El desamparo de enfrentarse a un aborto terapéutico: “Le supliqué llorando a la enfermera que me durmiese porque no podía más”

El desamparo de enfrentarse a un aborto terapéutico: “Le supliqué llorando a la enfermera que me durmiese porque no podía más”

Las mujeres que han interrumpido su embarazo por razones médicas reclaman que se realicen en hospitales públicos, protocolos unificados y acompañamiento psicológico.

Laurence Monneret via Getty Images

“Me llevaban el embarazo en el Hospital Infanta Elena de Valdemoro y en la ecografía de la semana 12, en noviembre de 2020, vieron que el bebé tenía anomalías incompatibles con la vida. Me explicaron que podía abortar más adelante de forma natural o que el bebé moriría al dar a luz. Su vida era inviable sin mí. Me quedé en shock. Me vieron varios médicos del equipo y todos me dieron el mismo diagnóstico: tenía que abortar y cuanto antes mejor. Aborté a los dos días y durante ese tiempo fui como pollo sin cabeza”.

Ha pasado más de un año desde que Natalia Romero —nombre ficticio— recibió aquella terrible noticia y su voz sigue temblando cuando comienza a relatar lo que vivió aquellos días... y lo que vendría después.

“Al día siguiente del diagnóstico, me citaron para una biopsia y ya me dieron la información de lo que tenía que hacer para interrumpir el embarazo. Ahí es cuando me explicaron que el servicio de obstetricia es objetor de conciencia y que el aborto no se podía hacer en el hospital”, continúa Natalia uniéndose así al testimonio de otras mujeres que en los últimos meses han decidido levantar la voz para poner en evidencia la situación de desamparo vivida por esas madres que tienen que abortar por cuestiones médicas.

La Ley Orgánica 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo reconoce la potestad de la mujer para interrumpir la gestación en las primeras 14 semanas del embarazo o hacerlo hasta la 22 en caso de riesgo de la vida o salud de la mujer o graves anomalías en el feto. En este último supuesto, debe haber un dictamen emitido por dos médicos especialistas distintos a los que practican la intervención. Además, se establece que la prestación ha de realizarse en centros de la red sanitaria pública o vinculadas a la misma, y agrega: “Si excepcionalmente el servicio público de salud no pudiera facilitar en tiempo la prestación, las autoridades sanitarias reconocerán a la mujer embarazada el derecho a acudir a cualquier centro acreditado en el territorio nacional, con el compromiso escrito de asumir directamente el abono de la prestación”.

Según datos de 2019 del INE, sólo el 15% de los abortos realizados en España se realizaron en centros sanitarios públicos, mientras que el resto fueron derivados a centros privados acreditados. Según este mismo estudio, hay cinco comunidades autónomas, Comunidad de Madrid, Extremadura, Castilla-La Mancha, Murcia y Aragón, en las que sólo se notificaron interrupciones en centros privados, ninguna en centro sanitarios públicos. 

Según el informe de seguimiento de Interrupciones Voluntarias del Embarazo (IVE) notificadas en la Comunidad de Madrid en 2020, publicado por la Dirección General de Salud Pública de la Consejería de Sanidad, se notificaron 16.466 IVE —un 3,2% por graves malformaciones fetales—. En este documento no aparecen cifras sobre los realizados en centros públicos pero sí se aclara que casi el 75% fueron financiados públicamente. 

El principal motivo alegado para negar la práctica de abortos en hospitales públicos ante casos como el de Natalia es la objeción de conciencia, un derecho que queda reconocido en la citada ley 2/2010 para los profesionales sanitarios implicados en el procedimiento. Y aunque desde la Consejería de Sanidad nos confirman que “la objeción de conciencia es de los profesionales”, en la práctica en la mayoría de los hospitales públicos es el servicio el que objeta en bloque.  “Desde los hospitales nos limitamos a seguir las indicaciones de la Consejería en estos casos”, aseguran desde el departamento de comunicación del Hospital Infanta Elena de Valdemoro.

Me dieron cita para la mañana siguiente, sábado. Me pareció bien porque era fin de semana, el lunes era fiesta, me daría tiempo a recuperarme y me incorporaría a trabajar el martes, y nadie se enteraría de nada

Natalia estaba dentro de ese 3,2% y vive en la Comunidad de Madrid: “Me dieron los papeles y me informaron de que el procedimiento era subvencionable y me dieron un número de teléfono para gestionar la cita. Cuando salí del hospital llamé, pero finalmente tuve que ir presencialmente a la Consejería de Sanidad a completar los trámites”. En la consejería, Natalia tuvo que elegir una de las tres clínicas concertadas que le ofrecieron. “Al final elegí la clínica Dator porque me sonaba la zona en la que está ubicada. Me dieron cita para la mañana siguiente, sábado. Me pareció bien porque era fin de semana, el lunes era fiesta, me daría tiempo a recuperarme y me incorporaría a trabajar el martes, y nadie se enteraría de nada. Pero estaba equivocada porque nadie te cuenta lo que viene después, nadie te orienta sobre el duelo que vas a vivir”.

