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Un hallazgo histórico sostiene que una mini edad de hielo pudo provocar la caída del Imperio Romano

Un hallazgo histórico sostiene que una mini edad de hielo pudo provocar la caída del Imperio Romano

Lo han descubierto en Groenlandia.

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26 de febrero de 2018 Roma bajo la nieve - ColiseoGetty Images

Durante siglos, la caída del Imperio romano ha sido explicada como una combinación de decadencia política, crisis económica e invasiones militares. Sin embargo, Una investigación geológica en Islandia reescribe parte de la historia antigua al relacionar un brusco enfriamiento climático con el colapso del Imperio romano.

El estudio publicado en la revista Geology introduce un factor climático que tuvo un enorme impacto. Se tarta de una breve pero intensa edad de hielo que ocurrió en la Antigüedad y que pudo haber sido el golpe final a la romana estructura imperial ya debilitada.

La investigación, liderada por la Universidad de Southampton en colaboración con Queen's University de Canadá y la Academia China de Ciencias, ha identificado rocas de origen groenlandés en playas de la costa occidental de Islandia. Estas rocas, transportadas por icebergs durante un periodo de enfriamiento global, constituyen una de las pruebas más tangibles de lo que los científicos denominan LALIA, por sus siglas en inglés y que significa la Pequeña Edad de Hielo de la Antigüedad Tardía.

Varias consecuencias históricas

Todo comenzó alrededor del año 536 d.C., cuando una serie de erupciones volcánicas arrojaron enormes cantidades de ceniza a la atmósfera, oscureciendo el cielo y reduciendo drásticamente la radiación solar. 

Las temperaturas descendieron bruscamente, los inviernos se hicieron más largos y severos, y como consecuencia no había tanta cosecha y la hambruna y epidemias se volvieron comunes. Este escenario de colapso ambiental duró hasta tres siglos.

Aunque la caída oficial del Imperio romano de Occidente se sitúa en el año 476 d.C., los efectos de la LALIA afectaron de lleno al mundo post-romano y al Imperio bizantino. Las estructuras políticas inestables, unidas a presiones migratorias, conflictos internos y epidemias como la peste de Justiniano, encontraron en este cambio climático un factor de desestabilización adicional.

La pieza clave del estudio se encuentra en unos inusuales cantos rodados hallados en Islandia, que destacan en un paisaje dominado por la roca volcánica. Gracias al análisis de cristales de circón en su interior, los científicos pudieron rastrear su origen hasta regiones del noreste de Groenlandia. 

Según cuentan los investigadores, estos fragmentos llegaron flotando sobre icebergs, que se habrían desprendido de los glaciares durante un episodio de intensa actividad glaciar en el Atlántico Norte, directamente asociado con la bajada de temperatura global de la época.

Un imperio debilitado

Los datos geocronológicos sitúan este transporte de icebergs en torno al siglo VII, lo que confirma la presencia de condiciones climáticas extremas durante un periodo crítico para la transformación del mundo romano.

El Imperio romano había prosperado durante siglos, pero cuando el clima cambió, también lo hizo la estabilidad de su economía y sociedad. La disminución de la producción agrícola, el auge de enfermedades y los movimientos de pueblos germánicos y eslavos aceleraron la descomposición del viejo orden romano.

Durante siglos, la caída del Imperio romano ha sido explicada como una combinación de decadencia política, crisis económica e invasiones militares. Sin embargo, Una investigación geológica en Islandia reescribe parte de la historia antigua al relacionar un brusco enfriamiento climático con el colapso del Imperio romano.

El estudio publicado en la revista Geology introduce un factor climático que tuvo un enorme impacto. Se tarta de una breve pero intensa edad de hielo que ocurrió en la Antigüedad y que pudo haber sido el golpe final a la romana estructura imperial ya debilitada.

La investigación, liderada por la Universidad de Southampton en colaboración con Queen's University de Canadá y la Academia China de Ciencias, ha identificado rocas de origen groenlandés en playas de la costa occidental de Islandia. Estas rocas, transportadas por icebergs durante un periodo de enfriamiento global, constituyen una de las pruebas más tangibles de lo que los científicos denominan LALIA, por sus siglas en inglés y que significa la Pequeña Edad de Hielo de la Antigüedad Tardía.

Varias consecuencias históricas

Todo comenzó alrededor del año 536 d.C., cuando una serie de erupciones volcánicas arrojaron enormes cantidades de ceniza a la atmósfera, oscureciendo el cielo y reduciendo drásticamente la radiación solar. 

Las temperaturas descendieron bruscamente, los inviernos se hicieron más largos y severos, y como consecuencia no había tanta cosecha y la hambruna y epidemias se volvieron comunes. Este escenario de colapso ambiental duró hasta tres siglos.

Aunque la caída oficial del Imperio romano de Occidente se sitúa en el año 476 d.C., los efectos de la LALIA afectaron de lleno al mundo post-romano y al Imperio bizantino. Las estructuras políticas inestables, unidas a presiones migratorias, conflictos internos y epidemias como la peste de Justiniano, encontraron en este cambio climático un factor de desestabilización adicional.

