La igualdad de género también es masculina

La igualdad de género también es masculina

Una sociedad que mata y discrimina a la mitad de su población por el mero hecho de ser mujeres, no es una sociedad decente.

Un hombre, con la cara pintada con un símbolo feminista, durante una manifestación en MaSOPA Images via Getty Images

Aunque todos los días hay razones y también la obligación de trabajar para que la igualdad entre las personas que habitamos este mundo sea una realidad, lo cierto es que los 8 de marzo, al igual que ocurre con los cumpleaños, son una buena ocasión para mirar atrás y ver de dónde venimos, y para mirar adelante y darse cuenta de todo el camino que aún nos falta por recorrer en materia de igualdad entre mujeres y hombres.

Si nos atenemos a los índices que miden la igualdad de género, la Unión Europea es uno de los mejores espacios del mundo para nacer mujer. Ocupan espacios de poder, un alto porcentaje tiene estudios superiores, poseen una tasa de empleabilidad elevada, son referentes en muchos ámbitos sociales y culturales… Sin embargo, la igualdad real de género no es una realidad en suelo europeo.

Cada día, siete mujeres son asesinadas en la UE por sus parejas o exparejas; las trabajadoras cobran de media un 14,1% menos que sus compañeros por igual trabajo y, como consecuencia, sus pensiones son un 30% más bajas, también porque su tasa de desempleo es mayor y acaparan los puestos a tiempo parcial. La cultura de los cuidados sigue estando feminizada y solo una de cada tres ocupa un puesto de alta gestión en las empresas.

Estos son solo algunos datos que demuestran que aún faltan muchos hitos en el camino que tenemos por delante. Aunque si hacemos ese ejercicio de volver la vista atrás, vemos que aunque a un ritmo mucho menor del que nos gustaría, sí se está avanzando en materia de igualdad.

Cuando digo “juntos” me refiero especialmente a los hombres, porque sin la implicación proactiva de todos nosotros será imposible alcanzar la meta

Hoy, dos de las tres principales instituciones comunitarias están presididas por mujeres y la paridad se ha impuesto por primera vez en la historia de la Unión en el Colegio de Comisarios y Comisarias. También a nivel laboral y salarial se van recortando puntos de esa brecha que afecta a las mujeres.

Y en la lucha para erradicar los asesinatos machistas, hay que celebrar el compromiso de la Comisión de poner en marcha una Directiva europea contra la violencia de género, una iniciativa que los socialistas venimos reclamando desde hace años.

Pero este avance no es fruto de la casualidad o de la inercia, la Unión Europea se fundamenta en un conjunto de valores entre los que se incluye la igualdad. La promoción de la igualdad entre hombres y mujeres están recogidos en parte de su articulado: artículo 2 y artículo 3 del Tratado de la Unión Europea, artículo 21 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea o artículo 8 del TFUE, que otorga a la Unión el cometido de eliminar las desigualdades entre el hombre y la mujer y promover su igualdad en todas sus acciones

También en la Declaración de la Conferencia Intergubernamental que adoptó el Tratado de Lisboa, la Unión y los Estados miembros se comprometieron a “combatir la violencia doméstica en todas sus formas, prevenir y castigar estos actos delictivos y prestar apoyo y protección a las víctimas”.

Aunque reconozco que ser hombre y europeo conlleva privilegios a la luz de las estadísticas, me avergüenza vivir en un mundo donde se juega con ventaja si naces varón.

Pero de nada servirán estos artículos sin una decidida voluntad política de pasar del papel a iniciativas concretas y sin el compromiso de toda la sociedad para recorrer juntos y rápidamente ese camino, plantándole también cara a las amenazas de retroceso, tanto a las que llegan desde la extrema derecha europea o a las que se cuelan en gestos cotidianos que lejos de ser leves dejan entrever un profundo machismo.

Hemos visto relegar a una de las más altas autoridades europeas a un sofá mientras sus compañeros varones se acomodaban en el sillón presidencial o negarle la mano a esta misma mandataria mientras se deshacían en efusivos saludos sus acompañantes de escenario. Imágenes que nos han provocado una mezcla de incredulidad, rabia y vergüenza, pero que sobre todo han hecho saltar las alertas.

De ahí que cuando digo “juntos” me refiero especialmente a los hombres, porque sin la implicación proactiva de todos nosotros será imposible alcanzar la meta. Nosotros debemos incorporar en nuestro ADN la causa de la igualdad de género y también liderar iniciativas que supongan un progreso hacia esa meta. No solo porque es lo justo, sino porque una sociedad que mata y discrimina a la mitad de su población por el mero hecho de ser mujeres, no es un sociedad decente.

Por eso, aunque reconozco que ser hombre y europeo conlleva privilegios a la luz de las estadísticas, me avergüenza vivir en un mundo donde se juega con ventaja si naces varón.

Permítanme que dedique las últimas líneas a las mujeres ucranianas. Ellas, mayoritariamente, están saliendo del país con sus hijos e hijas para alejarlos de la guerra y asegurarles un futuro. Nuestro deber como europeos, como demócratas y como sociedad es estar a su lado. Acompañarlas en este difícil viaje y asegurar que sus derechos y su dignidad serán respetados.