Soy bipolar. Al igual que Britney Spears, merezco controlar mi propia vida

Soy bipolar. Al igual que Britney Spears, merezco controlar mi propia vida

Dado que las mujeres tienden a ser diagnosticadas y tuteladas en mayor proporción que los hombres, no hace falta ser muy listos para sumar dos y dos.

AXELLE/BAUER-GRIFFIN VIA GETTY IMAGES

El 23 de junio, Britney Spears testificó sobre el infierno que ha vivido desde 2008, el año en el que a su padre, Jamie, le concedieron su tutela legal. Ni siquiera el movimiento Free Britney podía imaginar los detalles de su testimonio: le obligaban a tomar un medicamento que la hacía sentirse “ebria”, hacer giras contra su voluntad, le impidieron quitarse el DIU que tiene implantado, etc.

Las tutelas están pensadas para proteger a aquellas personas que no son capaces de gestionar sus propios asuntos, a menudo por enfermedades mentales como la demencia. Son herramientas legales para utilizar como último recurso. Spears, en los 13 años que lleva como tutelada, ha publicado varios álbumes de éxito y ha cuidado de sus dos hijos. Incluso tomó la astuta decisión de testificar de forma pública para que todo el mundo conociera su situación.

Comparto con Birtney Spears el trastorno bipolar, y sé bien lo devastador que es que te diagnostiquen una enfermedad psiquiátrica “grave” cuando eres una mujer joven.

Cuando cumplí los 15 años, me sometieron a varias sesiones de terapia electroconvulsiva. Es lo más traumático y destructivo que me ha pasado en la vida. Es un procedimiento que te provoca convulsiones de forma deliberada, tras las cuales yo acababa dolorida como si me acabaran de pegar una paliza.

Recuerdo que me ponían gel en las sienes y me sentía como una tostada con mantequilla. Luego una enfermera me ponía un protector bucal para evitar que me mordiera la lengua.

Esta experiencia solo la recuerdo a fragmentos, pero muy duros y terroríficos. Uno de los efectos secundarios de esta terapia es la pérdida de memoria, sobre todo de las semanas cercanas al tratamiento. Perdí meses de recuerdos.

Las investigaciones demuestran que los médicos y los psiquiatras comparten los mismos sesgos que la población general, o incluso más

En aquella época, el 70% de los pacientes que recibían este tratamiento eran mujeres jóvenes. A los hombres apenas se les trataba así porque éramos las mujeres a las que se nos veía como poco fiables, sensibles y necesitadas corrección.

Incluso en la actualidad, a las mujeres se les diagnostican más enfermedades mentales que a los hombres, aunque los síntomas sean los mismos, como señala Psychology Today. A las mujeres, según la OMS, les recetan más medicamentos psicotrópicos, lo que les dificulta el trabajo, la maternidad, la capacidad de socializar e incluso el movimiento. A nosotras también nos internan antes en el psiquiátrico. Muchas de estas personas acaban en la pobreza o volviendo a casa de sus padres.

Cualquier padre o madre con una enfermedad diagnosticada por un psiquiatra corre el riesgo de perder la custodia de sus hijos. Dado que las mujeres tienden a ser diagnosticadas y tuteladas en mayor proporción que los hombres, no hace falta ser muy listos para sumar dos y dos y sacar conclusiones.

Algunas de las fotos de Britney Spears han sido portada en los últimos años: rapada y atacando el coche de un paparazzo. Otras estrellas, como Justin Bieber, Lamar Odom y Alec Baldwin también han atacado a los paparazzi con armas o con las manos desnudas, pero eso no ha llamado tanto la atención. Lo que llegó a las portadas fue la expresión de ira de Spears y su decisión de raparse la cabeza.

Había pasado de ser la princesa del pop a ser Charlize Theron en Mad Max, un cambio inaceptable para una joven que antaño admitía con pudor que era virgen.

Cuando yo tenía más o menos la edad de Spears en el momento en el que la pusieron bajo la tutela de su padre, sufría muchos cambios repentinos de humor. Sufría experiencias psicóticas y ansiaba controlarlo por mí misma. No quería que me controlaran los medicamentos. Sin embargo, me resultó imposible que me escucharan. La palabra bipolar era, a menudo, lo único que necesitaban oír los médicos.

Aprendí que, por mucho que se preocupara mi marido por mí, no podía permitir que estuviera presente en la consulta del médico, porque siempre le hablaban a él y a mí apenas me miraban, como si no estuviera presente.

Uno de mis psiquiatras no dejaba de recetarme haloperidol, un tranquilizante que me dejaba grogui. A la larga, ese medicamento me provocó  temblores y problemas para caminar.