“En la puerta de la clínica había grupos antiabortistas y trataron de acercarse a nosotros para darnos el folleto e ‘informarnos’. No es agradable tener que vivir encima eso porque ellos no saben por qué yo estaba allí. Lo llamarán interrupción voluntaria del embarazo pero en mi caso no es voluntaria. Yo no tenía elección, así que voluntaria como tal, no es”, continúa su relato.

Tras cumplir con los trámites administrativos, Natalia fue explorada e informada del procedimiento al que se le iba a someter. “El médico me explicó que todo sería sencillo y rápido, y de poco más me acuerdo porque yo no estaba muy centrada. Me bajaron a la sala previa al quirófano, donde estábamos todas juntas, las que van de forma voluntaria y las que vamos por cuestiones médicas. Mientras esperaba a dilatar, yo lloraba porque me iba a despedir de mi bebé. Y miraba alrededor, veía a las mujeres que no estaban en la misma situación y no entendía por qué tenía que compartir ese momento con ellas. Ves y escuchas cosas que no debes… La enfermera me preguntó por qué lloraba. ‘Qué pasa, ¿te estás arrepintiendo? Tú no te preocupes porque, yo no sé cómo estarás, pero con esto de la pandemia económicamente no es lo mejor traer a un niño al mundo’. Yo me di cuenta de que lo único que me quedaba era salir de allí cuanto antes porque no me iba a aportar nada bueno”.

Cuando la pastilla que provoca la dilatación del útero hizo efecto, Natalia pasó a quirófano entre fuertes dolores. “Me colocaron en el potro y entonces me ataron los pies y las manos en cruz. Me iban a dormir, me podían haber atado después. Entre el frío que sentía, el dolor insoportable, que estaba atada y que no tenía ninguna intimidad porque el quirófano estaba abierto y yo podía ver lo que pasaba al otro lado de la puerta... Le supliqué llorando a la enfermera que me durmiese porque no podía más”, rememora con dolor.

“Desperté en la sala de reanimación junto a otras chicas, todas en nuestras camillas. Me seguía doliendo mucho y yo gritaba y pataleaba. Y todas las chicas me estaban viendo en ese estado. Mi marido mientras, en la sala de espera, preguntando por qué yo no salía si estaban saliendo chicas que habían entrado después, y no le daban ningún tipo de información”, explica.

Salí de allí horrorizada… Eso sí, lo de menos era lo que había vivido porque lo peor era haber perdido a mi bebé. Aunque luego te planteas qué necesidad hay encima de vivirlo así

“Salí de allí horrorizada… Eso sí, lo de menos era lo que había vivido porque lo peor era haber perdido a mi bebé. Aunque luego te planteas qué necesidad hay encima de vivirlo así. Y yo me preguntaba: ‘¿Esto es siempre así o es que he tenido mala suerte?’ Pues por lo que he compartido con compañeras del grupo de apoyo, parece que sí que es así. Bueno, en otras clínicas, al menos, te atan después de dormirte”, asegura.

El silencio ha sido la respuesta de la Consejería de Sanidad al ser preguntada por los procedimientos llevados a cabo por las clínicas privadas a las que se deriva a las pacientes desde hospitales públicos. Por su parte desde la clínica son claros: “No podemos hacer valoraciones de lo que haya sentido una mujer”, señala Sonia Lamas Millan, responsable de comunicación de la Clínica Dator.

“Mantenemos el respeto absoluto, y garantizamos los protocolos médicos y de todo el proceso de acompañamiento que están establecidos”, continúa y nos remite a la rectificación pronunciada en sede judicial del matrón del Servicio Murciano de Salud Jorge Serrano Carrasco. Este sanitario publicó en la revista Info Matronas un artículo en el que denunciaba las prácticas de las clínicas privadas a las que eran derivadas mujeres que tenían que someterse a una interrupción del embarazo por criterios médicos. La Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción Voluntaria del Embarazo (ACAIVE) consideró esta rectificación como “un reconocimiento a la actividad profesional en el marco de la práctica sanitaria de aborto provocado y un resarcimiento hacia la injustificada persecución de la que están siendo objeto”.

