Chrissy Teigen se sincera sobre lo terrible del posparto. ¿Podemos hacerlo las demás?

Chrissy Teigen se sincera sobre lo terrible del posparto. ¿Podemos hacerlo las demás?

Rich Polk via Getty Images

Cuando me di cuenta de que iba a dar a luz más o menos por las mismas fechas que una princesa, una supermodelo, una Jenner y una Kardashian, hice varios amagos de abandonar las redes sociales. Pensaba que si no lo hacía, me pasaría todo el embarazo martirizándome, mirando fotos de madres famosas atractivas que son capaces de hacer cosas imposibles días después del parto, como subirse la cremallera del pantalón.

No podía dejar de mirar a desconocidas y famosas mientras amamantaba a mi hijo día y noche. Así pues, durante dos meses, me acomodé en mi silla para amamantar con mi uniforme, que consistía en unos pantalones de mamá (sin cremalleras ni botones) y camisetas para hombre de manga corta y salpicadas de leche. A través del móvil, veía desfilar noticias de famosas de primera línea que ya habían dado a luz y que volvían a lucir unos cuerpos posparto inmaculados. Estaba Kylie Jenner luciendo top y tanga un mes después de haber dado a luz a su hija Stormi. También la duquesa de Cambridge, Kate Middleton, lista para una gala para salvar elefantes apenas 7 horas después de haber dado a luz al príncipe Luis.

  La duquesa de Cambridge mira a su hijo recién nacido, el príncipe Luis de Cambridge, a la salida del hospital el 23 de abril.BEN STANSALL/AFP via Getty Images

Los famosos, cuando tienen un bebé, parecen tan radiantes como si hubieran adoptado un cachorrito. Entran, se ocupan de unos asuntos y salen de una pieza, henchidos de felicidad con su nuevo miembro de la familia. ("¡Y ya está, de repente ya tenemos tres hijos! Insertar emojis de corazón, biberón y manos en oración").

Y entonces llegó Chrissy Teigen. Dio a luz a Miles Theodore y publicó un par de tuits que conmocionaron a los internautas hace un par de meses. Pero no porque luciera un aspecto despampanante, sino porque se saltó el protocolo y compartió detalles gráficos (y acertados) sobre lo que sucede durante el parto y después de este.

En un tuit, Chrissy Teigen confesó que había tenido un parto más duro con su primera hija, Luna:

I can confirm postpartum life is 90% better when you don't rip to your butthole. Baby boy: 1 point. Luna: 0

— christine teigen (@chrissyteigen) May 20, 2018

Puedo confirmar que la vida posparto es un 90% mejor cuando no te has desgarrado hasta el agujero del culo. Niño: 1 punto. Luna: 0

No es de extrañar que las famosas, las mujeres corrientes y la gente de Internet hablen tan poco de cómo un parto vaginal puede destrozarte el cuerpo. Resulta que hay cuatro grados de desgarros vaginales o laceraciones perineales, desde el grado 1, que es el más leve, hasta el 4, el más grave. Probablemente Chrissy Teigen sufrió un grado 3 o 4, en el que la laceración puede llegar hasta el recto.

Yo me enteré de estos distintos grados de desgarros vaginales cuando estaba despatarrada en una cama de hospital. Mientras mi obstetra estaba con la aguja y el hilo, me dijo por casualidad que lo mío era un desgarro de grado 2. Había investigado un montón en WebMD y probablemente debería haber sabido más sobre los riesgos que había, pero eso no lo conocía.

Parte del problema consiste en que en Estados Unidos higienizamos lo que hay que pasar para ser madre. Es una vieja tradición aquí igual que comer perritos calientes durante los partidos de béisbol esperar que las madres soportemos este proceso hercúleo de criar a un bebé, empujarlo fuera de nuestro cuerpo (o que nos lo saquen) y actuar como si no hubiera pasado nada. Nada nuevo que ver. Solo unas cuantas fotos muy bien tomadas para Facebook. (Y resulta que mamá lleva por debajo de la braga una compresa extragruesa con hielo y crema anestésica, y puede que se haya tenido que tomar un descanso entre foto y foto para asegurarse de no estar sufriendo una hemorragia posparto).

Un recordatorio rápido: Estados Unidos es el único país desarrollado del mundo en el que no tenemos baja por maternidad pagada y obligatoria. Algunas mujeres incluso vuelven a su trabajo horas después de haber traído al mundo a un ser humano. Probablemente sea más sencillo cogerse la baja por romperse un dedo del pie.

