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¿Ciudades feministas?

Para nosotras caminar por la ciudad se convierte muchas veces, muchas noches, en una cadena de obstáculos.

Una mujer con mascarilla, en MadridAnadolu Agency via Getty Images

La crisis del Covid-19 nos obliga a repensar casi todas las estructuras sobre las que habíamos organizado nuestras vidas. También la utilización del espacio público.

Nosotras llevamos tiempo pensando por propia supervivencia la manera diferencial en la que los hombres y las mujeres ocupamos el espacio público. Para nosotras caminar por la ciudad se convierte muchas veces, muchas noches, en una cadena de obstáculos. Una especie de casa del terror por la que pasamos sintiendo miedo y angustia, sufriendo agresiones y acoso hasta llegar a la salida, hasta llegar a casa, es decir, hasta llegar al espacio privado.

Esto tiene que ver, entre otras muchas cosas, con el diseño de las propias ciudades. Las ciudades fueron diseñadas especialmente dando acceso a lo público a las personas que en la división sexual del trabajo ocupaban trabajos productivos (los hombres) mientras que las personas que se ocupaban del trabajo reproductivo (las mujeres) quedaban marginadas al ámbito doméstico. El inicio del capitalismo y la Revolución Industrial nos han ofrecido este diseño de ciudad. Lleva tiempo siendo una necesidad cambiarlo y ahora la necesidad se torna en necesidad inmediata e imprescindible.

El Covid-19 va a cambiar nuestra manera de relacionarnos produciendo gran distancia entre las personas por las mascarillas, limitando aforos en los bares, salas de conciertos u hoteles, cambiando nuestra manera de pasar los días y de transitar por nuestras ciudades o pueblos, la pregunta que procede es: ¿tenemos un diseño de las ciudades que nos permita vivir como necesitamos después de esta crisis?

Las ciudades fueron diseñadas especialmente dando acceso a lo público a las personas que en la división sexual del trabajo ocupaban trabajos productivos (los hombres).

Ha circulado estos días en las redes un mapa de la ciudad de Madrid que mide las dimensiones de las aceras de la ciudad y las compara con la distancia social de seguridad que exige el Gobierno para mantener distancias prudenciales que nos permitan estar seguras caminando por nuestras calles, el resultado, evidente, es que la mayor parte de las aceras de la ciudad no cumplen los criterios marcados por el Gobierno. Esto nos impulsa a exigir inmediatamente la ampliación del espacio peatonal. Pero también nos lleva a preguntarnos cuál ha sido la prioridad de creación de las ciudades del último tiempo. Hasta ahora hemos ido viendo como las ciudades eran lugares de tránsito, aceras pequeñas, eliminación de bancos y papeleras, ciudades por las que pasar rápidamente para ir a comprar, ir a trabajar o ir a espacios privados, ciudades a las que se les ha extraído el derecho de ser habitadas. Grandes metrópolis atravesadas por la dispersión produciendo una sociedad fuertemente individualizada.

La crisis nos empuja a repensar las ciudades para hacerlas habitables, nos empuja a transformar la ciudad y transformarnos como sociedad a través de la transformación de la ciudad. Una manera de vida menos alienante y más gozosa, una ciudad que permita la creación de espacios públicos de disfrute colectivo, lugares donde sentarse a leer, plazas donde jueguen los niños y las niñas, grandes aceras para pasear, espacios comunes donde charlar con el vecino y la vecina, compartir algo de comer y potenciar el cuidado común. Se trata en definitiva del tan enunciado Derecho a la Ciudad.

Transitemos hacia modelos de ciudad que sean “ciudades de los cuidados”, una ciudad que ponga en el centro la vida cotidiana de las personas y el bienestar.

Asimismo, nos vemos empujadas a dirigir todos nuestros esfuerzos para recuperar y fortalecer los servicios públicos comunitarios; derecho a la vivienda, derecho a la salud, derecho a la cultura. Impulsemos una planificación basada en los derechos humanos y en los derechos ambientales, un proyecto que nos proteja contra la violencia machista y nos permita caminar libres por nuestras calles. Una disposición que haga pasar el lucro de una vez al segundo plano, dejemos en el primero lo común, lo que nos hace poder habitar una ciudad en igualdad de condiciones, lo que nos hace poder habitar una ciudad mirando a otra persona y no solo a una misma.

Transitemos hacia modelos de ciudad que sean “ciudades de los cuidados”, una ciudad que ponga en el centro la vida cotidiana de las personas y el bienestar. Un modelo que priorice, por fin, la vida, hemos pasado demasiado tiempo priorizando todo lo demás.

A esto algunas lo llamamos ciudades feministas.

Loreto Arenillas es portavoz de Más Madrid en la Comisión de Mujer de la Asamblea de Madrid.