Un conductor de bus escolar da una lección a los estudiantes molestos, los padres se quejan pero su jefe acaba dándole la razón
Cualquier persona habría actuado de una forma parecida.
En un autobús escolar de Baja Austria, un grupo de estudiantes convirtió el trayecto diario en una especie de juego. Su diversión consistía en pulsar el botón de parada entre risas, obligando al conductor a frenar aunque nadie descendiera. La situación, repetida en numerosas ocasiones, empezó a generar tensión.
La dirección de la escuela ya había advertido a los alumnos que pusieran fin a la broma. Sin embargo, lejos de calmarse, las interrupciones continuaron, minando la paciencia del chofer. Lo que para los adolescentes era un simple entretenimiento, para él se había transformado en un verdadero suplicio.
El incidente alcanzó su punto de quiebre cuando, tras una nueva serie de falsas paradas, el conductor decidió actuar de manera drástica. Ordenó a todos los jóvenes que bajaran del autobús, acabando de golpe con las carcajadas y dejando claro que su paciencia tenía un límite.
La medida sorprendió a los estudiantes y generó de inmediato la reacción de varios padres. Molestos por lo ocurrido, algunos llegaron a pedir sanciones contra el conductor, alegando que había excedido sus funciones al expulsar a los pasajeros en plena ruta.
Lejos de ceder a la presión, la empresa de transporte respaldó a su empleado. Consideraron que había actuado con sentido común frente a un comportamiento reiterado que interrumpía el servicio y comprometía la disciplina a bordo.
Gracias a esa decisión, el chófer no solo mantuvo su trabajo, sino que además logró poner punto final a las bromas. Y, de paso, dejó a los estudiantes una lección que probablemente recuerden más que cualquier otra de sus travesuras escolares.