Bocata 'Faller' o Valencia en los tiempos de las 'colas del hambre'

Bocata 'Faller' o Valencia en los tiempos de las 'colas del hambre'

Al caloret de las fallas y desde el instante en que la alcaldesa abre la veda que convierte Valencia en un enorme botellón, todo se dispara: desde las cifras de visitantes hasta el consumo y los precios, pasando por los castillos y las mascletás.

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Al 'caloret' de las fallas y desde el instante en que la alcaldesa abre la veda que convierte Valencia en un enorme botellón, todo se dispara: desde las cifras de visitantes hasta el consumo y los precios, pasando por los castillos y las mascletás. Pero si hay algo que de verdad caracteriza a las fallas, como a tantas otras fiestas de diversión masiva, son las colas: cola para esperar mesa en el restaurante, para pedir una cerveza, en el puesto de los churros, en el metro, en el autobús, para visitar los monumentos, en la verbena, en los urinarios móviles... En definitiva, cola para hacer cola.

Pero hay otras colas que también se dan y que comparten acera y calle con la falla y el casal y son las colas del hambre. Y es que al caloret de las fallas todo es posible: que convivan sin rubor ni vergüenza el derroche y la necesidad, el gasto desmedido y la caridad, el despilfarro y la limosna. Porque, del mismo modo que exhalan su aliento de fritanga los casales y se nos pega al pelo y a la ropa, la miseria agarra como el perro a su presa a quienes se ven abocados a ella. Y no es que tengamos que sentirnos culpables de esta situación ni nosotros ni el fallero ni su fiesta, por supuesto que no; no es más que la constatación despiadada y brutal del cada día más frecuente mundo de contrastes en que andamos embarcados, esa realidad incómoda e injusta a la que jamás debemos acostumbrarnos que ha convertido a España en uno de los países europeos con mayores tasas de desigualdad y a los niños españoles como los más pobres de Europa sólo por detrás de Rumanía.

Las colas del hambre se han convertido en la única solución para un número de personas cada vez mayor. Personas como tú o yo que se han visto arrastradas a esta situación de miseria por la crisis. Porque no se trata sólo de indigentes, sino cada vez más de jóvenes sin trabajo, mujeres con hijos o pensionistas. Personas para las que esta situación jamás acaba, porque para ellas cada día empieza de nuevo como un cruel día de la marmota. Son las colas inacabables que se forman diariamente en las puertas de los Bancos de alimentos, de Cáritas, de Cruz Roja o de las ONG, que suplen con su esfuerzo y la ayuda de donaciones particulares la labor asistencial que el gobierno debería garantizar, derivando una protección social inexistente a la caridad de organizaciones y personas. Del derecho a una vida digna y la obligación de procurarla a la limosna. Y por si esto no fuera bastante, en un alarde de hipocresía sin precedentes, Hacienda compara las donaciones ilegales del PP con las ayudas que recibe Cáritas para apaciguar el hambre de los pobres. Como dice Iñaki Gabilondo, "supera lo indignante. Es una ofensa social".

Lo último que cabía imaginar era que las familias tuvieran que acreditar ser pobres para acceder a ayudas alimentarias, pero si dudabas que ese momento pudiera llegar, que sepas que ya está aquí. Porque el Gobierno exigirá un informe de los servicios sociales que garantice la condición de pobre para beneficiarse de las ayudas que realizan las ONG a través de los bancos de alimentos. Si ya de por sí las colas del hambre para obtener un simple bocadillo o un kit de supervivencia compuesto por leche, atún y mortadela al caloret de la caridad, ya son frustrantes y vergonzosas, sólo faltaba el carnet de pobre para demostrar que lo eres. Ahora para serlo se necesitan papeles, y si no los tienes te conviertes automáticamente en un sin papeles del hambre, en posible objetivo de devolución en caliente que te saca de la cola y te arroja directamente al contenedor.

Y es que se hace lo que haga falta y no se escatiman medios por lavar la mala imagen de las calles y evitar el fraude de los pobres, no vaya a llevarse quien no deba un kilo de lentejas. No es nada novedoso. En la Edad Media ya se repartían a los afortunados que cumplían los requisitos un distintivo de pobre oficial que les permitía pedir al amparo de la ley por las calles o a las puertas de las iglesias. Eran pobres de primera y todos los demás objeto de persecución; algo similar a lo que hoy está pasando. Qué sinvergüenzas.

