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Los incendios en España prenden la llama de la solidaridad: vecinos y desconocidos se movilizan para ayudar

Los incendios en España prenden la llama de la solidaridad: vecinos y desconocidos se movilizan para ayudar

Las campañas de apoyo en pueblos, ciudades y plataformas digitales se han multiplicado para ayudar a las víctimas del fuego, desde Galicia y León hasta Madrid, Portugal, pasando por Toledo.

Vecinos de la aldea de San Vicente, en Vilamartín de Valdeorras, arrasada por uno de los incendios que afectan a Ourense.
Vecinos de la aldea de San Vicente, en Vilamartín de Valdeorras, arrasada por uno de los incendios que afectan a Ourense.Brais Lorenzo

Una histórica ola de incendios arrasa España y con ella también desaparece una parte de su memoria natural... y rural. Según el Comité Estatal de Coordinación (Cecod), después de más de una semana en llamas, en Galicia, Castilla y León y Extremadura todavía están activos 21 incendios que se aproximan a la categoría de máxima gravedad, el nivel 2. Y el balance es demoledor: más de 33.750 personas evacuadas, cuatro fallecidos y 382.000 hectáreas arrasadas en lo que va de año, una cifra que se irá incrementado con el paso de las horas y los días, pero que ya representa el doble de la extensión calcinada en 2024. 

Pero las cifras no cuentan por sí solas la magnitud de este desastre. A la devastación de pueblos enteros y a los montes reducidos a cenizas hay que sumarle un dato inquietante: el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS) ya ha identificado ocho megaincendios de sexta generación, capaces de devorar hasta 4.000 hectáreas en apenas una hora. Un fenómeno de dimensiones apocalípticas que hasta hace poco parecía reservado a Australia o California y que hoy marca el mapa ardiente de España.

Ourense se ha convertido en el epicentro de la emergencia, con hasta siete incendios aún activos y más de 67.500 hectáreas arrasadas por el fuego. El que más preocupa es el que se inició en el municipio ourensano de Larouco, que con más de 20.000 hectáreas ya es el de mayor dimensión que se ha registrado en Galicia desde que se recogen datos y que, después de cruzar el río Sil, amenaza un paraje natural y protegido como es el de la sierra de O Courel. En Zamora, el viento cambiante ha complicado la situación en Porto, donde el fuego amenaza el Parque Natural del Lago de Sanabria, además de obligar al desalojo de doce localidades. El otro punto caliente de España, en Extremadura, el frente de Jarilla mantiene en vilo al Valle del Jerte, con más de 15.000 hectáreas calcinadas.

Frente a un mapa abrasado por el fuego, lo que se mantiene en pie es la gente que, desde pueblos, ciudades y plataformas digitales se han movilizado para ayudar, en la medida de lo posible, a todos los afectados en esta oleada de incendios. La respuesta ciudadana ha brotado con la misma fuerza con la que avanzan las llamas por los montes españoles: con vecinos que se organizan para dar de comer a quienes hayan perdido su casa; con granjas que donan paja para salvar el ganado que se ha quedado sin lugar de pastoreo; con todos los ayuntamientos que han abierto varias cuentas solidarias o de todos los comercios que han convertido su trabajo diario en un acto de resistencia compartida. La devastación ha levantado, también, una marea de solidaridad.

Galicia: comer juntos en medio de la ceniza

Ourense es en estos momentos el epicentro del desastre ecológico, pero también es el de la respuesta ciudadana ante la tragedia. En Vilamartín de Valdeorras, donde más del 80% del municipio ha sucumbido ante el avance del fuego y decenas de viviendas han quedado reducidas a escombros, los vecinos de San Vicente y Cernego han improvisado un ritual de resistencia: comer juntos en la plaza del pueblo, aunque algunos ya no tengan casa. Mari Ángeles Laso, vecina del pueblo, cocina arroz con pollo, fideuá o macarrones “para que nadie se quede solo, ni los que lo han perdido todo". “No somos familia, pero como si lo fuésemos”, explica a EP Jaime Fernández, un vecino de San Vicente.

En Cualedro, golpeado igualmente por la ola de incendios, el consistorio ha habilitado una cuenta bancaria bajo el concepto Aportación solidaria incendios 2025, en el que esperan recaudar fondos que destinarán a socorrer a los afectados. "Toda ayuda, por pequeña que sea, será bienvenida”, subraya el alcalde Luciano Rivero, quien no duda en agradecer “la profunda solidaridad de quienes no miran para otro lado”.

La ola de solidaridad se ha expandido más allá de las aldeas arrasadas y ha prendido en el resto de Galicia. En la ciudad de Ourense, por ejemplo, son decenas de particulares los que se han organizado a través de Facebook o WhatsApp para ofrecer camas a todas las familias desalojadas. En los municipios de Monterrei y Verín, los hosteleros y asociaciones vecinales han iniciado una recogida de ropa y comida para los evacuados, mientras que la peluquería MP Estilistas, en Verín, ha puesto sus servicios a disposición de los afectados para que puedan ducharse y asearse con dignidad. En Xinzo de Limia, por otro lado, son varias las farmacias que se han ofrecido a entregar medicación a los que huyeron de sus casas, solo con lo puesto.

