¿Alguna vez te has enamorado de un narcisista? Yo sí

¿Alguna vez te has enamorado de un narcisista? Yo sí

Por el día me asaltaban la culpabilidad y las dudas y, por la noche, la más profunda tristeza. El hombre que me quiso me arrancó el corazón y arregló meticulosamente todo lo que estaba roto. Entonces, sin previo aviso, lo tiró con la fuerza de un delantero centro profesional. Nada me ha dejado más confusa o impactada en toda mi vida.

Lonely thoughtful girl sitting on the floorKatarzynaBialasiewicz via Getty Images

Por Allison Zapata

Recién divorciada y en pleno proceso de desintoxicación de una década de monotonía, estaba hecha un amasijo de tristeza y vulnerabilidad.

Él lo vio, como un halcón. Pero los halcones son criaturas hermosas y lo que motiva su comportamiento es la supervivencia, más que la maldad. Así que supongo que no es la mejor comparación.

Voy a intentarlo otra vez. Olió mi vulnerabilidad y mi corazón roto como un depredador con el más profundo, pero a la vez antinatural, de los instintos. Caza por placer, más que por supervivencia.

Yo no era consciente, pero me había estado siguiendo en las redes sociales durante más de un año, lo suficiente como para ahondar en mis debilidades e inseguridades. Entonces, a mí me tocó un divorcio y a él, la lotería.

Sus exhaustivos estudios y análisis hicieron que el siguiente paso fuera increíblemente fácil. Él sabía lo que yo necesitaba oír desesperadamente y, desde que empezó a acecharme, me decía diariamente las mismas cosas, palabra por palabra, en el mismo orden.

Eres la más guapa. Eres la más lista. Eres la más sexy. Eres la mejor madre. Eres la más boba. Eres la más buena. Eres la más delgada. Eres la más adorable. Eres la cosa más bonita que existe. ¿Cómo tengo la suerte de gustarte tanto? Te gusto tanto... Nadie me había hecho tan feliz. Prácticamente somos la misma persona. Te gusto tanto...

Las primeras veces que recitó el guion, me enamoró por completo y caí en sus redes. De hecho, estaba tan embelesada que mis pupilas pasaron a ser corazones brillantes.

Para la décima vez, yo seguía moviendo el rabo y aceptando con ansia sus muestras de cariño, aunque empecé a anhelar algo menos predecible. O que, por lo menos, cambiara el orden de las palabras que me decía o las mezclara un poco. Quizá podría volverse un poco loco y soltarme algo nuevo e inesperado como "tienes el mejor culo que he visto nunca".

Pero un cumplido es un cumplido, y yo tenía la autoestima tan baja que con que alguien me tocara el culo accidentalmente en el autobús era suficiente para alegrarme el día.

Además, era sincero y tenía un gran corazón a juego con su gran sonrisa. ¿Y qué si no era el más original? Me adoraba y me cubría de atención constantemente. Lo que hizo que volviera a arreglarme, e incluso a depilarme.

Nos tirábamos horas al teléfono por las noches como si fuéramos adolescentes. Con la diferencia de que no teníamos que escondernos debajo de las sábanas por si entraba alguien en nuestra habitación. No mucho después, hablamos de quedar porque los dos necesitábamos asegurarnos de que la atracción física estaba al mismo nivel que la emocional.

Antes de darme cuenta, estaba en el aeropuerto esperando a que llegara su avión. Cuando le vi, estaba un poco más delgado de lo que me esperaba, pero no estaba nada mal.

Entonces llegó el primer beso. Vale, no fue el mejor, pero besar es un arte que puede aprenderse con el profesor adecuado, ¿no?

Pasamos un fin de semana genial y hacia el final sus besos parecían más los de un hombre experimentado que los de un adolescente torpe. (¡Misión cumplida! ¿Dónde está mi sueldo?)

Poco después, me tocaba a mí ir a visitarle. Dando una vuelta en su camioneta cochambrosa tuvimos la siguiente conversación:

Él: Sé que es demasiado pronto para decirte que te quiero, pero es lo que siento.

Yo: (suspiro) Lo mismo digo.

Él: Te quiero.

Yo: (doble suspiro) Yo también te quiero.

Cada fin de semana que pasábamos juntos era mejor y más intenso que el anterior. Casi era demasiado bueno para ser cierto. Es verdad que nuestras conversaciones se estaban convirtiendo en el Día de la marmota, pero eso no era lo más importante.

Echando la vista atrás, me di cuenta de que había otros detalles que me molestaban. Nunca me esperaba cuando estábamos juntos. Si me paraba a hacer una foto o a mirar algo, él seguía andando. Nunca me abría la puerta.

También la manera en la que hablaba de su éxito y de su generosidad. O cómo me lanzaba indirectas constantemente sobre que había otras chicas detrás de él -incluso algunas de sus amigas casadas-, algo que yo atribuía a su edad y a su gusto por pavonearse.

Pero los ignoré, por supuesto, y los achaqué a mi dramatismo y a que él no tenía los mejores modales.

Hicimos excursiones al río y a la tierra del vino. Fuimos a Las Vegas, vimos un monólogo y después nos tomamos una hamburguesa con queso en un McDonald's. Bromeábamos diciendo que éramos la pareja perfecta. Como él decía, yo era su media naranja, éramos almas gemelas.

Durante nuestra última noche juntos, me miró fijamente a los ojos y me dijo: "Nadie te querrá como te quiero yo". Por supuesto, yo no tenía ni idea de que era nuestro último fin de semana juntos. Pero, a pesar de sus declaraciones de amor y de no dejar de planificar nuestro futuro, él lo sabía.

