La isla fantasma descubierta por Cristóbal Colón que acabó en tierra de nadie por una erupción volcánica
El volcán sigue activo y vigilado por expertos.
La isla fantasma descubierta por Cristóbal Colón que acabó en tierra de nadie por una erupción volcánica
El volcán sigue activo y vigilado por expertos.
La isla fantasma descubierta por Cristóbal Colón que acabó en tierra de nadie por una erupción volcánica
El volcán sigue activo y vigilado por expertos.
La isla fantasma descubierta por Cristóbal Colón que acabó en tierra de nadie por una erupción volcánica
El volcán sigue activo y vigilado por expertos.
La isla fantasma descubierta por Cristóbal Colón que acabó en tierra de nadie por una erupción volcánica
El volcán sigue activo y vigilado por expertos.
Cristóbal Colón, en su segundo viaje en 1493, recorrió las islas del Caribe bautizándolas con nombres religiosos. Una de ellas fue Montserrat, llamada así por la virgen catalana y la emblemática montaña de Barcelona.
Lo que no sabía el almirante es que aquella pequeña isla de apenas 100 kilómetros cuadrados, habitada entonces por nativos del pueblo arawak, acabaría convertida en una isla fantasma siglos más tarde, tras una de las tragedias naturales más devastadoras.
Un descubrimiento con nombre sagrado
Colón llegó a Montserrat en noviembre de 1493, durante su segundo recorrido por el Nuevo Mundo. La bautizó como Santa María de Montserrate, en homenaje a la virgen negra venerada en Cataluña y al monasterio benedictino que corona la montaña del mismo nombre.
La isla, frondosa y aparentemente tranquila, pasó desapercibida para los españoles, y fue ocupada por los ingleses en 1632. Durante siglos, vivió al margen del protagonismo histórico, convertida en un pequeño enclave agrícola con plantaciones de azúcar, algodón y, más tarde, limones.
A pesar de su tamaño, Montserrat albergaba un gigante dormido. Se trataba del volcán Soufrière Hills, de más de 1.000 metros de altura. Dormía desde tiempos coloniales, sin apenas actividad sísmica. Sus laderas eran verdes, sus cráteres estaban cubiertos de vegetación, y la vida en la isla transcurría con calma hasta que despertó.
De paraíso musical a tierra de nadie
Durante el siglo XX, Montserrat era conocida por su belleza tropical y por haber sido hogar de los estudios AIR, fundados en 1969 por George Martin, productor de los Beatles. Allí grabaron artistas como Elton John, The Police y Dire Straits. Pero todo cambió en la década de 1990. Primero, el huracán Hugo en 1989 destruyó el 90% de las infraestructuras pero, más tarde, vino lo peor.
El 18 de julio de 1995, el volcán, inactivo durante siglos, entró en erupción. Una nube negra cubrió Plymouth, la capital colonial británica, y comenzó la pesadilla. La población fue evacuada parcialmente, pero en los meses siguientes la situación empeoró.
En 1996 y 1997, nuevas erupciones más violentas sepultaron la capital bajo metros de lava y roca caliente. 19 personas murieron y más de dos tercios del territorio de la isla quedaron inhabitables.
El exilio forzoso de una isla
De los 10.000 habitantes que vivían en Montserrat, 7.000 fueron evacuados. Algunos emigraron a otras islas, otros a Reino Unido. Plymouth se convirtió en una ciudad fantasma, con calles sepultadas y casas a medio colapsar, como una Pompeya del Caribe. Solo cuatro pueblos, de los 26 que fueron abandonados, han sido parcialmente repoblados desde entonces.
La isla quedó dividida, teniendo al sur una zona de exclusión permanente. Por otro lado, al norte, donde la lava no alcanzó, se inició la construcción de una nueva capital y un nuevo puerto. Pero Montserrat jamás volvió a ser lo que era. El turismo desapareció, los estudios musicales cerraron, y la economía quedó arrasada.
Montserrat sigue bajo soberanía británica y los escasos miles de habitantes que aún viven allí intentan reconstruir su vida en la parte segura de la isla. El Soufrière Hills sigue activo y vigilado por expertos, pero su amenaza persiste.
Cristóbal Colón, en su segundo viaje en 1493, recorrió las islas del Caribe bautizándolas con nombres religiosos. Una de ellas fue Montserrat, llamada así por la virgen catalana y la emblemática montaña de Barcelona.
