Así se juega con la música para provocar alegría, calma, melancolía o tristeza

Así se juega con la música para provocar alegría, calma, melancolía o tristeza

Además de la cultura del oyente, las claves son el modo y el tempo.

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La mayoría de la gente ha escuchado al menos una canción que le ha emocionado en su vida. Y es probable que también exista alguna con la que se le van los pies, otra que le recuerda a su infancia, una más que usa para relajarse e incluso otra para leer.

La música provoca poderosas reacciones en los seres humanos, incontrolables y de un espectro muy amplio. Además de gustar o no, las notas son capaces de levantar el ánimo, calmar un enfado y hasta inducir al llanto. Y no es fruto del azar.

Ya en La República de Platón se hablaba de las capacidades evocadoras de la música para templar estados de ánimo. Por su parte, Aristóteles creía que el impacto emocional de una melodía se debía en parte a la forma en que imitaba nuestra vocalización, según recoge la revista New Musical Express.

Pero la forma de apelar a unas emociones concretas se define en Occidente en la época del músico Johann Sebastian Bach, a mediados del siglo XVIII, como revela a El Huffington Post Francisco de Paula Ortiz, fundador y secretario de la Asociación Española de Psicología de la Música.

Las reacciones emocionales se inducen a través de una serie de elementos musicales complejos con los que se puede jugar. Los siguientes dos ejemplos ilustran cómo la melodía oscura de la banda sonora de El Padrino (1972) se transforma en una pieza bucólica con un simple cambio de modo.

El impacto emocional de la música se estudia desde dos puntos de vista. El primero de ellos distingue seis emociones básicas que provocan las melodías: alegría, miedo, tristeza, ira, sorpresa y repugnancia.

El segundo detecta tres propiedades: la direccionalidad (la tendencia a escuchar o evitar una pieza musical según resulte agradable o no), la intensidad (cómo afecta el volumen del sonido, calmando o excitando al individuo) y el control (el grado en que el oyente se siente dominado o intimidado por la música, o al contrario, se siente controlador e importante).

La cultura en la que se ha criado el oyente influye de manera más decisiva que ninguna otra variable en las emociones que le sugiere una melodía, por eso "no hay parámetros universales sobre cómo transmite emociones la música", asegura Ortiz, que también es profesor de piano en un conservatorio andaluz.

"En Occidente, la música se ha compuesto tradicionalmente con dos objetivos: el culto religioso y las fiestas. En otras culturas tenía otras funciones, por ejemplo para el cambio de estación o para la caza. Por tanto, sus sonidos son más cercanos a la naturaleza, más disonantes que consonantes", añade.

Las emociones que asociamos a la música son una convención que hemos establecido dentro de una cultura"José Francisco Ortega

"Si un español se pone un rato una emisora de otra cultura, llega un momento en que se da cuenta de que no conecta con esa. Necesita de una escucha más repetida para acostumbrarse a ella y aprender a apreciarla", explica José Francisco Ortega, profesor del Área de Música en la Universidad de Murcia.

"Las emociones que asociamos a un tipo de música son una convención que hemos establecido dentro de una cultura en una época concreta; se aprenden con la familiaridad, con la escucha repetida en un contexto concreto", añade este titulado en Solfeo y Teoría de la Música, Pedagogía Musical y Musicología.

Un estudio de 2001 recogido por National Geographic encontró similitudes en la forma de componer y reproducir música entre los humanos y algunos animales, como las ballenas y los pájaros, lo que parece apuntar a una "música universal", en palabras de sus autores. En esa línea, se han detectado parámetros a los que el ser humano responde de manera homogénea, independientemente de su cultura.

"En un estudio transcultural de 2004, el volumen se asoció con la percepción de la ira, tanto en la música occidental como en la asiática, lo que sugiere que podría ser una señal universal de la misma", propone Ortiz. "Además, detectó que los fragmentos en modo menor que se identifican como desagradables y activantes se tocan en un ritmo intermedio y pueden resultar amenazantes", añade.

La preferencia por la consonancia sobre la disonancia es evidente desde la infanciaPaul Ortiz

También es universal la preferencia por la consonancia sobre la disonancia. "Es evidente desde la más tierna infancia. Incluso bebés de sólo dos meses la muestran. Parece ser innata o se aprendió muy temprano en la escala evolutiva", considera.

"Hay muy pocos estudios para hacer afirmaciones definitivas", lamenta Ortiz, que también es máster en Psicología Clínica y de la Salud por la Asociación Española de Psicología Conductual y máster en Musicoterapia por la Universidad de Cádiz.

"Las personas occidentales sin conocimientos musicales tienen respuestas relativamente homogéneas en función del tempo y modo: un tempo rápido en modo mayor induce a la alegría, y un tempo lento en modo menor, a la tristeza", observa Ortiz. Y a partir de ahí, se juega combinando elementos de ambos.

La tradición de asociar estas emociones a los modos mayor y menor puede verse en una melodía muy conocida en los países occidentales: la Marcha nupcial, una composición en modo mayor. ¿Cómo sonaría en menor? Digno de la casa del terror.

Podría parecer que la música popular tiraría hacia el modo mayor y un tempo rápido, y hasta la década de los 60 fue así. Sin embargo, según un estudio de 2009, los 40 mayores éxitos anuales desde los años 80 tienden más al modo menor. Los investigadores lo han atribuido a que la música incondicionalmente alegre se considera infantil, mientras que el modo menor hace sentir a los compositores más sofisticados, capaces de jugar con más complejidad emocional.

