El patio más emblemático de Zaragoza nunca fue de la infanta a la que hace referencia
Fue un regalo de bodas con mucho significado.

Zaragoza es una de las ciudades con más historia de España. Fundada por los romanos como Caesaraugusta, ha sido cruce de caminos y testigo de civilizaciones que dejaron una huella profunda en su patrimonio. Desde el esplendor de la Aljafería hasta las huellas mudéjares, pasando por su catedral barroca o sus vestigios romanos, la capital aragonesa es un museo al aire libre.
Entre todos sus tesoros, hay uno que pasa más desapercibido pero encierra una historia fascinante. Se trata del Patio de la Infanta, un rincón renacentista que nunca fue de una infanta y que sobrevivió milagrosamente al paso de los siglos.
Pocos zaragozanos saben que el Patio de la Infanta no debe su nombre a ninguna princesa real. Según cuenta la web traveler.es, en realidad, su origen está profundamente ligado a una historia de amor, astrología y supervivencia arquitectónica digna de una novela.
Una larga historia
Gabriel Zaporta, , un influyente banquero judeoconverso, construyó todo un palacio renacentista en Zaragoza como regalo de bodas para su segunda esposa, Sabina de Santángel. En concreto, el patio era una obra de arte renacentista decorada con bustos de reyes, emperadores y amantes célebres, pero bajo esa ornamentación se ocultaba una representación de la carta astral del día de su boda.
Durante siglos, el palacio fue testigo de múltiples transformaciones. En el siglo XVIII albergó la Real Sociedad Económica de Aragón y más tarde, la Real Academia de Bellas Artes de San Luis. La llegada de la infanta María Teresa de Vallabriga lo convirtió en un punto neurálgico para intelectuales y artistas de la época. Fue entonces cuando el patio heredó el nombre por el que hoy es conocido.
El trágico incendio
Tras un devastador incendio en 1894, el edificio fue demolido, y el patio vendido a un anticuario francés, quien lo reconstruyó en París como escaparate de su tienda. Allí permaneció hasta 1958, cuando Ibercaja lo recuperó por 30 millones de francos y lo repatrió a Zaragoza.
Ahora, el Patio de la Infanta puede visitarse en la sede de Ibercaja, en la Plaza Paraíso. Lo que muchos creen simplemente una pieza decorativa es en realidad un monumento lleno de símbolos, historia y pasión. Puede que no fuera propiedad de una infanta, pero su historia es aún más fascinante.
