Siempre nos quedará la logística, ¿o no?

Siempre nos quedará la logística, ¿o no?

La emergencia de China y la avidez europea por sus manufacturas está haciendo que los tráficos globales de mercancías se redireccionen. Puede que, en no muchos años, el puerto de Róterdam no sea el más importante de Europa, sino alguno del Mediterráneo. Qué bueno si fuese español.

Hay quien piensa que el e-commerce va a acabar de desmaterializar la economía, proceso más o menos avanzado en virtud de la preponderancia actual de los servicios y las tecnologías de la información. Bueno... les aseguro que hay hoy más economía material que hace unos cuantos lustros. Pero supongamos que cada vez más servicios se producen en las redes virtuales, que cada vez más compras se realizan por internet, que cada vez más pagos se hacen sin utilizar el apestoso parné. Que cada vez más todo parece apuntar a la famosa desmaterialización.

Supongo que ya lo han pillado: ¿y cómo se entrega una lavadora adquirida por internet, eh? En efecto, para empezar, mucho de lo que es objeto de e-commerce es material y seguirá siéndolo. Ahí es donde interviene la logística. Cuanto más e-commerce, más logística. La logística es el gran negocio del siglo XXI, siempre que se haga bien, claro, como todo.

Saben que el grueso de los bienes objeto de comercio internacional viajan en contenedores, ¿verdad? ¿Y que ya se están moviendo hasta 18.000 contenedores en mega-carriers flotantes de 400 metros de eslora por 60 de manga? Eso son plataformas de 24.000 metros cuadrados en medio del mar, cargadas con pilas de contenedores que pueden alcanzar hasta 27 unidades una encima de otra. De estos buques, hay en el mundo un puñado de unidades construidas en Corea y otras partes de Asia, no por azar, desde luego.

¡La logística, amigo! ¡Es la logística! Pero hay más. Hay dudas razonables de que estos buques puedan pasar por el canal de Panamá o el de Suez. Por eso se está pensando en construir un nuevo canal transoceánico en Centroamérica y lo mismo se hará en el istmo del Sinaí.

La formidable emergencia de China y la avidez europea por sus manufacturas está haciendo que los tráficos globales de mercancías se redireccionen en todo el mundo. Puede que, en no muchos años, el puerto de Róterdam ya no sea el más importante de Europa, sino algún puerto (o puertos) del Mediterráneo. Qué bueno si alguno de ellos fuese un puerto español. Para que esto suceda, hay que saber elegir a los súper-puertos capaces de acoger, dar servicio y dotar de penetración continental a estos mega-carriers.

Fíjense bien. Acoger quiere decir dar entrada en sus muelles a semejantes plataformas. Servir quiere decir realizar la desestiba de 18 mil cajitas de aquellas de manera eficiente con unas infraestructuras portuarias y vías de acceso y salida impresionantes. Dar penetración a un puerto quiere decir crear las infraestructuras ferroviarias (las viarias serían siempre insuficientes) que permitirían poner esos contenedores a varios miles de kilómetros de distancia del puerto en cuestión con la rapidez requerida (Róterdam penetra hasta el norte de Italia, por ejemplo).

¿Se les ocurre algún puerto español candidato? ¿Se les ocurre alguna vía ferroviaria dedicada que atraviese la península y los Pirineos sin cuellos de botella en sus extremos, con cientos de kilómetros de trazado, sin que los convoyes tengan que esperar a que pasen todos los trenes de cercanías del día en los alrededores de las grandes capitales provinciales españolas?

¿O no? Imagínense que un día los zapatos que calzásemos (o cualquier otro producto) fuesen una especie de envolvente energética de nuestros pies, adaptable, resistente, inmaterial, que cambiase de diseño y color a voluntad. Estos zapatos no deberían viajar en un contenedor, claro. Imagínense, por otra parte, que triunfa el movimiento kilómetro 0 y que los productos materiales viajan distancias ínfimas comparadas con las actuales. En esos casos la logística estaría tocada de muerte.

¡Despierten! Eso no lo veremos nosotros. La logística solo puede avanzar en formas que hoy somos incapaces de imaginar. Aprovéchense.

Este artículo se publicó originalmente en la revista 'Empresa Global.'