Por favor, habilita JavaScript para ver los comentarios de Disqus.
Dura advertencia para Europa por la amenaza que supone el nuevo "patio del recreo" del Kremlin

Dura advertencia para Europa por la amenaza que supone el nuevo "patio del recreo" del Kremlin

Tras la caída de Bashar al Assad, Moscú ha volcado su maquinaria en Libia para mantener su presencia en el Mediterráneo.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin.Getty Images

El Kremlin ha reaccionado con velocidad la caída del régimen de Bashar al Assad en Siria. En cuanto el dictador cayó en diciembre de 2024, Moscú perdió su mayor bastión en Oriente Medio y con él, el control sobre las dos joyas de su estrategia regional: la base aérea de Jmeimim y la base naval de Tartús. Ambas instalaciones habían servido durante años como punto de apoyo ruso en la costa del Mediterráneo. Ahora, con esas posiciones en el aire, Rusia se ha lanzado de lleno a conquistar un nuevo terreno: Libia.

Pese a que ninguna de las facciones libias ondea la bandera rusa ni actúa como aliada formal, Moscú ha comenzado a desplegar sus fichas sobre el tablero. Ha enviado armas, soldados e incluso dinero impreso directamente a este país del norte de África, según reveló el medio lituano 15min.lt. Esta maniobra no responde a un mero oportunismo: forma parte de una reorientación estratégica calculada al milímetro para llenar el vacío que dejó Siria y garantizarse una influencia directa sobre una región que mira de reojo a Europa.

Libia lleva años sumida en el caos. La fragmentación política y el control desigual del territorio han convertido al país en terreno fértil para injerencias extranjeras. El Kremlin lo sabe y lo aprovecha. Rusia no solo busca réditos militares o económicos; también estudia cómo manejar los flujos migratorios como herramienta de presión contra la Unión Europea. Lo ha hecho antes, y ahora vuelve a tantear los límites.

Moscú ya ha demostrado en otras guerras —como en Ucrania o en la propia Siria— su habilidad para mover piezas en silencio, apoyarse en actores locales y aumentar su peso en regiones clave sin necesidad de colocar un uniforme oficial en el terreno. Libia parece ser ahora ese nuevo laboratorio de operaciones, un lugar desde el que puede lanzar señales, reforzar posiciones y tensar las costuras geopolíticas del continente europeo.