Lo que no sabía el almirante es que aquella pequeña isla de apenas 100 kilómetros cuadrados, habitada entonces por nativos del pueblo arawak, acabaría convertida en una isla fantasma siglos más tarde, tras una de las tragedias naturales más devastadoras.
Un descubrimiento con nombre sagrado
Colón llegó a Montserrat en noviembre de 1493, durante su segundo recorrido por el Nuevo Mundo. La bautizó como Santa María de Montserrate, en homenaje a la virgen negra venerada en Cataluña y al monasterio benedictino que corona la montaña del mismo nombre.
La isla, frondosa y aparentemente tranquila, pasó desapercibida para los españoles, y fue ocupada por los ingleses en 1632. Durante siglos, vivió al margen del protagonismo histórico, convertida en un pequeño enclave agrícola con plantaciones de azúcar, algodón y, más tarde, limones.
A pesar de su tamaño, Montserrat albergaba un gigante dormido. Se trataba del volcán Soufrière Hills, de más de 1.000 metros de altura. Dormía desde tiempos coloniales, sin apenas actividad sísmica. Sus laderas eran verdes, sus cráteres estaban cubiertos de vegetación, y la vida en la isla transcurría con calma hasta que despertó.
De paraíso musical a tierra de nadie
Durante el siglo XX, Montserrat era conocida por su belleza tropical y por haber sido hogar de los estudios AIR, fundados en 1969 por George Martin, productor de los Beatles. Allí grabaron artistas como Elton John, The Police y Dire Straits. Pero todo cambió en la década de 1990. Primero, el huracán Hugo en 1989 destruyó el 90% de las infraestructuras pero, más tarde, vino lo peor.
El 18 de julio de 1995, el volcán, inactivo durante siglos, entró en erupción. Una nube negra cubrió Plymouth, la capital colonial británica, y comenzó la pesadilla. La población fue evacuada parcialmente, pero en los meses siguientes la situación empeoró.
En 1996 y 1997, nuevas erupciones más violentas sepultaron la capital bajo metros de lava y roca caliente. 19 personas murieron y más de dos tercios del territorio de la isla quedaron inhabitables.
El exilio forzoso de una isla
De los 10.000 habitantes que vivían en Montserrat, 7.000 fueron evacuados. Algunos emigraron a otras islas, otros a Reino Unido. Plymouth se convirtió en una ciudad fantasma, con calles sepultadas y casas a medio colapsar, como una Pompeya del Caribe. Solo cuatro pueblos, de los 26 que fueron abandonados, han sido parcialmente repoblados desde entonces.
La isla quedó dividida, teniendo al sur una zona de exclusión permanente. Por otro lado, al norte, donde la lava no alcanzó, se inició la construcción de una nueva capital y un nuevo puerto. Pero Montserrat jamás volvió a ser lo que era. El turismo desapareció, los estudios musicales cerraron, y la economía quedó arrasada.
Montserrat sigue bajo soberanía británica y los escasos miles de habitantes que aún viven allí intentan reconstruir su vida en la parte segura de la isla. El Soufrière Hills sigue activo y vigilado por expertos, pero su amenaza persiste.
Cristóbal Colón, en su segundo viaje en 1493, recorrió las islas del Caribe bautizándolas con nombres religiosos. Una de ellas fue Montserrat, llamada así por la virgen catalana y la emblemática montaña de Barcelona.
Lo que no sabía el almirante es que aquella pequeña isla de apenas 100 kilómetros cuadrados, habitada entonces por nativos del pueblo arawak, acabaría convertida en una isla fantasma siglos más tarde, tras una de las tragedias naturales más devastadoras.
Un descubrimiento con nombre sagrado
Colón llegó a Montserrat en noviembre de 1493, durante su segundo recorrido por el Nuevo Mundo. La bautizó como Santa María de Montserrate, en homenaje a la virgen negra venerada en Cataluña y al monasterio benedictino que corona la montaña del mismo nombre.
La isla, frondosa y aparentemente tranquila, pasó desapercibida para los españoles, y fue ocupada por los ingleses en 1632. Durante siglos, vivió al margen del protagonismo histórico, convertida en un pequeño enclave agrícola con plantaciones de azúcar, algodón y, más tarde, limones.
A pesar de su tamaño, Montserrat albergaba un gigante dormido. Se trataba del volcán Soufrière Hills, de más de 1.000 metros de altura. Dormía desde tiempos coloniales, sin apenas actividad sísmica. Sus laderas eran verdes, sus cráteres estaban cubiertos de vegetación, y la vida en la isla transcurría con calma hasta que despertó.
