Andrés Góngora, agricultor de siempre: "No podemos competir con Marruecos, si aquí se paga 90 euros la jornada, allí son 8"
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Andrés Góngora, agricultor de siempre: "No podemos competir con Marruecos, si aquí se paga 90 euros la jornada, allí son 8"

La brecha salarial entre ambos lados del Estrecho incrementa las importaciones y agrava la situación de las explotaciones que necesitan de mucha mano de obra.

Trabajadoras del campo durante la campaña de recolección.Niccolò Guasti

Andrés Góngora, uno de esos agricultores que madrugan cada día sin aparente sacrificio, ha vuelto a poner sobre la mesa un viejo fantasma que persigue al sector del campo en España: competir con Marruecos sale cada vez más caro… para los trabajadores de aquí. Sus palabras en una entrevista para el programa Herrera en COPE han reabierto el debate que el propio sector agrícola conoce de memoria: cuando los tomates cruzan el Estrecho a precio de ganga, la factura la asumen los productores españoles, sobre todo en cultivos de mano de obra intensiva como el del tomate cherry.

Góngora, responsable estatal del sector de Frutas y Hortalizas de COAG y productor de tomate de toda la vida, explica el problema tal y como lo viven aquellos que trabajan el campo. Según ha contado en la radio de la Conferencia Episcopal, la diferencia entre lo que cuesta levantar una cosecha en España y en Marruecos no deja ningún margen para competir en igualdad: “Hay que tener en cuenta que el coste laboral en España se sitúa aproximadamente en unos 90 euros por jornada de trabajo, por 8 horas, cuando el coste laboral en Marruecos por el mismo tiempo son 8 euros”. Una diferencia que el sector lleva muchos años denunciando y que nunca se ve reflejada en los precios del supermercado.

Las consecuencias de esta brecha ya se empiezan a notar sobre el terreno. Así, advierte Góngora, los cultivos que más empleo generan en el sector agrícola español “tienden a abandonarse” porque las cuentas no le salen a los agricultores. Ese abandono se traduce en la llegada masiva de producto marroquí al mercado nacional. Así, según la COPE, en el primer semestre de 2025, las importaciones de tomate desde Marruecos se han elevado más de un 50% respecto al mismo periodo del año anterior, una cifra que evidenciaría la magnitud del cambio en el mercado y el impacto que ha tenido en los productores.

El problema no se limita únicamente al tomate cherry. En otros cultivos, como la cereza, la situación resulta igual de complicada. En Cáceres, por ejemplo, ya han avisado de que una caída en ventas pondría en serios aprietos una comarca cuya economía gira en torno a las campañas agrícolas de su campo. Los agricultores de la región insisten en el mismo diagnóstico: los costes son altos, los precios en origen bajos y la competencia que viene del exterior ha ido ocupando más y más espacio en la cadena de distribución.

Aun así, el sector sigue buscando margen para resistir y la apuesta pasa por la innovación: desde herramientas basadas en inteligencia artificial, que permiten ajustar cada etapa de la cosecha hasta inventos que prometen hacer el trabajo más eficiente. Se prueba casi de todo para sostener cultivos que son muy dependientes de la mano de obra. Con precios a la baja y la competencia marroquí cada vez más fuerte en el mercado, el campo español encara la próxima campaña con más incertidumbre que expectativas y una urgencia, la de encontrar un modelo que haga viable su forma de vida.

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