La verdad es que se deberían quemar muchas cosas antes en Valencia que sus monumentos falleros, lo primero la cruel desigualdad a la que nos está abocando, el descaro y la desvergüenza. Mientras tanto, nada mejor que un bocata para esperar con el ánimo templado mientras se hace cola. Ojalá todos pudiéramos tenerlo cuando nos apeteciera. Éste va dedicado a todos nosotros, que las soportamos con paciencia y resignación todos los días, sean festivos o no; y en especial, a aquellos que se ven abocados a las de la caridad arrastrados por el viento inclemente de esta crisis cruel: Bocata Faller; el bocadillo completo que te ayudará a sobrellevar con la cabeza bien alta los excesos de estos días... o de la vida. La contundencia de la morcilla perfectamente combinada con la sutileza de la alcachofa y un cálido velo de queso fundido. Un bocata tan cumplido y de sabor tan equilibrado que odiarás llegar al último bocado.

Que lo disfrutes.

NECESITARÁS (para cada bocata)

  • 3 alcachofas.
  • Media cebolleta.
  • 4 ajos tiernos.
  • 1 huevo.
  • 1 morcilla de cebolla oreada.
  • Queso Brie.
  • 125 g de un buen pan de pueblo.
  • Aceite de oliva virgen extra.
  • Sal.

ELABORACIÓN

  1. Quítale la tripa a la morcilla y en un poquito de aceite sofríela ligeramente deshaciéndola con el tenedor al mismo tiempo. Retira, pasa por papel absorbente para eliminar el exceso de grasa y reserva.
  2. Limpia las alcachofas y deja los corazones. Córtalos en 8 o 10 trocitos cada uno y reserva en agua con limón para que no se oscurezcan. Limpia y pela los ajetes y trocéalos. Pica muy fina la media cebolleta. En la misma sartén, aprovechando el resto de aceite de la morcilla (es suficiente con poco, pero añádele algo más si procede), sofríe la verdura a fuego lento, tapando la sartén con una tapadera, durante 15 minutos aproximadamente o hasta que compruebes que ya está. Rectifica de sal.
  3. Una vez sofrita la verdura incorpora el huevo y remueve hasta que se cuaje. Debe quedar jugoso, no muy hecho.
  4. Abre el pan por la mitad. Si tiene mucha molla quítale un poco para que luego asiente bien al cerrarlo. Extiende el revuelto de alcachofa en el pan. Sobre el mismo, cubriéndolo todo, la morcilla deshecha y cubre con láminas de queso Brie. Introducir al horno y gratinar.
  5. Cierra el bocata con el otro trozo de pan, apriétalo con cariño para que quede todo bien colocado en su interior y no queden huecos vacíos y a disfrutar.

Sencillo, económico y espectacular. Te garantizo que no querrás que se acabe.

NOTA

La longaniza (salchicha) también le va muy bien a este bocata, pero la untuosidad de la morcilla y la sutil rotundidad de su sabor es muy difícil de superar. El queso de cabra de rulo sustituye muy dignamente al de Brie si lo prefieres.

MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: Hero, Family of the year

Para la degustación: I know, Irma

VINO RECOMENDADO

Canforrales selección 13, tinto. La Mancha.

DÓNDE COMER

El bocata es el rey del acomodo, y lo mismo vale para un roto que para un descosido. Así que no hay límites para imaginar el lugar donde disfrutarlo: en la mesa mejor dispuesta o en el sofá frente al televisor; en el restaurante de 3 estrellas o en la taberna de trabajador; en la calle, en la playa, en la montaña... ¿Conoces algún lugar insospechado? Pues ahí también.

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

Este bocata está tremendo, sí, pero es tan rotundo como contundente; por tanto, no tienes excusa: cálzate unas buenas zapatillas, sal a la calle y pasa toda la tarde visitando fallas a paso vivo, que bocata y paseo forman el tándem perfecto.