Volviendo a casa me sentía en una nube, todo era increíble y estaba eufórica. Un hombre casi perfecto me adoraba... hasta que dejó de hacerlo.

Estaba ya en casa cuando me llamó para preguntarme si podía venir a visitarme. Chillando como una adolescente, le contesté: "¡Por supuesto!".

Al día siguiente, como si alguien hubiera accionado un interruptor defectuoso dentro de su cerebro, me soltó que sus sentimientos habían cambiado y que lo nuestro no funcionaba.

En un intento desesperado por entender cómo y por qué, insistí, suplicando que me explicara cómo alguien podía pasar de 1000 a -5 en un día. Se enfadó porque le interrumpiera y me colgó en mitad de una frase.

Después de haber estado cuatro meses hablando y mandándonos mensajes a todas horas todos los días, no me ha vuelto a hablar desde que la línea se cortara aquel día.

Aunque me ha enviado algunos mensajes preciosos:

"Solamente buscaba a alguien a quien querer. Gracias por estar ahí".

"La verdad es que mis sentimientos sí que fueron de 1000 a -5, no en cuestión de un día, pero sí en cuestión de un momento. No sé por qué y ni siquiera importa".

Nada me ha dejado más confusa o impactada en toda mi vida. Mis días estaban llenos de sentimientos de culpabilidad y duda, y mis noches llenas de la más profunda tristeza.

El hombre que me quiso me arrancó el corazón y arregló meticulosamente todo lo que estaba roto. Entonces, sin previo aviso, lo tiró con la fuerza de un delantero centro profesional.

Con la misma sonrisa con la que se ganó mi confianza, vio cómo mi corazón chocaba contra una pared y resbalaba por ella hasta llegar al suelo, aún más roto que antes. Satisfecho, se alejó silbando.

Siempre he creído que era una chica fuerte, con agallas. ¿Cómo había permitido que un hombre así me atrapara y me embriagara de amor para luego dejarme tirada en la cuneta esperando a que me recogiera el camión de la basura?

Mis emociones están en conflicto, son una combinación de ira, tristeza y completa estupidez.

Ira porque él giró la ruleta, vio a un alma confundida y dijo: "A ti. TE ELIJO A TI".

Tristeza porque echo de menos desesperadamente la felicidad y la euforia que sentía cuando estábamos juntos.

Estupidez por no saber lo que debería haber sabido.

Debería haberlo sabido cuando repetía su guion cada día.

Debería haberlo sabido cuando estaba tumbada a su lado en la cama mientras él editaba cuidadosamente nuestras fotos.

Debería haberlo sabido cuando cambiaba el título de las fotos una y otra vez y me preguntaba cientos de veces si eran lo suficientemente ingeniosos como para publicarlos.

Debería haberlo sabido cuando contaba los me gusta de nuestras fotos, de la pareja perfecta, porque su imagen es muy importante para él.

Debería haberlo sabido cuando le compré cinco camisetas de la talla M, porque me dijeron que daban poca talla, y él me respondió con una mezcla de ira y condescendencia que ya me había dicho miles de veces que llevaba la talla S.

Debería haberlo sabido... pero por fin lo sé.

Yo no era más que un simple pasatiempo para él, una forma de acabar con el aburrimiento, un personaje secundario de su elaborada identidad en las redes sociales. Nada más y nada menos.

La imagen que él da al resto del mundo le importa más que cualquiera de mis sentimientos; aquellos sentimientos con los que jugó durante meses.

A pesar de recordarme a mí misma, una y otra vez, que todo era un espejismo y que me había enamorado de una mentira, no puedo evitar sentirme idiota. En el fondo sé que solo hay un idiota aquí. Ojalá eso lo hiciera menos doloroso.

Pero la cuestión es que yo me quedé con sus camisetas... y él, con mi confianza y mi dignidad. Por lo menos las camisetas se pueden lavar.

Asumo la culpa por la parte que me toca. Nadie me obligó a nada. Formé parte de esa relación, fui cariñosa y estaba dispuesta a todo. Simplemente, cometí el error de pensar que era real.

Que alguien que afirmaba que te quería tanto te haga el vacío y te aísle es una de las cosas más crueles que una persona puede experimentar. Provoca un dolor que no puedo describir. Más aún cuando es de manera brusca y sin explicaciones.

Pone tu vida patas arriba, hace que dudes de todo lo que creías que sabías sobre ti misma. Le he enviado mensajes horribles estas últimas semanas. Buscando desesperadamente cualquier tipo de atención, he dicho y he hecho cosas que hacen que parezca que estoy loca. Desgraciadamente, creo que eso es justo lo que él buscaba.

Le he dado muchas vueltas pensando en si sería buena idea compartir esto. ¿Es esto típico de una mujer ridiculizada o de alguien como Taylor Swift? ¿Demasiado resentida? Al final del día, decidí que hay veces en las que una tiene que airear los trapos sucios, con la esperanza de que sirvan de ejemplo para alguien.

Voy superándolo poco a poco. Sigo echándole de menos, y a veces creo que sigo queriéndole. Tengo rachas de ira y de tristeza, algunas son tan fuertes que no puedo respirar. Y sigo esperando desesperadamente esa explicación que nunca recibiré. Pero, como él decía, ni siquiera importa.

Además, creo que ya es hora de pasar a algo importante.

Este artículo fue publicado originalmente en YourTango.

El post también apareció con anterioridad en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros

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