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Una investigadora pide prestar atención a la calidad y horas de sueño a los que ven que su colesterol se está disparando

Una investigadora pide prestar atención a la calidad y horas de sueño a los que ven que su colesterol se está disparando

No solo hay que tener en cuenta las horas que se duerme.

Placas de colesterol en las arterias.Conceptual image for atherosclerosis treatment.Getty Images/Science Photo Libra

La hipercolesterolemia o lo que se conoce como colesterol a secas o colesterol alto hace referencia a tener una cantidad excesiva de colesterol "malo" (LDL) en sangre, generalmente superiores a 200mg/dl, lo que aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares.

En muchos casos, esta dolencia que afecta en España, según la Fundación Española del Corazón, a aproximadamente la mitad de la población adulta, es asintomática y solo puede diagnosticarse con un análisis de sangre.

Para prevenirla o paliarla, generalmente se recomienda un cambio en el estilo de vida y la alimentación, promoviendo una dieta equilibrada reducida en grasas saturadas y alimentos como la carne roja o ultraprocesados, así como un aumento de la actividad física.

Sin embargo, hay factores que pasan más desapercibidos que también se consideran de riesgo para un aumento del colesterol como es la calidad del sueño, tanto las horas de sueño, el tiempo que se tarda en conciliarlo o el funcionamiento diurno. 

Según una investigación publicada en la revista Circulation: Cardiovascular Quality and Outcomes hay cierta relación entre el sueño y diversos factores de salud cardiometabólica, como la grasa corporal, el azúcar en sangre, el colesterol y la presión arterial.

"La mayoría de los adultos necesitan entre 7 y 9 horas de sueño cada noche, y un sueño subóptimo aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, junto con el riesgo de deterioro cognitivo, depresión, obesidad, así como de hipertensión arterial, azúcar en sangre y niveles de colesterol", señala la presidenta del grupo de redacción de la investigación, Marie-Pierre St-Onge.

La duración del sueño fue uno de los factores analizados, estableciendo que dormir menos de 7 horas por noche aumenta el riesgo de fibrilación auricular, síndrome cardiometabólico y presión arterial, pero que hacerlo más de 9 horas por noche también se asocia con dolencias como un mayor riesgo síndrome cardiometabólico, rigidez de las arterias, ictus o muerte por cardiopatía o ictus. Asimismo, también se analizó la continuidad del sueño y, si este era interrumpido, estaba asociado con mayor riesgo de fibrilación auricular, infarto de miocardio, hipertensión arterial o más resistencia a la insulina.

La hora a la que irse a la cama también estaba asociado con ciertos riesgos y se reflejó que quienes dormían a medianoche o más tarde tenían un mayor riesgo de sobrepeso u obesidad, resistencia a la insulina y presión arterial elevada. Lo mismo sucedía con la satisfacción tras el sueño, es decir, la percepción de cada persona de su experiencia de descanso, siendo asociada una menor satisfacción con mayor presión arterial, arterias rígidas y menos flexibles, enfermedades coronarias y una presión arterial nocturna que no disminuye.

Pero más allá del sueño en sí, los investigadores también tuvieron en cuenta el funcionamiento diurno, es decir, la somnolencia o la capacidad de permanecer alerta a lo largo del día. Ina somnolencia diurna excesiva se asoció a enfermedades cardiovasculares, cardiopatías coronarias, accidentes cerebrovasculares y muerte tanto por enfermedades cardiovasculares como por cualquier otra causa. 

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