Analizan el punto en común de las personas centenarias y topan con este tipo de café muy específico
Desde el punto de vista nutricional, el café es una de las principales fuentes de antioxidantes en la dieta occidental.

Para millones de personas, el café es mucho más que una forma rápida de activarse por la mañana. Es un ritual diario, un momento de pausa y, según sugieren cada vez más estudios, también podría estar relacionado con una vida más larga y saludable. Así lo recoge el medio rumano Libertatea, que analiza la conexión entre el consumo moderado de café y la longevidad a partir de hábitos comunes en personas que superan los cien años.
Las llamadas Zonas Azules (regiones del mundo con una elevada concentración de centenarios) ofrecen pistas interesantes. En lugares como Cerdeña, Okinawa o Nicoya, el café forma parte de la rutina diaria, aunque siempre de manera sencilla y sin excesos. Estas comunidades comparten otros rasgos clave como una dieta natural, actividad física ligera, fuerte conexión social, buen descanso y una gestión consciente del estrés. Dentro de ese equilibrio, el café aparece como un pequeño apoyo cotidiano, no como un estimulante extremo.
Desde el punto de vista nutricional, el café es una de las principales fuentes de antioxidantes en la dieta occidental. Compuestos como los polifenoles o el ácido clorogénico ayudan a combatir el estrés oxidativo, un proceso estrechamente ligado al envejecimiento celular. Estas sustancias contribuyen a reducir la inflamación crónica de bajo grado, favorecen la elasticidad de los vasos sanguíneos y apoyan los mecanismos naturales de desintoxicación del organismo.
Varios estudios observacionales también han detectado una relación positiva entre el consumo moderado de café (entre una y tres tazas al día) y la salud cardiovascular. En este rango, se asocia con un menor riesgo de determinadas enfermedades del corazón, una mejor regulación de la presión arterial y un flujo sanguíneo más estable. La clave, insisten los expertos, está en la moderación, ya que un consumo excesivo puede provocar efectos indeseados.
El metabolismo es otro de los grandes beneficiados. El café se ha vinculado con una mejor sensibilidad a la insulina y un menor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. Además, la cafeína estimula ligeramente la termogénesis, ayudando al cuerpo a gestionar la energía de forma más eficiente, algo fundamental para mantener la vitalidad con el paso de los años.
En el plano cognitivo, muchos centenarios describen el café como un “pequeño ritual de lucidez”. Consumido con moderación, se asocia a una mejor concentración, tiempos de reacción más cortos y un menor riesgo de deterioro cognitivo, al apoyar la producción de neurotransmisores relacionados con la memoria.
Un detalle relevante es cómo se consume. Las personas longevas suelen optar por café filtrado, con tostados medios o ligeros, sin azúcares ni añadidos artificiales. La preparación sencilla y la calidad del grano importan tanto como la cantidad. El café, integrado en un estilo de vida equilibrado, no es una solución milagrosa, pero sí un aliado discreto para el bienestar a largo plazo.