La pieza clave del estudio se encuentra en unos inusuales cantos rodados hallados en Islandia, que destacan en un paisaje dominado por la roca volcánica. Gracias al análisis de cristales de circón en su interior, los científicos pudieron rastrear su origen hasta regiones del noreste de Groenlandia. 

Según cuentan los investigadores, estos fragmentos llegaron flotando sobre icebergs, que se habrían desprendido de los glaciares durante un episodio de intensa actividad glaciar en el Atlántico Norte, directamente asociado con la bajada de temperatura global de la época.

Un imperio debilitado

Los datos geocronológicos sitúan este transporte de icebergs en torno al siglo VII, lo que confirma la presencia de condiciones climáticas extremas durante un periodo crítico para la transformación del mundo romano.

El Imperio romano había prosperado durante siglos, pero cuando el clima cambió, también lo hizo la estabilidad de su economía y sociedad. La disminución de la producción agrícola, el auge de enfermedades y los movimientos de pueblos germánicos y eslavos aceleraron la descomposición del viejo orden romano.

Durante siglos, la caída del Imperio romano ha sido explicada como una combinación de decadencia política, crisis económica e invasiones militares. Sin embargo, Una investigación geológica en Islandia reescribe parte de la historia antigua al relacionar un brusco enfriamiento climático con el colapso del Imperio romano.

El estudio publicado en la revista Geology introduce un factor climático que tuvo un enorme impacto. Se tarta de una breve pero intensa edad de hielo que ocurrió en la Antigüedad y que pudo haber sido el golpe final a la romana estructura imperial ya debilitada.

La investigación, liderada por la Universidad de Southampton en colaboración con Queen's University de Canadá y la Academia China de Ciencias, ha identificado rocas de origen groenlandés en playas de la costa occidental de Islandia. Estas rocas, transportadas por icebergs durante un periodo de enfriamiento global, constituyen una de las pruebas más tangibles de lo que los científicos denominan LALIA, por sus siglas en inglés y que significa la Pequeña Edad de Hielo de la Antigüedad Tardía.

Varias consecuencias históricas

Todo comenzó alrededor del año 536 d.C., cuando una serie de erupciones volcánicas arrojaron enormes cantidades de ceniza a la atmósfera, oscureciendo el cielo y reduciendo drásticamente la radiación solar. 

Las temperaturas descendieron bruscamente, los inviernos se hicieron más largos y severos, y como consecuencia no había tanta cosecha y la hambruna y epidemias se volvieron comunes. Este escenario de colapso ambiental duró hasta tres siglos.

Aunque la caída oficial del Imperio romano de Occidente se sitúa en el año 476 d.C., los efectos de la LALIA afectaron de lleno al mundo post-romano y al Imperio bizantino. Las estructuras políticas inestables, unidas a presiones migratorias, conflictos internos y epidemias como la peste de Justiniano, encontraron en este cambio climático un factor de desestabilización adicional.

La pieza clave del estudio se encuentra en unos inusuales cantos rodados hallados en Islandia, que destacan en un paisaje dominado por la roca volcánica. Gracias al análisis de cristales de circón en su interior, los científicos pudieron rastrear su origen hasta regiones del noreste de Groenlandia. 

Según cuentan los investigadores, estos fragmentos llegaron flotando sobre icebergs, que se habrían desprendido de los glaciares durante un episodio de intensa actividad glaciar en el Atlántico Norte, directamente asociado con la bajada de temperatura global de la época.

Un imperio debilitado

Los datos geocronológicos sitúan este transporte de icebergs en torno al siglo VII, lo que confirma la presencia de condiciones climáticas extremas durante un periodo crítico para la transformación del mundo romano.

El Imperio romano había prosperado durante siglos, pero cuando el clima cambió, también lo hizo la estabilidad de su economía y sociedad. La disminución de la producción agrícola, el auge de enfermedades y los movimientos de pueblos germánicos y eslavos aceleraron la descomposición del viejo orden romano.

Durante siglos, la caída del Imperio romano ha sido explicada como una combinación de decadencia política, crisis económica e invasiones militares. Sin embargo, Una investigación geológica en Islandia reescribe parte de la historia antigua al relacionar un brusco enfriamiento climático con el colapso del Imperio romano.

El estudio publicado en la revista Geology introduce un factor climático que tuvo un enorme impacto. Se tarta de una breve pero intensa edad de hielo que ocurrió en la Antigüedad y que pudo haber sido el golpe final a la romana estructura imperial ya debilitada.

La investigación, liderada por la Universidad de Southampton en colaboración con Queen's University de Canadá y la Academia China de Ciencias, ha identificado rocas de origen groenlandés en playas de la costa occidental de Islandia. Estas rocas, transportadas por icebergs durante un periodo de enfriamiento global, constituyen una de las pruebas más tangibles de lo que los científicos denominan LALIA, por sus siglas en inglés y que significa la Pequeña Edad de Hielo de la Antigüedad Tardía.

