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Una paradisiaca isla que muchos españoles querrían ir está 'cerrando' las puertas a los menos pudientes

Una paradisiaca isla que muchos españoles querrían ir está 'cerrando' las puertas a los menos pudientes

Deja atrás su imagen de isla para todos' y da un giro radical.

Imagen panorámica de un barrio de Hawaii
Imagen panorámica de un barrio de HawaiiGetty Images

Hawái, durante décadas sinónimo de vacaciones accesibles para la clase media estadounidense, está dejando atrás esa imagen. El archipiélago vive una transformación silenciosa pero contundente: los precios se han disparado y el destino que antes se vendía como “para todos” ahora parece reservado a quienes pueden permitirse un presupuesto holgado.

Las cifras hablan solas. El gasto diario por visitante ha crecido un 40% desde la pandemia y las tarifas hoteleras baten récords. En algunas islas, como Hawái y Kauai, una noche de alojamiento cuesta más de un 50% que hace apenas unos años. Incluso Oahu, tradicionalmente la alternativa económica, supera ya los 280 dólares por noche.

La consecuencia es evidente: muchos viajeros han empezado a renunciar. Algunos reducen estancias, otros cambian de rumbo hacia México o el Caribe. Incluso los propios residentes —acostumbrados a moverse entre islas para visitar a familiares o disfrutar de un fin de semana— reconocen que esos trayectos ya no están a su alcance.

Mientras tanto, las autoridades locales no esconden el giro estratégico. Apuestan por atraer a un turista de mayor poder adquisitivo, argumentando que así se controla la masificación. En la práctica, la selección se hace vía precios prohibitivos y campañas de promoción orientadas a mercados acomodados como San Francisco o Los Ángeles.

El perfil del visitante confirma el cambio: los turistas con ingresos altos ya representan casi la mitad del total. Los de rentas bajas, que antes llenaban la mayor parte de los aviones, han retrocedido de forma drástica. Hawái deja de ser el viaje soñador de las familias medias para convertirse en un destino cada vez más exclusivo.

Este viraje plantea preguntas incómodas: ¿se puede proteger el entorno sin expulsar a quienes lo han amado durante generaciones? ¿Quién decide que solo los visitantes más ricos son “responsables”? ¿Qué ocurre con la identidad del lugar cuando se adapta únicamente a un público privilegiado?

Para la diáspora hawaiana y muchos locales, la herida es aún mayor. Los precios no solo alejan a turistas, también dificultan regresar a casa, mantener la conexión con la cultura isleña y visitar a la familia. El paraíso sigue ahí, pero sus puertas, cada vez más, se abren solo para unos pocos.

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