Cuando le dije que este medicamento me hacía sentirme fatal y que no me ayudaba, me dijo: “Mira, lo que voy a hacer es recetarte más haloperidol”. Y seguidamente me dijo que si no lo tomaba, corría el riesgo de suicidarme, como si mis únicas opciones fueran estar grogui o muerta.

Una vez que un paciente tiene un trastorno psiquiátrico, ya no tiene credibilidad. Los problemas de salud que aparezcan después los achacarán a dicho trastorno

Britney Spears ha hablado sobre sus cambios de humor y su ansiedad. En su reciente testimonio, dijo que había estado medicada. El litio, el medicamento que la hacía encontrarse ebria, no le permitía vivir su vida como a ella le gustaría. Cuando se lo decía a su entorno más cercano, todos la ignoraban.

Después del haloperidol, me hicieron pasar al litio, que tampoco me ayudó a solucionar mis cambios de humor. Lo que sí hizo fue provocarme los mismos problemas que a Spears: iba por la vida mareada y tuve que dejar de hacer ejercicio, pese a lo que me gustaban mis clases de aeróbic.

También engordé. La ganancia de peso y la obesidad son algunos de los efectos secundarios de muchos medicamentos psiquiátricos, y no solo por no cuidar lo que se come. Al hecho de ganar peso, sufrir diabetes y tener el colesterol alto los llaman efectos secundarios metabólicos por algo. Mi metabolismo cambió. Empecé a engordar comiendo lo mismo con lo que antes me mantenía. Mi apetito también aumentó. Recuerdo sentirme como si hubiera engullido lombrices solitarias y tuvieran un hambre voraz en mi interior.

Tengo un recuerdo sobre Britney Spears un tiempo después de dejar el litio. En aquella época me habían recetado ácido valproico, otro medicamento que puede provocar efectos secundarios metabólicos graves. En poco tiempo engordé más de 10 kilos. Estaba en la piscina con mi marido. Me disponía a saltar al agua cuando un joven que pasaba por ahí me dijo: ”¿Te has dado cuenta de que tienes más muslo que Britney?”.

Sí, se refería a Britney Spears. Y sí, me había dado cuenta del tamaño de mis muslos.

Aunque ya soy mayor, no considero que ya esté a salvo por mi trastorno bipolar y mi cuerpo. Las investigaciones demuestran que los médicos y los psiquiatras comparten los mismos sesgos que la población general, o incluso más. Mi cuerpo con trastorno bipolar me hace sentir que los médicos no me van a creer cuando les cuente los síntomas de mis otras enfermedades, un problema llamado eclipse diagnóstico.

Esto es solo una forma pedante de decir que una vez que un paciente tiene un trastorno psiquiátrico, ya no tiene credibilidad y muchos de los problemas de salud que aparezcan después los achacarán a dicho trastorno. A mí me ha pasado. El año pasado me tuvieron que llevar en ambulancia al hospital y aún no conozco la causa. El médico de urgencias se leyó mi historial, me hizo una revisión rápida en menos de un minuto y me dijo que podía irme.

Hubo un momento en el testimonio de Spears que me rompió el corazón. Estaba describiendo lo duro e invasivo que le resultaba la tutela legal de su padre. “Es una locura”, dijo.

Creo que utilizó la palabra locura en el sentido general de “algo horrible” que le damos normalmente en la sociedad, pero me resultó muy triste que describiera su tratamiento con una palabra que tanto han utilizado contra ella, una palabra que sirvió para ponerla bajo la tutela legal de su padre, en primer lugar.

Quizás sea hora de parar. Quizás deberíamos reconocer que lo que describimos como locura no es un sinónimo de “lo peor posible”. Y deberíamos reconocer que la bipolaridad también le puede suceder a una persona rica, completa y con una vida autónoma.

Creo en el poder de la neurodiversidad. El mundo necesita toda clase de mentes y un escepticismo sano sobre el comportamiento “normativo”. Hay psiquiatras como Nancy Andreasen que han realizado investigaciones específicamente a personas creativas, y muchas de estas personas creativas son bipolares. Quizás la bipolaridad de Britney es parte de su creatividad, de su personalidad, de aquello que le ha permitido llegar al éxito, hacer esos álbumes y realizar esos espectáculos. Yo no creo que esté rota y tampoco elegiría tener un cerebro distinto.

Espero que Britney Spears recupere el control que merece sobre su propia vida y la oportunidad de cuidar de sí misma y de gestionar su vida y su mente como a ella le parezca.

Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.