Mario Belda, psicólogo: "A un niño con altas capacidades hay que decírselo siempre, tenga 4 o 16 años"
Los primeros signos suelen aparecer muy pronto.

La identificación de las altas capacidades continúa rodeada de mitos, silencios y dudas entre muchas familias. Aunque cada vez existe mayor conciencia social, aún persiste la idea equivocada de que estos menores “no necesitan ayuda” o que su desarrollo será necesariamente brillante.
En medio de esta confusión, el psicólogo y divulgador Mario Belda, miembro de la Fundación Jasón y autor del libro Hijos con altas capacidades, educarles felices (RBA), reivindica en una entrevista con El Periódico, la importancia de comprender, acompañar y comunicar adecuadamente a los niños su propia identidad cognitiva: “Hay que decírselo siempre, tenga 4 o 16 años”.
Belda, ingeniero informático y psicólogo con altas capacidades, habla desde la teoría y también lo hace desde la experiencia. Él, su mujer, sus tres hijos, su hermana y sus sobrinos comparten un perfil cognitivo que, como recuerda, puede generar alegrías, pero también frustraciones e incomprensión. “A los 13 años solo quería ser normal”, admite.
Los primeros signos
El especialista explica que los signos tempranos normalmente aparecen muy pronto. Suelen ser: desarrollo precoz del lenguaje, curiosidad por temas poco habituales para su edad e intensidad emocional marcada. “Perciben más y lo procesan con mayor profundidad”, afirma. Sin embargo, insiste en que estos rasgos no están necesariamente ligados a un rendimiento académico superior ni a una mayor madurez emocional.
En la entrevista especifica que cuando surgen las primeras sospechas Belda pide calma. Si el niño muestra curiosidad, es feliz y no presenta dificultades, no es imprescindible acudir de inmediato a una evaluación formal. “Lo mejor es formarse para acompañarle, conectar emocionalmente y aprender a poner límites”, señala.
Las pruebas pueden hacerse desde los 3 o 4 años, aunque el experto recomienda realizarlas a partir de los 6 para obtener resultados más fiables. “La respuesta no debería ser ‘sí o no’ a la alta capacidad, sino un perfil completo del niño”, apunta.
Un llamamiento a la cooperación
El psicólogo recuerda que el sistema educativo no siempre está preparado para dar respuesta a estos menores. “Hay profesores con clases de 25 alumnos y necesidades muy diversas. Llegas tú con tu informe y te miran como diciendo: ‘¿Qué más puedo hacer?’”. Por eso pide a las familias adoptar un papel de aliados: “No hay que ir con exigencias, sino con soluciones”.
Belda alerta de que ignorar la situación rara vez funciona: “Estos niños saben que son diferentes. Si no se les acompaña, pueden desarrollar baja autoestima o sentir que no encajan”. Además, su elevada intensidad emocional hace que las frustraciones se vivan con especial fuerza.
“Siempre hay que decírselo”. Porque si no tienen información, la imaginación hace el resto. “Pueden pensar que están mal hechos o que les pasa algo extraño. Solo hay que explicarles que su cerebro funciona de otra manera”.