También podría pensarse que las canciones de Disney están todas en modo mayor, hay excepciones como ocurre con El libro de la selva. En esta película encontramos una canción en modo mayor (Busca lo más vital), otra en modo menor (Confía en mí) y una tercera que comienza en modo menor y termina en mayor (Quiero ser como tú).

Ortega expone las capacidades del modo y el tempo a través de otro ejemplo. "En clase, cuando me han dicho que alguien cumplía años, le he gastado la broma de tocarle lo que yo llamo el Cumpleaños no tan feliz, la típica canción pero en modo menor. Y me miraban con una cara que...", recuerda.

Los fragmentos musicales con un tempo rápido, consonantes, potentes en intensidad y en modo mayor suelen considerarse agradables, activantes y dominantes; y los de tempo lento, disonantes, en modo menor y de intensidad débil, como desagradables, poco activantes y poco dominantes.

Las melodías alegres "son capaces de activar los centros de placer y los sistemas de recompensa del cerebro, las mismas que al comer un dulce, sentir una caricia o practicar sexo", detalla Ortiz, doctor en Psicología de la Interpretación Musical.

Un ejemplo sería Don't Stop Me Now, de Queen, elegida como la canción más alegre de la historia en un estudio realizado en Reino Unido en 2015. La canción reproduce la fórmula de la felicidad en el ámbito musical: tempo rápido (aproximadamente 150 pulsaciones por minuto) + letra alegre + tonalidad mayor.

La armonía, el acompañamiento que lleva la melodía, es el segundo elemento más importante a la hora de sugerir una emoción para Ortega.

La percepción que generan el modo y el tempo tampoco es unívoca ni objetiva, y de nuevo depende de la cultura, apunta Ortega. "Un oyente japonés puro, sin la contaminación sufrida tras la globalización, no percibiría los mismos sentimientos que solemos asociar con ellos, ahora universalizados", observa.

En opinión del profesor de la Universidad de Murcia, la música de cine es la que mejor explora las posibilidades emocionales de la música. "Imagínate una película de terror; le quitas la música y le quitas el miedo, porque ella es la responsable de generar y potenciar la sensación de las imágenes", señala.

De la misma manera que una melodía impone, si se le cambian algunos parámetros musicales puede animar. Como puede verse en esta versión de la Marcha Imperial, una de las melodías más ominosas de la gran pantalla, tocada en modo mayor.

El timbre juega un papel menos central en la determinación del estado emocional. "El trombón o la tuba pueden tener cierta comicidad. Los violines generan tensión y la percusión pone en alerta. Pero ningún instrumento está ligado a una emoción concreta", advierte Ortega. Depende de la música que se toque y cómo se ejecute.

"Los suaves (de frecuencia atenuada) se asocian con la ternura y la tristeza, mientras que los timbres agudos (de frecuencia alta) se asocian con la ira", apunta Ortiz. Incluso las emociones negativas tienen un papel en la comunicación musical.

"Muchos estudios han sugerido explicaciones evolutivas para el papel de la música en la vida humana, siempre relacionado con los afectos. Es vital para la comunicación, la sincronía de grandes grupos, la cohesión social, la transmisión cultural e incluso se ha utilizado para atraer a una pareja", señala Ortiz.

Adagio para cuerda, de Samuel Barber

Una melodía que Ortiz considera "relajante y negativa, tendente a la tristeza o la melancolía".

Danza china, de Piotr Ilich Chaikovski

En el extremo opuesto se situaría esta melodía alegre, relajante y positiva.

Danza del sable, de Aram Ilich Jachaturián

Para el secretario de la AEPM, esta pieza es una "melodía activante positivamente".

Guía de los elementos que influyen en la percepción de la música

  • Timbre: cualidad que caracteriza un sonido y que permite diferenciar y distinguir si es tocado por un clarinete o por un ukelele, por ejemplo.
  • Modo: sistema de organización melódica predominante. Los más comunes son los occidentales, mayor o menor, pero también puede ser politonal, atonal, serial o dodecafónico. Modo mayor es la ordenación de los tonos y semitonos en una escala a partir de una nota principal, situada dos tonos por encima o por debajo de la siguiente. En el modo menor, la diferencia en la escala es de un tono y medio. La politonalidad son dos tonalidades diferentes que suenan a la vez. La música atonal, serial y dodecafónica surge tras la desintegración del sistema tonal asentado desde Bach, a partir de los años 50; por tanto, el oyente no tiene referencias de nada que pueda recordar a lo que oye.
  • Potencia e intensidad: volumen del sonido que se escucha.
  • Consonancia/disonancia: percepción subjetiva que mide la tensión de ciertos intervalos de música en función de la cercanía de sus notas en la escala. La mayoría de los seres humanos se decantan por la primera.
  • Tempo (muy rápido/muy lento): velocidad genérica con que se ha de ejecutar una pieza.
  • Contorno tonal: posición de determinadas notas en una melodía y que hace que sea más bonita o tenga más éxito.
  • Ritmo: es el tipo de compás (binario, ternario...), determinado por las notas con que está escrita la pieza y el número de ellas que se agrupan en distintos intervalos.
  • Armonía: resultado de combinar diferentes sonidos a distinta altura (graves o agudos) de forma simultánea.