Una educación adecuada para cumplir con la agenda de desarrollo

Una educación adecuada para cumplir con la agenda de desarrollo

La aprobación el año pasado de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático reflejan un cambio profundo en las estrategias de desarrollo. La nueva agenda se basa en un enfoque integrado de los aspectos económicos, sociales y ambientales del desarrollo sostenible. La educación está en el centro mismo de esos nexos. La educación es un derecho humano.

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Niñas sirias en un colegio en Alepo (Foto: Getty, AFP).

La aprobación el año pasado de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático reflejan un cambio profundo en las estrategias de desarrollo.

La nueva agenda se basa en un enfoque integrado de los aspectos económicos, sociales y ambientales del desarrollo sostenible. Es un enfoque mundial que reúne a todos los países y supera la división tradicional entre Norte y Sur. Además, los 17 nuevos objetivos están concebidos como una agenda única e interconectada.

La óptica es clara. No podemos promover la igualdad de género sin reforzar la seguridad alimentaria. La mala calidad del aire y los fenómenos climáticos extremos pueden causar el cierre de escuelas e impedir el aprendizaje. Por otra parte, garantizar una educación de calidad para todos es esencial para luchar contra las desigualdades y prevenir los conflictos. Todas esas cuestiones están relacionadas entre sí.

La educación está en el centro mismo de esos nexos -éste es el mensaje del Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2016 de la UNESCO, presentado el 6 de septiembre en Medellín y otros puntos del planeta, en el que se examina la importancia de la educación para los 17 nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible.

La educación es un derecho humano. También es una fuerza transformadora para el desarrollo sostenible y la atenuación del cambio climático. El cumplimiento de los compromisos mundiales en materia de educación de aquí a 2030 podría prevenir 3,5 millones de muertes infantiles entre 2040 y 2050 solo en el África Subsahariana y permitir que 60 millones de personas salgan de la pobreza en los países más pobres. Se estima que si en los países de bajos ingresos se universalizara la terminación del segundo ciclo de enseñanza secundaria, los ingresos per cápita aumentarían en un 75% de aquí a 2050.

Las niñas y las mujeres son el grupo más afectado: 32 millones de niñas se ven privadas de educación primaria, y el número de adolescentes excluidas es aún más elevado.

Desde una agricultura más productiva hasta una mejor salud y la erradicación de la pobreza, la educación puede cambiar las reglas en lo que respecta al desarrollo sostenible. No obstante, para ello debemos remediar problemas considerables.

Esto empieza por los niños sin escolarizar, cuyo número asciende actualmente a 263 millones -61 millones en la educación primaria, 60 millones en el primer ciclo de secundaria y 142 millones en el segundo ciclo de secundaria. Además, 758 millones de adultos -en su mayoría mujeres- siguen siendo analfabetos. Los niños que viven en zonas de conflicto representan un tercio del total de niños sin escolarizar y los ataques contra escuelas están aumentando. Las cifras indican que los niños refugiados tienen cinco veces más probabilidades de no estar escolarizados.

Las niñas y las mujeres son el grupo más afectado: 32 millones de niñas se ven privadas de educación primaria, y el número de adolescentes excluidas es aún más elevado. Sólo el 1% de las mujeres más pobres de las zonas rurales del mundo terminan el segundo ciclo de enseñanza secundaria.

De mantenerse la tendencia actual, la universalización de la educación primaria sólo se logrará en 2042, la del primer ciclo de educación secundaria en 2059 y la del segundo ciclo de secundaria en 2084. Los países más pobres lograrán la educación primaria universal más de cien años después de los más ricos.

Además, según los datos disponibles, la mayoría de los sistemas educativos no responden a la demanda del mercado. En 2020 podría haber en el mundo un déficit de 40 millones de trabajadores con estudios superiores con respecto a la demanda.

Si no cambiamos las cosas, las niñas más desfavorecidas del África Subsahariana no conseguirán acceder a la escuela antes de 2086.

Al mismo tiempo, la educación sigue sufriendo una escasez crónica de financiación: para cubrir el déficit anual de 39.000 millones de dólares estadounidenses sería preciso sextuplicar la ayuda.

En el Informe de la UNESCO se indica que, si se prolonga la tendencia actual, sólo el 70% de los países de bajos ingresos alcanzarán los objetivos relativos a la educación primaria de aquí a 2030. Si no cambiamos las cosas, las niñas más desfavorecidas del África Subsahariana no conseguirán acceder a la escuela antes de 2086.

Es inaceptable permitir que perdure esta situación.

Debemos encontrar nuevas modalidades de acción, hacer de la educación una prioridad absoluta y establecer nexos entre las distintas áreas normativas. Tenemos que romper radicalmente con las tendencias del pasado, especialmente en los países de ingresos bajos y medios, para aprovechar todos los aspectos de la educación.

Por ejemplo, los programas de alimentación escolar no sólo reducen el hambre y mejoran la nutrición, sino que también aumentan la escolarización y permiten atender las necesidades de los grupos desfavorecidos. Este nuevo modo de proceder impulsa la colaboración entre la UNESCO, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y ONU-Mujeres, para tratar de superar los obstáculos transversales que impiden el empoderamiento de las jóvenes y las mujeres. Con tantas cuestiones estrechamente vinculadas entre sí, es precisamente el tipo de colaboración que necesitamos para llevar a cabo acciones eficaces en todos los ámbitos.

La educación es esencial para construir un futuro mejor para todos. Por consiguiente, hay que actuar ya, de forma innovadora y con el renovado compromiso de todos.

Nadie pretende que sea una tarea fácil. Todos debemos reflexionar, organizarnos y cambiar la manera de formular políticas, empezando por el sector de la educación.

Supone asimismo reconsiderar los objetivos de la educación para fomentar las competencias, las actitudes y los comportamientos que todas las sociedades necesitan hoy y necesitarán en el futuro. En este caso también, las escuelas están en primera línea. Me alienta ver que las cuestiones ambientales cobran cada vez mayor importancia en las aulas. Juntas, las escuelas, las empresas y las comunidades deben pensar más allá del mero crecimiento económico para centrarse en la sostenibilidad y el consumo, la superación de las desigualdades y la sensibilización acerca del cambio climático.

De la Agenda 2030 se desprende claramente que el aprendizaje debe efectuarse a lo largo de toda la vida a fin de ayudar a los ciudadanos a hacer frente a las dificultades, relacionando entre sí cuestiones que han estado compartimentadas durante decenios. Por ejemplo, en el ámbito de la gestión de los recursos hídricos, los actores del sector público y privado, los agricultores y los dirigentes empresariales suelen competir por esos recursos, cuando deberían colaborar para cosechar muchos más beneficios. Esto requiere la educación adecuada, ya que la cooperación debe enseñarse.

La nueva agenda es ambiciosa, y así debe ser. A fin de alcanzar los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible, no basta con hablar de romper los compartimentos. Debemos ejecutar actividades y planes integrados y concretos que aúnen a diversos sectores, niveles de gobierno y tipos de agentes. Esto supone también encontrar fondos adicionales, ya que el nivel actual de la ayuda al desarrollo, que asciende a 5.000 millones de dólares estadounidenses anuales para la educación básica, es extremadamente bajo con respecto a las necesidades y a los grandes beneficios que podría reportar una mayor inversión. La educación es esencial para construir un futuro mejor para todos. Por consiguiente, hay que actuar ya, de forma innovadora y con el renovado compromiso de todos.