La búsqueda en el fondo del mar del preciado acero fabricado antes de la Segunda Guerra Mundial
Su precio puede ser hasta 30 veces mayor que el del acero nuevo.

Tras la Segunda Guerra Mundial y la detonación de la primera bomba atómica sobre el suelo del desierto de Nuevo México, se produjeron en las siguientes décadas más de 1000 explosiones atmosféricas, lo que liberó gran cantidad de isótopos radioactivos en la naturaleza, tal y como el cesio-137 o el tenecio-99.
Ello, sumado a que el acero que se producía antes se realizaba con otro proceso (conocido como Bessemer) llevó a la contaminación del acero construido posteriormente a 1945 y a la consecuente destrucción de equipos científicos fabricados con acero.
Y es que, aunque las cantidades son bastante pequeñas, son suficientes para terminar con ellos y la radiación puede generar señales falsas en equipos de medición y distorsionar los resultados. Además, la dificultad para detectar los neutrinos, también complican la situación, pues se deslizan a través de la materia pero sin interactuar.
Aquí es donde entra en juego el acero fabricado antes de 1945, pues es capaz de aislar la radiación, lo que puede ayudar en instrumentos como los contadores geiger o los vuelos espaciales, los cuales requieren de mediciones sin interferencias.
Para conseguirlo, instituciones como el Instituto Italiano de Física Nuclear ha recurrido a los ladrillos de plomo (también sirve como aislante) de un antiguo naufragio romano para el experimento de neutrinos Cuore (Observatorio Criogénico Subterráneo de Eventos Raros).
En el caso del plomo antiguo, se ha llegado a pagar hasta 30 euros por kilo. Si se utiliza la misma fórmula para el acero extraído de antiguos navíos, podría alcanzar un valor de 23.000 euros por tonelada (30 veces más que el valor actual). A pesar de ello, cabe destacar que el nuevo proceso para producir acero es más limpio que el Bessemer, aunque todos los metales producidos después de la fecha señalada cuentan con pequeños rastros de isótopos radioactivos.
