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Se come el pasaporte en pleno vuelo: nadie en el avión olvidará esos largos 15 minutos

Se come el pasaporte en pleno vuelo: nadie en el avión olvidará esos largos 15 minutos

El vuelo de Ryanair entre Milán y Londres terminó en París después de que dos pasajeros decidieran que sus pasaportes servían para todo menos para viajar.

Interior de un avión de Ryanair con pasajeros sentados y tripulación atendiendo en cabina.
Interior de un avión de Ryanair, la aerolínea que operaba el vuelo desviado a París tras el insólito incidente con dos pasajeros y sus pasaportes.Alexander Farnsworth

El manual de vuelo no lo contempla, pero en la lista de cosas que nunca deberías hacer a bordo de un avión quizá convenga añadir "no te comas tu pasaporte ni intentes tirar el de tu colega por el retrete". Eso ha sido, exactamente, lo que hicieron dos pasajeros que iban en un vuelo de Ryanair entre Milán y Londres, provocando un caos que obligó a desviar el avión a París. Los testigos lo describe como “los 15 minutos más terroríficos de sus vidas”.

Según la crónica que ha publicado la web griega Skai, apenas veinte minutos después de que el avión despegase del aeropuerto de Milán, un pasajero empezó a arrancar las hojas de su pasaporte y a comérselas delante de todos. El desconcierto en la cabina del vuelo de Ryanair fue casi instantáneo, con gente incrédula viendo cómo el hombre engullía el documento, página tras página, como quien come galletas.

El desconcierto se transformó muy pronto en nerviosismo, cuando el compañero de viaje del individuo con ganas de comer pasaporte, decidió unirse al espectáculo y montar su propia escena. Se levantó, se fue al baño y se encerró dentro con la aparente intención de tirar el suyo por el váter. Aquello terminó de disparar las alarmas en la cabina, que pasó de la sorpresa al miedo en cuestión de segundos.

La tripulación del vuelo reaccionó de inmediato. La azafata encargada de esa parte de la cabina empezó a golpear la puerta del lavabo, exigiéndole al hombre que saliera. Ante la negativa, la tensión escaló rápidamente. “Eso provocó todavía más pánico entre los pasajeros”, contó después un testigo al Daily Star. Entre los gritos de la tripulación y la incertidumbre por lo que ocurría tras la puerta cerrada, el ambiente se volvió irrespirable.

Los 15 minutos que acabaron en París

A partir de ahí, lo que siguió fueron quince minutos de auténtico pavor. Los viajeros no sabían si aquello era una broma, un acto de locura o el preludio de algo peor. “Nunca había sentido tanto miedo en un avión. Fueron los 15 minutos más largos de mi vida”, aseguró otro de los presentes.

Los pilotos, al tanto de lo que ocurría y con la cabina sumida en el caos, optaron por aplicar el manual de emergencias: desviar la aeronave al aeropuerto más cercano. París se convirtió en la salida más rápida y segura. Mientras tanto, los pasajeros intentaban mantener la calma con las instrucciones de la tripulación, que tuvo que lidiar con el miedo colectivo y con dos hombres aparentemente fuera de sí.

Cuando finalmente el avión tomó tierra, la tensión no se redujo de inmediato. Al contrario: varios agentes de las autoridades francesas subieron a bordo y procedieron a detener a los dos pasajeros. El operativo incluyó un registro exhaustivo del equipaje y de la cabina que se prolongó durante casi dos horas. Nadie se movió de sus asientos, sin explicaciones claras y con la sensación de haber vivido algo tan absurdo como terrorífico.

La calma después de la tormenta

Una vez que las autoridades francesas se llevaron bajo custodia a los dos protagonistas y descartaron que hubiera riesgos adicionales, el avión recibió autorización para reanudar la ruta. Ya con la tensión aliviada, el resto de viajeros pudo continuar su trayecto hasta el aeropuerto londinense de Stansted.

Fue entonces cuando, tras horas de nervios, apareció el contrapunto irónico que muchos recordarán. “Fueron excepcionales en la forma de manejar la situación. Incluso nos ofrecieron unas bebidas antes de aterrizar en Londres”, relató uno de los pasajeros. Ese pequeño gesto de normalidad puso el broche final a un vuelo que debería haber sido rutinario y que acabó convertido en una pesadilla colectiva con escala imprevista en París.

Lo que en principio era un trayecto de poco más de dos horas entre Italia y Reino Unido terminó marcado por dos pasaportes: uno devorado hoja a hoja, el otro camino del retrete. Una anécdota surrealista que ahora circula como un relato de terror con tintes cómicos en foros y redes sociales, y que difícilmente se borrará de la memoria de quienes lo vivieron en primera persona.