“Hay una cuestión de la que me di cuenta después y me la planteé a posteriori y que hubiera necesitado saber: nunca me dijeron qué hicieron con mi bebé”, inicia Natalia la descripción de lo que llegó después.

“Cuando volví a casa fue horrible, como si me hubieran arrancado la vida. Te sientes vacía y no tienes nada a lo que recurrir. Ahí me empecé a plantear, ¿cómo he sido capaz de hacer esto y no preguntar qué hacían después con mi bebé? Pero es que en ningún momento nadie te habla de tu bebé, nadie lo trata como a tu hija—porque era una niña—, nadie le da ese espacio. Son restos biológicos que se van con lo demás. Desde el grupo de apoyo denunciamos eso precisamente y lo queremos cambiar, que se ofrezca ver al bebé y que la madre se pueda despedir. Sé que suena duro y que desde fuera piensas que para qué, pero es que luego se necesita, necesitas esa despedida. Hay hospitales, por ejemplo en Barcelona, en los que hacen cajas de recuerdos y te pueden, por ejemplo, hacer una huella. Así puedes acudir a esa caja de recuerdo cuando estés triste y desesperada. Es una manera de hacer un duelo sano y nuestro duelo no es sano. Te piden que sea rápido, que lo olvides y que continúes con tu vida, como si no hubiese pasado nada”, reclama.

Tuve control médico en el hospital varias veces. Pero yo entraba en la consulta, me ponía a llorar y no podía pronunciar palabra

Sola, perdida, sintiéndose culpable y sin el apoyo profesional necesario discurrieron los días posteriores para Natalia. “Tuve control médico en el hospital varias veces. Pero yo entraba en la consulta, me ponía a llorar y no podía pronunciar palabra. Me cruzaba con las embarazadas que salían tan contentas con su ecografía, que no tienen culpa de nada, y eso me hundía. Los médicos tampoco te preguntan más allá al verte así y no conocen la historia de lo que has pasado. Pero deberían saberlo, deberían saber qué ha pasado en esa clínica. Tampoco recibí apoyo psicológico, si lo quería lo tenía que buscar por mi cuenta, y decidí llevar muy en secreto mis sentimientos, me cerré en banda a compartirlo porque había comentarios que me dolían mucho. ‘Ya tendrás otro’, ‘Si no ha sido es porque no tenía que ser’... Decidí no hablar pero cuando vi que no estaba bien, me puse a investigar en las páginas de los grupos de ayuda. Es verdad que fue la ginecóloga del hospital de Valdemoro la que me informó de que existían esos grupos. Sentí que la doctora sabía lo que se me venía después y me dio estos contactos para que hablase con ellas.  Primero empecé a seguirlas por redes y después de casi un año de todo lo que pasó me metí en la primera reunión. Ahí descubres que todas hemos sentido lo mismo y hemos vivido lo mismo”.

Gracias a la asociación A Contracor, que nace con el objetivo de dar visibilidad a las pérdidas gestacionales por interrupción legal o voluntaria del embarazo, Natalia se unió a un grupo de mujeres para trabajar en la formación de la Plataforma Interrupción Embarazo Madrid.

Desde esta plataforma ya han hecho llegar una petición formal al Ministerio de Igualdad para que se contemplen sus necesidades y peticiones en la modificación de la Ley Orgánica 2/2010 de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo en la que el ministerio de Irene Montero está trabajando desde el verano de 2021.

Obligatoriedad de que todos los hospitales públicos ofrezcan el derecho a la interrupción del embarazo por motivos médicos, protocolos unificados en clínicas públicas y privadas, posibilidad de despedida y generación de recuerdos, acompañamiento psicológico y circuito separado son algunas de las propuestas solicitadas por esta plataforma. “Nos estamos movilizando para hacer una plataforma y que otras chicas puedan recurrir a nosotras, tanto si han pasado por ello como si tienen que pasar, y que no vivan la misma experiencia que nosotras”, concluye Natalia, que reconoce encontrar cierto consuelo peleando para que las cosas cambien.

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Mila Fernández es editora de branded content y redactora de LIFE en 'El HuffPost'. Convertir a los lectores en seguidores fieles de nuestras marcas es su objetivo. Antes fue redactora de viajes, estilo de vida y entrevistadora en varias publicaciones femeninas y de viajes. Además, ha sido locutora y presentadora y esa espinita se la saca conduciendo nuestro podcast 'Tarjeta Morada'.