Revelan el riesgo al que se enfrentarán los soldados europeos enviados a la guerra con Rusia
Un militar y analista italiano lo tiene claro: el plan requiere claridad de objetivos, una cadena de mando eficiente y reglas de enfrentamiento compatibles con el terreno real, no con escenarios ideales. Coherencia entre medios, fines y voluntad política.

La embrionaria misión de la Coalición de Voluntarios en Ucrania genera muchas y hondas preguntas. ¿Cuántos soldados enviar, con qué tareas, qué reglas de combate, qué armas, qué protección y con qué paraguas de legitimidad política?
Los nudos y espinas de una posible intervención europea de paz en el país invadido por Rusia se examinan ahora con lupa, pero en realidad está desde hace meses sobre la mesa en las oficinas estratégicas de las capitales europeas. En Londres y París, impulsores del plan, sobre todo. Hay dudas, hay disparidad de opiniones, hay compromisos variables, porque hay mucho en juego.
En el diario italiano Il Messaggero han publicado un análisis en el que revisan el proyecto desde el plano militar, los riesgos de la hoja de ruta y el terreno en el que debería llevarse a cabo.
En los círculos militares estadounidenses se dice: "Los aficionados hablan de táctica, los profesionales hablan de logística". Los aficionados hablan de maniobras, de "botas sobre el terreno", y los profesionales, de logística. La observación es del general y analista militar Antonio Li Gobbi citado por el prestigioso medio. Para adaptar el concepto, afina: "Los aficionados hablan de soldados a enviar, los profesionales de objetivos a alcanzar".
El debate se intensificó después de que Emmanuel Macron, el presidente de Francia, anunciara que quería crear una "fuerza de seguridad" que se desplegaría en "ciertos lugares estratégicos". Pero una misión militar, para citar al general Li Gobbi en sus análisis para revistas de defensa online, no es "la suma de hombres uniformados".
Requiere claridad de objetivos, una cadena de mando eficiente y reglas de enfrentamiento que sean compatibles con el terreno real, no con escenarios ideales. Ante todo, coherencia entre medios, fines y voluntad política. Es necesario seleccionar y poner a disposición armamento, vehículos blindados, apoyo de fuego y la capacidad de reforzar rápidamente con unidades adicionales en caso de un deterioro inesperado de la situación.
En los últimos meses, el tema también se ha explorado en profundidad en una serie de reuniones en las que han participado think tanks y expertos de Inglaterra, Suiza y Alemania, y en las que han participado también analistas italianos. El problema siempre sigue siendo el mismo: veto ruso a las fuerzas europeas de la OTAN. Sin la luz verde del Kremlin, cualquier presencia, incluso con fines de paz, sólo representaría una fuerte tentación para Putin. Lo que podría querer “probar” la capacidad de reacción de Europa. Si la intención es interponer contingentes entre los rusos y los ucranianos, sería necesario un alto el fuego reconocido por ambas partes. En ausencia de un acuerdo, cualquier uso de la fuerza sería visto como una provocación.
París y Londres parecen dispuestos a forzar la mano. Otros, mucho menos. E incluso si se alcanzara un acuerdo formal, la cuestión de su legitimidad seguiría vigente. Una operación de interposición sólo puede aceptarse si el comando se percibe como neutral. La UE no lo sería. La OTAN, menos. El único actor creíble para ambas partes sigue siendo la ONU. Que, por cierto, tiene una historia desastrosa en la gestión de misiones complejas: Congo, Somalia, exYugoslavia.
Luego está el factor geográfico: una línea de contacto de al menos 1.000 kilómetros de longitud, a menudo en territorios hostiles, que debe vigilarse por medios terrestres, aéreos y navales. Se necesitarían fuerzas grandes y bien equipadas, listas para maniobrar en profundidad. También se podría imaginar un despliegue simbólico, con pequeños contingentes de varios países, para señalar la cercanía política a Kiev y desalentar cualquier incumplimiento del acuerdo por parte de Moscú.
Una fuerza multinacional pequeña pero visible. Pero entonces no habría OTAN, no habría Artículo 5, no habría Estados Unidos. Sólo Europa. Y hoy Europa todavía no tiene la capacidad de responder de forma autónoma. Ni cohesión política. Los Estados Unidos de Donald Trump proponen un ejército de ingenieros y trabajadores en las centrales eléctricas que deberían quedar bajo su control. Moscú y Kiev no están de acuerdo.
Queda mucha tela que cortar...