Visto esto, no es una sorpresa que aplaudamos esos cuerpos capaces de embutirse en unos vaqueros apretados tras haber expulsado un bebé. Sin embargo, no apreciamos un esfuerzo aún más sobrehumano del proceso de dar a luz. Ya sabéis, la parte que requiere valor y fuerza, la parte que es sangrienta y terrorífica incluso cuando las cosas marchan bien.

Puede parecer un asunto sin importancia, pero sí que importa. Piensa en esos amigos irritantes a los que les gusta participar en carreras y que no dejan de publicar en Facebook cosas de sus entrenamientos y competiciones. No se maquillan ni se ponen extensiones de pestañas tras completar los 42,2 kilómetros. Publican fotos completamente sudorosos sosteniendo con orgullo su medalla por haber llegado en 205º lugar. Comparten detalles personales íntimos de las uñas que se les han roto y de que han tenido que usar esas cabinas portátiles malolientes para ir al baño durante las maratones.

Así es como superas algo que te supone una carga corporal y espiritual. Con felicitaciones y compadeciéndote de los desafíos más duros.

Yo tuve mis momentos "Chrissy Teigen y el agujero del culo" las dos veces que di a luz. Desearía haber sabido más antes de que sucediera y haber hablado más de ello después.

Por ejemplo, tras 12 horas de parto con mi hijo mayor, me hicieron una cesárea de emergencia. Mientras oía a los médicos hablar sobre mi vejiga y otros órganos cuando trataban de abrirse paso con pericia hasta mi útero, se me fue la vista al techo. Cuando me fijé en el reflejo que me devolvía la lámpara, vi mis entrañas.

Cuando llevaba unas 20 horas en mi segundo parto, cuando ya había dilatado por completo, el efecto de la epidural desapareció. (Es un contratiempo importante). Mi anestesista estaba ocupado en otra emergencia, y eso fue todo. Fue una lástima, porque mi plan de parto solo constaba de un paso: sedantes. Y en gran cantidad.

Me sentía como si hubieran metido un cortacésped en marcha en mi interior y lo hubieran pasado varias veces por encima de cada órgano para asegurarse de que estaban completamente nivelados. Es probable que también me fracturara el coxis al empujar.

La sala estaba repleta, con 15 profesionales de la medicina con unos 300 años de estudio entre todos, de modo que cuando empezaron a corear mi nombre y a animarme, pensé: "Venga, qué demonios, puedo hacerlo". Imaginé que era así como debe de sentirse un suplente al marcar el tanto de la victoria.

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Días y semanas después del segundo parto, quería ser ese tío viejo arquetípico que rememora sus batallitas deportivas. Resulta que eso no es de lo que en realidad quiere hablar la mayoría de la gente.

Tras leer el tuit de Chrissy Teigen sobre su culo dolorido y otro en el que declaraba su amor por la ropa holgada de hospital, tuve la esperanza de que el cuento empezara a cambiar.

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Cuando vi el especial de Netflix Ali Wong: Hard Knock Wife, donde contaba chistes macabros sobre los partos, pensé: "¡Bien, por fin lo estamos consiguiendo!". (Por ejemplo, habla de las "movidas" que pasan cuando sale el bebé. "¿Sabéis qué más sale? Su casa. Su salón, sus almohadas, el póster de Bob Marley, toda la comida que se puso mala en la nevera durante meses".

Me sentí igual cuando me enganché a una nueva serie de Netflix llamada The Letdown, que gira en torno a una madre con privación crónica del sueño, representada por Alison Bell, que lleva el pelo y el sujetador perpetuamente sin lavar y encuentra apoyo inesperado en un nuevo grupo para madres. En el primer episodio, cada madre cuenta la batalla de su parto, con fórceps, con desgarros de grado 4, con fisuras anales, con cesáreas y con otras situaciones que pusieron en peligro su vida.

Si mujeres tan hermosas, inteligentes e influyentes como Teigen, Wong y Bell pueden hablar abiertamente y sin cohibirse sobre la desagradable realidad de un parto, quizás más madres empezarán a hacerlo. Así que, como mínimo, podríamos empezar a mostrar respeto por el cuerpo posparto medio, que ha acabado estirado, cansado, con fugas, hecho trizas y que ya no es en absoluto un cuerpo medio.

Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.