La ley contra la prostitución en la calle de Bayard

La ley contra la prostitución en la calle de Bayard

La explotación sexual de seres humanos es una realidad inquietante a la que las autoridades deberían responder con firmeza. Dudo que la firmeza adecuada sea la que se pretende aplicar en Francia, y otros países adultos han decidido dar un paso en sentido contrario, legalizando la actividad.

Como los lectores de este blog ya saben, hace unos meses me mudé a Toulouse, y más concretamente a la calle de Bayard, muy cercana a la estación Matabiau -finalmente conectada con Barcelona en apenas tres horas- y que es perpendicular al boulevard de Estrasburgo (contiguo a la antigua muralla), que delimita a su vez el centro histórico -a día de hoy casi completamente peatonalizado- del resto de la ciudad.

La calle de Bayard es de las más céntricas de la ciudad que aún permiten un fácil acceso en coche, así que cuando encontré un piso de más de 120 metros cuadrados por apenas 1.000 euros al mes de alquiler (algo impensable en el centro de París) no lo dudé casi ni un segundo. No es sin embargo una calle para todos los gustos, según mi compañero de piso es la calle más rock 'n' roll de la Ville Rose, y una fórmula quizás menos lírica pero no menos exacta de describirla reza algo así como que es la calle con más cassos por metro cuadrado de Toulouse -lumpen es la traducción más exacta de cassos que se me ocurre-.

Por si no fuera ya bastante, mi piso se encuentra justo enfrente de un supermercado Lidl, que es el punto de encuentro habitual de borrachos de todo pelaje que suelen ir allí a procurarse cerveza a precios bajos. Pese a que son unos clientes muy regulares, las peleas frente al supermercado y la fastidiosa costumbre de los mismos de colarse frente a los clientes sobrios han animado a la dirección del supermercado a tomar la insólita iniciativa de eliminar las referencias de cerveza preferidas por los borrachos (preferencias en las que este bloguero, desgraciadamente, coincidía con ellos) para intentar expulsarlos, con cierto éxito, al Carrefour City unos doscientos metros más arriba. Afortunadamente solo una minoría son violentos, y uno de ellos, al que yo llamo el Conserje, ya que tiene una especial querencia por mi portal, balbucea unas palabras ininteligibles cada vez que me ve, quiero creer que de amable saludo.

Además de borrachos, la calle de Bayard es junto a la paralela calle Matabiau uno de los principales centros de la prostitución de Toulouse. Las putas de la calle Bayard, tienen, en mi opinión no experta, poco que ver con Manon, la prostituta de Toulouse que prestó recientemente su interesante testimonio en otro blog de El HuffPost. Las de mi calle son en general de una edad más avanzada y suelen ser de ascendencia africana, salvo alguna excepción como la más veterana de la calle, con más de cincuenta años de oficio sobre sus castigadas espaldas y de quien se comenta -y me parece verosímil- que acepta un cheque restaurante por sus servicios.

Hace poco, con motivo del debate sobre la ley que prevé multar a los clientes, las putas de mi barrio organizaron una pequeña acción de protesta en la cercana plaza Belfort a la que acudió mi compañero de piso que es fotógrafo. Según me contó, eran más los cámaras y los fotógrafos deseosos de captar un cliché que las representantes de lo que otro cliché ha dado en llamar el oficio más antiguo del mundo.

Como les suele ocurrir, ellas y muchas otras han sido finalmente ignoradas con la reciente aprobación de una ley cargada de buenas intenciones que regula su actividad pese a que ésta no haya generado unanimidad ni siquiera entre la izquierda gobernante. Los ecologistas votaron en contra, aduciendo que al hundir la prostitución un escalón más en la clandestinidad se favorecerá la actividad de las mafias que se pretende combatir, y creo que no les falta razón.

Es demasiado pronto para pronunciarse sobre los efectos de la ley en la calle de Bayard. Creo que últimamente la calle se ve más vacía, pero atribuyo esto más al frío que al miedo a las multas (hasta ahora, eran las prostitutas las que se arriesgaban a ser multadas, no los clientes), pero puede que sea efectivo el asunto si los clientes son más cobardes que ellas, lo que posiblemente sea el caso. Intuyo que las putas seguirán rondando la calle durante una larga temporada, y que la idea del Ayuntamiento de convertir la calle de Bayard en un boulevard peatonal contribuirá más a la gentrificación del barrio que la propia ley. Pese a todo, no me cabe duda de que los megaburdeles de La Junquera se estarán frotando las manos con esta noticia y con el reciente carpetazo a Eurovegas. Le auguro en todo caso un futuro prometedor a la prostitución en un mundo con una mentalidad crecientemente capitalista, lo que naturalmente afecta también las relaciones entre hombres y mujeres.

La explotación sexual de seres humanos es una realidad inquietante a la que las autoridades deberían responder con firmeza. Dudo sin embargo que la firmeza adecuada sea la que se pretende aplicar en Francia, y otros países adultos han decidido dar un paso en sentido contrario, legalizando la actividad. Creo que la transparencia de la misma disminuye la explotación, y si no ando en lo cierto, por lo menos esos países explotan una fuente de impuestos indirectos de esas que tanto gustan a nuestro Gobierno.