Varias consecuencias históricas

Todo comenzó alrededor del año 536 d.C., cuando una serie de erupciones volcánicas arrojaron enormes cantidades de ceniza a la atmósfera, oscureciendo el cielo y reduciendo drásticamente la radiación solar. 

Las temperaturas descendieron bruscamente, los inviernos se hicieron más largos y severos, y como consecuencia no había tanta cosecha y la hambruna y epidemias se volvieron comunes. Este escenario de colapso ambiental duró hasta tres siglos.

Aunque la caída oficial del Imperio romano de Occidente se sitúa en el año 476 d.C., los efectos de la LALIA afectaron de lleno al mundo post-romano y al Imperio bizantino. Las estructuras políticas inestables, unidas a presiones migratorias, conflictos internos y epidemias como la peste de Justiniano, encontraron en este cambio climático un factor de desestabilización adicional.

La pieza clave del estudio se encuentra en unos inusuales cantos rodados hallados en Islandia, que destacan en un paisaje dominado por la roca volcánica. Gracias al análisis de cristales de circón en su interior, los científicos pudieron rastrear su origen hasta regiones del noreste de Groenlandia. 

Según cuentan los investigadores, estos fragmentos llegaron flotando sobre icebergs, que se habrían desprendido de los glaciares durante un episodio de intensa actividad glaciar en el Atlántico Norte, directamente asociado con la bajada de temperatura global de la época.

Un imperio debilitado

Los datos geocronológicos sitúan este transporte de icebergs en torno al siglo VII, lo que confirma la presencia de condiciones climáticas extremas durante un periodo crítico para la transformación del mundo romano.

El Imperio romano había prosperado durante siglos, pero cuando el clima cambió, también lo hizo la estabilidad de su economía y sociedad. La disminución de la producción agrícola, el auge de enfermedades y los movimientos de pueblos germánicos y eslavos aceleraron la descomposición del viejo orden romano.

Durante siglos, la caída del Imperio romano ha sido explicada como una combinación de decadencia política, crisis económica e invasiones militares. Sin embargo, Una investigación geológica en Islandia reescribe parte de la historia antigua al relacionar un brusco enfriamiento climático con el colapso del Imperio romano.

El estudio publicado en la revista Geology introduce un factor climático que tuvo un enorme impacto. Se tarta de una breve pero intensa edad de hielo que ocurrió en la Antigüedad y que pudo haber sido el golpe final a la romana estructura imperial ya debilitada.

La investigación, liderada por la Universidad de Southampton en colaboración con Queen's University de Canadá y la Academia China de Ciencias, ha identificado rocas de origen groenlandés en playas de la costa occidental de Islandia. Estas rocas, transportadas por icebergs durante un periodo de enfriamiento global, constituyen una de las pruebas más tangibles de lo que los científicos denominan LALIA, por sus siglas en inglés y que significa la Pequeña Edad de Hielo de la Antigüedad Tardía.

Varias consecuencias históricas

Todo comenzó alrededor del año 536 d.C., cuando una serie de erupciones volcánicas arrojaron enormes cantidades de ceniza a la atmósfera, oscureciendo el cielo y reduciendo drásticamente la radiación solar. 

Las temperaturas descendieron bruscamente, los inviernos se hicieron más largos y severos, y como consecuencia no había tanta cosecha y la hambruna y epidemias se volvieron comunes. Este escenario de colapso ambiental duró hasta tres siglos.

Aunque la caída oficial del Imperio romano de Occidente se sitúa en el año 476 d.C., los efectos de la LALIA afectaron de lleno al mundo post-romano y al Imperio bizantino. Las estructuras políticas inestables, unidas a presiones migratorias, conflictos internos y epidemias como la peste de Justiniano, encontraron en este cambio climático un factor de desestabilización adicional.

La pieza clave del estudio se encuentra en unos inusuales cantos rodados hallados en Islandia, que destacan en un paisaje dominado por la roca volcánica. Gracias al análisis de cristales de circón en su interior, los científicos pudieron rastrear su origen hasta regiones del noreste de Groenlandia. 

Según cuentan los investigadores, estos fragmentos llegaron flotando sobre icebergs, que se habrían desprendido de los glaciares durante un episodio de intensa actividad glaciar en el Atlántico Norte, directamente asociado con la bajada de temperatura global de la época.

Un imperio debilitado

Los datos geocronológicos sitúan este transporte de icebergs en torno al siglo VII, lo que confirma la presencia de condiciones climáticas extremas durante un periodo crítico para la transformación del mundo romano.

El Imperio romano había prosperado durante siglos, pero cuando el clima cambió, también lo hizo la estabilidad de su economía y sociedad. La disminución de la producción agrícola, el auge de enfermedades y los movimientos de pueblos germánicos y eslavos aceleraron la descomposición del viejo orden romano.

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Soy redactora en El HuffPost España, donde te cuento las historias más curiosas y te intento ayudar a encontrar esos detalles que marcan la diferencia en la vida cotidiana.

 

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Mi trayectoria

Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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