La medida que puede hacer más daño que bien a los que buscan ahorrar en calefacción este invierno
La búsqueda del ahorro marcada por el aumento constante del coste de energía.

Con la reciente bajada de las temperaturas, cada vez más hogares se ven obligados a encender la calefacción para mantener el confort en sus viviendas. En un contexto marcado por el aumento del coste de la energía y la preocupación por el ahorro doméstico, muchas familias buscan estrategias para reducir el consumo sin renunciar al bienestar. Sin embargo, no todas las medidas que prometen rebajar la factura resultan igual de eficaces.
Por ello, es importante saber que algunas prácticas habituales pueden tener efectos contraproducentes si no se aplican de forma adecuada. Este es el caso de la llamada “reducción nocturna”, que consiste en apagar o bajar la calefacción por la noche, pero lo que parece un gesto obvio de ahorro no siempre lo es. Expertos advierten que la efectividad de esa medida depende de varios factores: tipo de instalación, aislamiento, duración y profundidad de la reducción y condiciones exteriores.
La razón por la que esta medida a veces no funciona tiene que ver con la inercia térmica del edificio y el funcionamiento del equipo. En viviendas bien aisladas y con sistemas de bajas temperaturas, las superficies tardan mucho en enfriarse, pero también tardan mucho en recuperarse. Al volver a calentar a primera hora la instalación puede necesitar funcionar a mayor potencia o activar resistencias eléctricas auxiliares, con lo que los costes de “recuperación” pueden anular el ahorro nocturno, tal y como recoge el medio alemán Chip.

Depende de cada vivienda
En cambio, en edificios poco aislados, el aire interior se enfría con rapidez y, al contrario, compensa más dejar bajar la temperatura, ya que calentar de nuevo suele ser rápido y menos penalizador. En definitiva, no existe una regla universal: lo que sirve para una casa puede ser contraproducente para otra. Por ello, hay una serie de factores que hay que valorar de cara a ver si esta medida es eficaz en cada hogar:
- Duración de la reducción: Lo habitual es bajar la temperatura cuando se duerme (por ejemplo, 22:00–06:00), pero el periodo puede ajustarse según hábitos personales.
- Profundidad del descenso: No conviene que la temperatura interior baje de 16 °C para evitar el riesgo de condensación y moho en paredes frías.
- Tipo de calefacción: Calderas convencionales y radiadores responden rápidamente a cambios de temperatura; las bombas de calor y suelos radiantes, no.
- Temperaturas exteriores: Los inviernos suaves reducen el potencial de ahorro porque las estancias pierden calor más lentamente. Los edificios bien aislados conservan temperatura más tiempo pero requieren más energía para “recuperar” grados perdidos.
¿Cómo comprobar si la reducción nocturna conviene a tu hogar? Una prueba sencilla permite comprobarlo:
- Espera una noche con temperaturas exteriores cercanas a 0 °C.
- Anota la temperatura interior por la noche y luego apaga o reduce la calefacción durante el período de sueño.
- Mida de nuevo a la mañana siguiente la temperatura interior y observa la diferencia.
Si la diferencia de temperatura interior es pequeña (por ejemplo, alrededor de 3 °C o menos), la reducción nocturna probablemente aporte ahorro real; si la diferencia es grande, el coste de volver a calentar puede superar el beneficio. Además, usar un higrómetro ayuda a vigilar la humedad y evitar problemas de moho.
En resumen, bajar la calefacción por la noche es una medida accesible y potencialmente eficaz, pero no infalible. Antes de aplicar el “apágalo por la noche” como regla general, conviene medir, informarse sobre su sistema y, si es necesario, optar por reducciones moderadas en lugar de cortes totales, con el fin de no terminar pagando más por recuperar el calor que por mantener un mínimo de confort.