De paraíso musical a tierra de nadie
Durante el siglo XX, Montserrat era conocida por su belleza tropical y por haber sido hogar de los estudios AIR, fundados en 1969 por George Martin, productor de los Beatles. Allí grabaron artistas como Elton John, The Police y Dire Straits. Pero todo cambió en la década de 1990. Primero, el huracán Hugo en 1989 destruyó el 90% de las infraestructuras pero, más tarde, vino lo peor.
El 18 de julio de 1995, el volcán, inactivo durante siglos, entró en erupción. Una nube negra cubrió Plymouth, la capital colonial británica, y comenzó la pesadilla. La población fue evacuada parcialmente, pero en los meses siguientes la situación empeoró.
En 1996 y 1997, nuevas erupciones más violentas sepultaron la capital bajo metros de lava y roca caliente. 19 personas murieron y más de dos tercios del territorio de la isla quedaron inhabitables.
El exilio forzoso de una isla
De los 10.000 habitantes que vivían en Montserrat, 7.000 fueron evacuados. Algunos emigraron a otras islas, otros a Reino Unido. Plymouth se convirtió en una ciudad fantasma, con calles sepultadas y casas a medio colapsar, como una Pompeya del Caribe. Solo cuatro pueblos, de los 26 que fueron abandonados, han sido parcialmente repoblados desde entonces.
La isla quedó dividida, teniendo al sur una zona de exclusión permanente. Por otro lado, al norte, donde la lava no alcanzó, se inició la construcción de una nueva capital y un nuevo puerto. Pero Montserrat jamás volvió a ser lo que era. El turismo desapareció, los estudios musicales cerraron, y la economía quedó arrasada.
Montserrat sigue bajo soberanía británica y los escasos miles de habitantes que aún viven allí intentan reconstruir su vida en la parte segura de la isla. El Soufrière Hills sigue activo y vigilado por expertos, pero su amenaza persiste.
Cristóbal Colón, en su segundo viaje en 1493, recorrió las islas del Caribe bautizándolas con nombres religiosos. Una de ellas fue Montserrat, llamada así por la virgen catalana y la emblemática montaña de Barcelona.
Lo que no sabía el almirante es que aquella pequeña isla de apenas 100 kilómetros cuadrados, habitada entonces por nativos del pueblo arawak, acabaría convertida en una isla fantasma siglos más tarde, tras una de las tragedias naturales más devastadoras.
Un descubrimiento con nombre sagrado
Colón llegó a Montserrat en noviembre de 1493, durante su segundo recorrido por el Nuevo Mundo. La bautizó como Santa María de Montserrate, en homenaje a la virgen negra venerada en Cataluña y al monasterio benedictino que corona la montaña del mismo nombre.
La isla, frondosa y aparentemente tranquila, pasó desapercibida para los españoles, y fue ocupada por los ingleses en 1632. Durante siglos, vivió al margen del protagonismo histórico, convertida en un pequeño enclave agrícola con plantaciones de azúcar, algodón y, más tarde, limones.
A pesar de su tamaño, Montserrat albergaba un gigante dormido. Se trataba del volcán Soufrière Hills, de más de 1.000 metros de altura. Dormía desde tiempos coloniales, sin apenas actividad sísmica. Sus laderas eran verdes, sus cráteres estaban cubiertos de vegetación, y la vida en la isla transcurría con calma hasta que despertó.
De paraíso musical a tierra de nadie
Durante el siglo XX, Montserrat era conocida por su belleza tropical y por haber sido hogar de los estudios AIR, fundados en 1969 por George Martin, productor de los Beatles. Allí grabaron artistas como Elton John, The Police y Dire Straits. Pero todo cambió en la década de 1990. Primero, el huracán Hugo en 1989 destruyó el 90% de las infraestructuras pero, más tarde, vino lo peor.
El 18 de julio de 1995, el volcán, inactivo durante siglos, entró en erupción. Una nube negra cubrió Plymouth, la capital colonial británica, y comenzó la pesadilla. La población fue evacuada parcialmente, pero en los meses siguientes la situación empeoró.
En 1996 y 1997, nuevas erupciones más violentas sepultaron la capital bajo metros de lava y roca caliente. 19 personas murieron y más de dos tercios del territorio de la isla quedaron inhabitables.
