconoció que muchas veces accedía por miedo, porque el chantaje emocional y económico era continuo: si no haces esto, pagarás más.

La factura que lo cambió todo

El detonante llegó durante el fin de semana de San Patricio, uno de los más intensos del año para el turismo irlandés. Los dueños le culparon de supuestas pérdidas de Airbnb, acusándole de ser “poco servicial” y responsable de malas reseñas.

Su respuesta fue desproporcionada: comenzaron a asignarle un coste a cada cosa que hacía dentro de la casa, como si Laurent fuera un huésped temporal y no un inquilino con derechos. Ese listado incluía:

  • Estudiar en la mesa del comedor
  • Utilizar espacios comunes
  • Recibir visitas
  • Consumir electricidad durante el uso del portátil
  • Servicio de impresión de una etiqueta en plena noche

El documento sumaba 17 páginas de cargos delirantes que, según ellos, debía asumir de inmediato. Pero el acoso no terminó ahí.

Cerraduras cambiadas y amenazas

Mientras Laurent viajaba a Francia, los propietarios cerraron literalmente su acceso al hogar cambiando las cerraduras. Además, publicaron su habitación en internet para conseguir a otro inquilino cuanto antes y le advirtieron que le sacarían hasta el último céntimo.

Por si fuera poco, contactaron directamente con su universidad para acusarlo de deberles dinero, vulnerando su intimidad y buscando ejercer presión a todos los niveles.

Lo que vivió el estudiante ya no era una disputa contractual: era un intento de desahucio ilegal, acompañado de humillación, intimidación y una evidente falta de respeto hacia sus derechos.

La justicia reconoce el abuso

La RTB no tuvo dudas. Determinó que la ocupación pacífica de Laurent había sido gravemente vulnerada y que la rescisión del contrato fue completamente ilegal. Los propietarios, una pareja identificada como Gabriela y Michael Hennigan, deberán pagar:

  • 7.000 euros en compensación total
  • 3.500 euros por daños y perjuicios
  • 3.500 euros por la rescisión ilícita del contrato
  • La devolución de 850 euros de fianza

La resolución envía un mensaje rotundo: no todo vale en el mercado del alquiler, por mucho que la demanda supere ampliamente la oferta.

Un caso que revela una realidad más amplia

La historia de Laurent es un reflejo de un problema creciente en Europa: propietarios que, amparados por la desesperación de quienes buscan alojamiento, explotan su posición de poder. La vivienda se convierte en una mercancía donde el inquilino pierde su condición de persona con derechos para convertirse en cliente cautivo. Los abusos pueden pasar desapercibidos… hasta que alguien se atreve a denunciar.

En este caso, una factura de 17 páginas se convirtió en el arma más efectiva contra una injusticia cotidiana. Y aunque los 7.000 euros no borran el sufrimiento vivido, sí reconocen que el hogar no debe ser un espacio de miedo, sino un derecho protegido.

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Soy redactor de El HuffPost España, donde escribo sobre todo tipo de contenidos: desde actualidad, última hora, política, sociedad y deporte hasta política internacional, en menor medida.

 

Nacido en Jaén en 1998, me decanté por estudiar Historia y Periodismo en la Universidad Rey Juan Carlos durante 2016 y 2022. Desde entonces, mi trabajo se ha centrado en contar la actualidad con contexto, intentando entender no solo lo que ocurre, sino también de dónde viene y qué consecuencias puede tener. Al fin y al cabo, la Historia —aunque a veces parezca dormida— siempre está detrás de los titulares.

 

Sobre qué temas escribo

Como vocación, los asuntos históricos me llaman mucho la atención, pero durante los últimos años, la "actualidad manda", y el ritmo frenético de sucesos económicos, políticos y geopolíticos (casi todos negativos) en un mundo cada vez más convulso acapara gran parte del trabajo de manera diaria. Esto ha provocado que haya desarrollado una gran pasión e interés por entender cómo y por qué ocurren gran parte de todos los acontecimientos históricos que estamos viviendo constantemente.


Intento contar el presente con rigor, con un punto de contexto histórico y, cuando se puede y con una pizca de ironía. Porque incluso en los días más intensos, un poco de perspectiva —y de humor— ayuda a entender mejor lo que pasa.

 

Mi trayectoria

Mi experiencia profesional comenzó allá por 2019, como colaborador en Radio Libertad y Radio Marca, donde cubrí actualidad deportiva diaria y descubrí el vértigo de informar a contrarreloj. Más tarde pasé por AS, donde amplié el foco: además de deporte, seguí temas de actualidad general y aprendí que en el periodismo, a veces, el fuera de juego también puede ser político.


En enero de 2023 me incorporé a El HuffPost, donde escribo sobre política, sociedad y actualidad en todo tipo de frentes: desde elecciones hasta debates nacionales e internacionales, deporte y sucesos (un poco de todo). En definitiva, todo lo que marca la conversación pública y, en general, todo aquello que explica por qué el mundo gira como gira (y por qué a veces parece hacerlo del revés).

 


 

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