La educación, la gran olvidada de esta pandemia

La educación, la gran olvidada de esta pandemia

A young happy college female student with a book sitting on window sill at home, studying.Halfpoint via Getty Images

Por Jesús Rey Rocha, investigador científico en Ciencia, Tecnología y Sociedad en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IFS-CSIC), Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS - CSIC); y Emilio Muñoz Ruiz, profesor de investigación en el Instituto de Filosofía del CSIC; Unidad de Investigación en Cultura Científica del CIEMAT, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS - CSIC):

Son pocas las familias que no han sufrido los problemas experimentados por alumnos/as y profesores/as para sacar adelante el curso, afectados por la pandemia de la COVID-19 y el consecuente periodo de confinamiento. Y ahora nos asomamos con incertidumbre y preocupación al inicio del nuevo curso académico que se avecina.

La lectura del libro La utilidad de lo inútil. Manifiesto, del profesor y filósofo Nuccio Ordine, deviene paradójica e irremisiblemente en una reflexión sobre lo útil. Ordine, apoyándose en pensadores clásicos, desgrana la utilidad de aquello que se considera en primera instancia como inútil.

Nos interesa resaltar aquí el valor o utilidad del conocimiento, particularmente en estos tiempos en que la COVID-19 está afectando de un modo dolorosamente explícito no solo a la salud de la población y a la economía.

Llegado el momento de un primer intento de vuelta a la normalidad, aflora el daño que ha sufrido la educación en todos sus niveles, desde infantil a la universidad. Y que, sin duda, seguirá padeciendo en el inicio del próximo curso.

No debiera ser necesario recordar el valor –la “utilidad”– de la enseñanza. No solo es el medio para adquirir los conocimientos y destrezas que permiten desenvolverse como persona y como ciudadano. Como señala Ordine, la enseñanza y la cultura son partes constitutivas del “líquido amniótico ideal en el que las ideas de democracia, libertad, justicia, laicidad, igualdad, derecho a la crítica, tolerancia, solidaridad y bien común pueden experimentar un vigoroso desarrollo”.

Hay que agradecer al pensador italiano por recordarnos el discurso que Victor Hugo pronunció en la Asamblea Constituyente francesa en 1848. Su objeciones, en palabras de Ordine, mantenían una “apabullante actualidad” en 2013, fecha de la primera edición de su obra. Y la recobran si cabe con mayor vitalidad siete años más tarde con motivo de la pandemia de la COVID-19.

El escritor, político e intelectual francés argumentó ante la Asamblea lo perjudicial e ineficaz de recortar la financiación de la cultura. Particularmente en un momento equivocado, cuando el país necesitaba, por el contrario, potenciar las actividades culturales y la enseñanza pública.

Nos interesa centrarnos aquí en esta última, en la enseñanza pública, cuando –como en aquel 1848– es más necesaria que nunca –y lo seguirá siendo en el futuro inmediato–. En unos momentos en que debemos protegerla con especial atención para evitar el riesgo de que la sociedad caiga en el abismo de la ignorancia.

“¿Cuál es el gran peligro de la situación actual? La ignorancia. La ignorancia aún más que la miseria”, clamaba Victor Hugo defendiendo las instituciones de enseñanza que tienen precisamente como objetivo expreso “perseguir, combatir, destruir la ignorancia”.

Las dificultades que el distanciamiento social plantea para este nuevo curso ya están sobre la mesa. Y se unen a los problemas estructurales de la enseñanza en España, agudizados por la pandemia.

Basándonos en diagnósticos y propuestas realizadas por expertos sin duda más cualificados, cabe hacer una recapitulación de los mismos:

  1. Desigualdades en función del origen de las familias.
  2. La brecha de acceso y uso de recursos digitales en algunos hogares, que aumenta la desigualdad frente a la educación no presencial.
  3. Algunos problemas endémicos como el fracaso escolar.
  4. Las desigualdades en organización, gobernanza y modelos educativos entre las distintas comunidades autónomas, que han hecho más evidentes las deficiencias del Estado autonómico en materia educativa.
  5. El debilitamiento del papel de los ministerios de Educación.
  6. La frágil situación de las universidades españolas, atenazadas por sus problemas internos, la falta de recursos y su escasa relevancia en asuntos públicos de importancia.

Durante la COVID-19, la enseñanza ha estado relegada en las medidas de mantenimiento y desarrollo, en las estrategias de superación y recuperación. No se le ha prestado la debida atención en las agendas políticas e informativas, más centradas en el debate entre la vida y la economía.

La pandemia ha desencadenado un enorme esfuerzo por preservar la salud de la población, la economía del país, la supervivencia de las empresas y los sectores económicos, el empleo y la economía de los trabajadores.

Pero ninguna sociedad puede recuperarse plenamente de los efectos de esta pandemia y volver a una normalidad, al menos no más injusta y desigual que la anterior, sin prestar una atención preferente a la enseñanza. Si es cierto que no queremos que nadie quede atrás, debemos defenderla con todos los medios a nuestro alcance, al igual que hemos hecho con la asistencia sanitaria y con la economía y el empleo.

Es irrenunciable cuidar las necesidades educativas inminentes y responder estratégicamente al futuro que se plantea tras la pandemia. Atender no solo al “pan de la vida”, sino también al “pan del pensamiento, que es también el pan de la vida”. Como propuso Victor Hugo, es imprescindible e ineludible atender a las necesidades para el estudio de los niños y jóvenes.

La imaginación, el voluntarismo y el esfuerzo de profesores, alumnos y familias han contribuido decisivamente a que el curso académico no se perdiera. Pero no es suficiente. Al menos no para afrontar el próximo, cuyo progreso no puede descansar únicamente en ellos. Son necesarios voluntad, esfuerzo y coordinación institucional para integrar esos elementos y potenciarlos.

El inminente comienzo del nuevo curso académico impone una mirada cercana. Pero no deben olvidarse la planificación y la estrategia necesarias para abordar la solución de los numerosos problemas estructurales que sufre la enseñanza.

Muchos ciudadanos no podrán disfrutar de vacaciones estivales este año por motivos de salud o económicos. Por eso, es momento de dar una respuesta social y solidaria que incorpore la educación, la cultura y la ciencia, el ejercicio comprometido de la(s) ética(s) y el trabajo en pro de un futuro sostenible. La pausa estival no puede ser una excusa; no en este momento y en esta situación.

Al igual que hemos hecho un esfuerzo por levantar y ampliar infraestructuras y plantillas de los centros sanitarios, hemos empoderado a otras profesiones igualmente relevantes, y hemos incorporado la iniciativa y colaboración ciudadana para responder a la emergencia de la vida, debemos hacerlo también para atender las necesidades de la enseñanza.

No caigamos en un error deplorable dejando de lado la enseñanza. Iluminemos la ruta poscovid con las luces de la Ilustración.

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