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No me darán el premio a la originalidad si digo que, con todas sus imperfecciones, la democracia representativa es el mejor sistema de los hasta ahora conocidos, pero, no por repetida, pierde validez esta afirmación. Es por eso que la democracia merece ser cuidada y respetada en cada uno de los aspectos que la forman.
Los parlamentos son los lugares en donde reside la representación de toda la ciudadanía. Cada parlamentario representa a muchos votantes, y por eso el respeto ha de ser máximo. Desgraciadamente, en los últimos tiempos vemos cómo algunos devalúan esa importancia con actitudes impropias.
En el Parlamento catalán he podido verlo en primera persona. En el último pleno antes de las vacaciones de verano, Eduardo Reyes tuvo su primera intervención. Se trata de un diputado de Junts pel Sí de currículum más bien opaco y que se hizo conocido por ser una de las caras visibles de Súmate, un invento de ERC para intentar atraer -con bastante poco éxito, por cierto- el voto castellanohablante. Pues bien, en su primera y única intervención, Reyes confundió el atril con la barra de un bar y comenzó a soltar frases inconexas que no tenían nada que ver con la moción que allí se debatía. Cuando ya había agotado la mitad de sus 5 minutos y sin venir a cuento -la moción no era nuestra-, empezó a soltar improperios contra C's. "¿De qué van ustedes por la vida? Vayan ustedes de personas por la vida, de personas. Todos van mintiendo como bellacos, como bellacos", nos espetó ante nuestra estupefacción. El resto de su intervención fue igual de lamentable y una auténtica degradación del parlamentarismo.
Canal Parlament|Parlament de Catalunya
De Súmate surgió también Gabriel Rufián. Al principio, su currículum se tiñó de cierto misterio. Luego, acabamos sabiendo por su propia boca que había timado a la Administración simulando un despido para poder cobrar el paro y que, además, practicaba el absentismo laboral para poder acudir a debates y tertulias y mentía justificándose en asuntos familiares. Un dechado de honradez y virtud, sin duda.
En la segunda sesión de investidura, Gabriel Rufián llevó la dignidad parlamentaria a sus cotas más bajas al aprovechar sus cinco minutos para ensañarse con el PSOE en uno de sus típicos discursos construidos a base de tuits. Después de esto, el diputado catalán ha quedado inhabilitado como interlocutor válido pues el respeto es la condición mínima para que puede haber un intercambio político. Frente a su indignidad, la dignidad de la mayoría del arco parlamentario que aplaudieron de pie la defensa del socialista Antonio Hernando que defendió a las víctimas del terrorismo.
Mientras unos aplaudían a las víctimas, los diputados de Podemos, que sí habían aplaudido al representante de Bildu, se mofaban de ellos. Ahí tenemos las imágenes de Irene Montero riéndose y señalando a los que aplauden. Exactamente lo mismo que hace Gabriel Rufián mientras su compañera de escaño, también de ERC, se dedica a mascar chicle de forma, digamos, poco elegante. Y junto a Podemos, ERC y Bildu, Convergencia o como se llamen esta semana. Quién los ha visto y quién los ve.