El exilio forzoso de una isla
De los 10.000 habitantes que vivían en Montserrat, 7.000 fueron evacuados. Algunos emigraron a otras islas, otros a Reino Unido. Plymouth se convirtió en una ciudad fantasma, con calles sepultadas y casas a medio colapsar, como una Pompeya del Caribe. Solo cuatro pueblos, de los 26 que fueron abandonados, han sido parcialmente repoblados desde entonces.
La isla quedó dividida, teniendo al sur una zona de exclusión permanente. Por otro lado, al norte, donde la lava no alcanzó, se inició la construcción de una nueva capital y un nuevo puerto. Pero Montserrat jamás volvió a ser lo que era. El turismo desapareció, los estudios musicales cerraron, y la economía quedó arrasada.
Montserrat sigue bajo soberanía británica y los escasos miles de habitantes que aún viven allí intentan reconstruir su vida en la parte segura de la isla. El Soufrière Hills sigue activo y vigilado por expertos, pero su amenaza persiste.
Cristóbal Colón, en su segundo viaje en 1493, recorrió las islas del Caribe bautizándolas con nombres religiosos. Una de ellas fue Montserrat, llamada así por la virgen catalana y la emblemática montaña de Barcelona.
Lo que no sabía el almirante es que aquella pequeña isla de apenas 100 kilómetros cuadrados, habitada entonces por nativos del pueblo arawak, acabaría convertida en una isla fantasma siglos más tarde, tras una de las tragedias naturales más devastadoras.
Un descubrimiento con nombre sagrado
Colón llegó a Montserrat en noviembre de 1493, durante su segundo recorrido por el Nuevo Mundo. La bautizó como Santa María de Montserrate, en homenaje a la virgen negra venerada en Cataluña y al monasterio benedictino que corona la montaña del mismo nombre.
La isla, frondosa y aparentemente tranquila, pasó desapercibida para los españoles, y fue ocupada por los ingleses en 1632. Durante siglos, vivió al margen del protagonismo histórico, convertida en un pequeño enclave agrícola con plantaciones de azúcar, algodón y, más tarde, limones.
A pesar de su tamaño, Montserrat albergaba un gigante dormido. Se trataba del volcán Soufrière Hills, de más de 1.000 metros de altura. Dormía desde tiempos coloniales, sin apenas actividad sísmica. Sus laderas eran verdes, sus cráteres estaban cubiertos de vegetación, y la vida en la isla transcurría con calma hasta que despertó.
De paraíso musical a tierra de nadie
Durante el siglo XX, Montserrat era conocida por su belleza tropical y por haber sido hogar de los estudios AIR, fundados en 1969 por George Martin, productor de los Beatles. Allí grabaron artistas como Elton John, The Police y Dire Straits. Pero todo cambió en la década de 1990. Primero, el huracán Hugo en 1989 destruyó el 90% de las infraestructuras pero, más tarde, vino lo peor.
El 18 de julio de 1995, el volcán, inactivo durante siglos, entró en erupción. Una nube negra cubrió Plymouth, la capital colonial británica, y comenzó la pesadilla. La población fue evacuada parcialmente, pero en los meses siguientes la situación empeoró.
En 1996 y 1997, nuevas erupciones más violentas sepultaron la capital bajo metros de lava y roca caliente. 19 personas murieron y más de dos tercios del territorio de la isla quedaron inhabitables.
El exilio forzoso de una isla
De los 10.000 habitantes que vivían en Montserrat, 7.000 fueron evacuados. Algunos emigraron a otras islas, otros a Reino Unido. Plymouth se convirtió en una ciudad fantasma, con calles sepultadas y casas a medio colapsar, como una Pompeya del Caribe. Solo cuatro pueblos, de los 26 que fueron abandonados, han sido parcialmente repoblados desde entonces.
La isla quedó dividida, teniendo al sur una zona de exclusión permanente. Por otro lado, al norte, donde la lava no alcanzó, se inició la construcción de una nueva capital y un nuevo puerto. Pero Montserrat jamás volvió a ser lo que era. El turismo desapareció, los estudios musicales cerraron, y la economía quedó arrasada.
Montserrat sigue bajo soberanía británica y los escasos miles de habitantes que aún viven allí intentan reconstruir su vida en la parte segura de la isla. El Soufrière Hills sigue activo y vigilado por expertos, pero su amenaza persiste.