El yacimiento arqueológico fronterizo a España bautizado como "la ciudad muerta" fue un asentamiento romano
Es uno de los mayores hallazgos de este tipo en la península ibérica.

Durante varios siglos, el Imperio Romano marcó profundamente la historia de la península: trazó calzadas y ciudades, implantó instituciones y técnicas constructivas, y transformó costumbres y formas de vida. Su legado, visible en ruinas, topónimos y estructuras urbanas, sigue marcando el paisaje y la memoria colectiva, y es clave para entender la evolución histórica de las comunidades que habitaron estas tierras.
En lo alto de un cerro cubierto de pinos, entre las parroquias de Oldrões y Galegos, se encuentra el que fue uno los asentamientos romanos más sorprendentes del noroeste ibérico: el Castro de Monte Mozinho, popularmente conocido como la “Ciudad Muerta”. El yacimiento, que combina elementos de la tradición castreña con la impronta del urbanismo romano, ocupa una extensión considerable y conserva un trazado urbanístico excepcional.
Este peculiar asentamiento se encuentra en el noroeste de Portugal, en el municipio de Peñafiel, y forma parte de la Ruta de los Castros y Verracos de la frontera hispano-lusa. Los restos muestran varias líneas de murallas que delimitaban la ciudad y un sistema de acceso flanqueado por torreones. Cuenta con un trazado urbanístico de tradición castro-romana con casas-patio de construcción circular y vestíbulo, y otras de planta cuadrada y rectangular.
Un lugar por descubrir
Los estudios arqueológicos apuntan a una ocupación del territorio desde el siglo I, en tiempos del emperador Augusto, hasta después del siglo V, tal y como recoge la revista Viajar. Esa larga cronología explica la mezcla de viviendas propias del dominio romano en la península. Además, varios estudios y descripciones del propio patrimonio local destacan el tamaño del asentamiento, ya que Monte Mozinho abarca alrededor de veinte hectáreas.
Por eso, el asentamiento ha sido señalado en ocasiones como uno de los mayores yacimientos de este tipo en la península ibérica, aunque parte de su extensión aún no ha sido totalmente intervenida. En la zona de entrada se hallaron fragmentos de esculturas, como las dos célebres estatuas de guerreros galaicos que reflejan la fusión cultural entre lo prerromano y lo romano. Este tipo de piezas de valor arqueológico hoy forman parte del fondo del Museo Municipal de Penafiel.
Las intervenciones arqueológicas modernas arrancaron en el siglo XX y el lugar fue declarado Bien de Interés Público en la década de 1940. A pesar de ello, buena parte del sitio permanece poco difundida entre el gran público, lo que contribuye a su halo de misterio. No obstante, el conjunto cuenta con un núcleo de recepción y materiales interpretativos que ayudan a entender la vida cotidiana, la defensa y la evolución del poblado.