En ese despliegue de apoyo destaca la llegada de World Central Kitchen, la ONG fundada por el chef José Andrés, que se instaló en Ourense con cocineros locales para preparar comidas calientes destinadas tanto a los desalojados como a los brigadistas que llevan días sin descanso. “Nuestra misión es sencilla: que nadie se quede sin un plato de comida caliente en medio de la catástrofe”, explicaron los voluntarios de la organización.

Desde Vigo y A Coruña también salieron furgonetas cargadas con mantas, mucha agua y alimentos básicos, conducidas por voluntarios que quisieron atravesar la comunidad para socorrer a quienes lo habían perdido todo. “Siempre es así, en Galicia nos unimos cuando todo arde”, resume una vecino de Cernego, Cristina Rodríguez. Sin luz, sin agua y casi sin cobertura en el móvil, su pueblo se ha refugiado en la casa comunal, donde comparten un generador y algo más: la certeza de que la unión es su única barricada contra el fuego.

Castilla y León: bocadillos, refugios y mercadillos

En la comarca leonesa de Laciana, la solidaridad ha prendido con la misma rapidez que las llamas. Los dueños del burguer Los Molinos, José Manuel Arias y Nuria Sánchez, llevan desde el 8 de agosto preparando bocadillos “a cualquier hora del día” para brigadistas, voluntarios o familias evacuadas. A cada pieza de pan se suma agua y fruta, y hasta este martes ya habían superado las 1.200 raciones. A su iniciativa se han sumado panaderías, carnicerías, fruterías y supermercados de Villablino, según detallaron medios locales.

El esfuerzo no se queda ahí. El Apartahotel Portal de León, en Caboalles de Abajo, abrió sus puertas de manera gratuita para que voluntarios y ganaderos puedan ducharse, cambiarse de ropa o dormir. Su propietaria, Mati González, lo explica con sencillez: “Hacemos lo que podemos para que aguanten un día más”. En el pabellón municipal, mientras la UME descansa, el Club Balonmano Caboalles ha instalado un puesto de café: “un plus de cafeína para quienes no se rinden”, resumieron los organizadores.

El Ayuntamiento de Villablino, por su parte, organizó un mercadillo solidario con el que ha recaudado 1.884 euros, una cantidad que se destinará a juntas vecinales y ganaderos afectados. La Asociación de Mujeres de Buenverde contribuyó con la venta de dulces tradicionales, según confirmó el propio consistorio.

La otra cara de la tragedia se vive en Palencia, donde decenas de vecinos tuvieron que huir con lo puesto. En Mantinos, Villalba y Fresno del Río, el desalojo fue un éxodo en minutos. “Ya teníamos algo preparado por si acaso, pero cuando te dicen que salgas de tu casa, es un mazazo”, explicó a EFE Manuel, vecino de Villalba. A su lado, Pilar recordó lo primero que metió en la bolsa: “La medicación. Luego algo de ropa. Pero te quedas en blanco, no sabes qué llevarte”.

En el polideportivo habilitado como refugio improvisado, la angustia convive con la solidaridad entre camas plegables, botellas de agua y ventiladores. “Lo peor es la impotencia de ver el fuego tan cerca y no poder hacer nada. Te desalojan y piensas en tu casa, en el ganado, en los animales”, relató otro vecino a EFE.

La solidaridad como última barricada

En la Comunidad de Madrid, las llamas que afectaron a El Escorial y Valdemorillo han generado una red espontánea de ayuda. Vecinos y asociaciones locales se coordinaron para recoger ropa, medicinas y alimentos, entregados en centros cívicos y parroquias. Según informó Telemadrid, el Ayuntamiento de Valdemorillo habilitó además un pabellón polideportivo para acoger a los evacuados, donde voluntarios han montado turnos para repartir comidas calientes y acompañar a quienes lo han perdido todo.

En Castilla-La Mancha, la respuesta también llegó del campo. La finca Navarrete, en la localidad toledana de Rielves, decidió donar paja para alimentar al ganado de los ganaderos afectados. “Es nuestra forma de ayudar para que el ganado tire para adelante”, explicó a CMM David del Castillo, gerente de la explotación. “Un viaje de paja no vale realmente nada y nosotros tenemos la maquinaria para hacerlo, así que no nos importa donarlo”. La iniciativa se repite tras los incendios de Burgohondo en 2021 y vuelve a recordar que la solidaridad rural se mide en lo más básico: garantizar alimento para los animales.

Más allá de la frontera, Portugal también ha activado su músculo solidario. El Gobierno luso envió brigadas de refuerzo a Castilla y León y Galicia, mientras que organizaciones locales impulsaron campañas de recogida de fondos y material básico. La emisora RTP destacó cómo en Braganza, una de las ciudades más cercanas a los focos de Zamora y Ourense, varias asociaciones vecinales organizaron cadenas humanas para cargar furgonetas con agua, mantas y productos de higiene destinados a pueblos desalojados.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado que el próximo martes se declararán zonas de emergencia de Protección Civil en los territorios afectados. La medida aliviará trámites y desbloqueará ayudas, pero el alivio más inmediato sigue viniendo de abajo: del vecino que comparte generador, del restaurante que abre su despensa, del voluntario que conduce horas para repartir comida o del donante anónimo que ingresa 10 euros en una cuenta municipal.

Entre tanta ceniza, esas pequeñas brasas de humanidad mantienen encendida otra llama: la de la solidaridad.