Un propietario despide a todos los trabajadores de su negocio y se justifica: "Somos una empresa de costura"
"Hemos trabajado todo este año sin beneficios".
El final de 2025 vuelve a dejar una imagen amarga para el tejido empresarial lituano. Una empresa de costura con casi tres décadas de historia ha anunciado su quiebra y el despido inmediato de toda su plantilla, un golpe que vuelve a poner en el foco la delicada situación de la industria textil en el país.
La compañía, propiedad del empresario Erlandas Kėvalas y con sede en el distrito de Kaunas, llevaba 28 años operando de forma ininterrumpida en el sector de la confección, y prestando servicios de costura, principalmente para clientes extranjeros.
Sin embargo, la falta de rentabilidad y el aumento de los costes laborales han terminado por hacer inviable su continuidad. Como consecuencia directa de esta situación, la empresa se ve obligada a cerrar definitivamente sus puertas y a prescindir de toda su plantilla, lo que supondrá la pérdida de 43 puestos de trabajo
Una mala situación
“Somos una empresa de costura”, responde con resignación Kėvalas al ser preguntado por las razones del cierre en declaraciones al medio local Lrytas. Para el empresario, esa frase resume toda la problemática, ya que la industria ligera atraviesa uno de sus peores momentos en Lituania.
“Estas empresas se están retirando del país. No podemos pagar esos salarios. Hemos trabajado todo este año sin beneficios y no podemos aumentar los sueldos el año que viene”, explica intentado justificar la dura decisión.
Su única opción
Según el gerente, la empresa evaluó todas las alternativas posibles antes de tomar la decisión de declararse en quiebra. “Simplemente no entendemos las matemáticas. Hay más gente empleada que negocio”, lamenta.
La compañía estaba especializada en la confección de camisas de hombre, un producto que compite directamente con precios muy bajos en grandes cadenas. “Vayan a Pepco u otras tiendas: una camisa cuesta 8 o 10 euros, en otros sitios 30. Así es imposible competir”, señala.
La quiebra
El cierre tiene también un fuerte componente emocional para su propietario. “Es moralmente muy duro para mí. He dedicado tantos años a esto. Creo que necesito irme a tiempo y con dignidad”, afirma, visiblemente afectado. Kėvalas subraya, no obstante, que la empresa no deja deudas pendientes. “No le debemos nada a nadie. Los salarios se ingresarán en el fondo de quiebra, al que hemos estado pagando impuestos durante 28 años. Así la gente podrá asentarse”, asegura.
El proceso de quiebra se está llevando a cabo de forma extrajudicial. El pasado 28 de noviembre, la junta de acreedores decidió iniciar el procedimiento, y desde esa fecha la empresa adquirió oficialmente el estatus de compañía en quiebra. “Todo está ahora en manos del administrador concursal. Yo mismo seré despedido el 19 de diciembre y ya no puedo gestionar ni las cuentas”, explica el empresario, insistiendo en que todo se está realizando conforme a la ley.