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Doce molinos de viento protegen este castillo de Castilla La-Mancha convertido en fortaleza inexpugnable

Doce molinos de viento protegen este castillo de Castilla La-Mancha convertido en fortaleza inexpugnable

Uno de los símbolos más reconocibles de la región.

Una imagen de archivo de unos molinos en Castilla La ManchaPixabay

En un lugar de la Mancha donde los molinos suelen evocar historias de caballeros, se haya una tierra que fue testigo de contiendas reales y la forja de fortalezas imponentes que hoy se alzan con orgullo sobre la llanura manchega. En lo alto del cerro Calderico, bajo el que viven apenas unos 1.000 habitantes, se erige un enorme castillo que está custodiado por doce molinos que, en vez de luchar contra gigantes, vigilan y protegen sus muros.

A apenas 64 kilómetros de la capital toledana, se alza el majestuoso Castillo de la Muela, también conocido como Castillo de Consuegra, declarado Bien de Interés Cultural. Esta fortaleza domina la llanura manchega y ofrece una panorámica única a decenas de kilómetros a la redonda, gracias a su posición estratégica en lo alto del municipio de Consuegra, siendo testimonio de su histórica función defensiva y de comunicación

Este castillo destaca por su planta cuadrangular flanqueada en cada lado por una gran torre cilíndrica de 30 metros de altura. Esta disposición, sumada a una muralla de defensa con muros artilleros de hasta 4,5 metros de grosor y siete puertas de acceso, confiere a la fortaleza un carácter prácticamente inexpugnable, recordando a otros grandes bastiones de la Orden hospitalaria, como el Krak des Chevaliers en Siria.

Un historial de batallas

Los orígenes del asentamiento que corona el cerro Calderico se remontan a tiempos celtíberos, romanos y visigodos, pero su conversión en fortaleza militar comienza en el siglo X durante el Califato de Córdoba. Poco después de su construcción, fue regalado al rey Al Mutamid de Sevilla por Alfonso VI de Castilla como regalo por su matrimonio con la princesa Zayda. No obstante, su ubicación lo convirtió en un lugar de batalla entre cristianos y musulmanes.

En 1097, la batalla de Consuegra se saldó con la muerte de Diego Rodríguez de Vivar, el único hijo del Cid Campeador, cuando las tropas del emir Yusuf ibn Tashfin reconquistaron la plaza para los almorávides. Pero a mediados del siglo XII, Alfonso VII recuperó la fortaleza y la entregó a los caballeros de la Orden de San Jan de Jerusalén unas décadas más tarde. Fueron ellos quienes realizaron las modificaciones correspondientes para darle un cometido religioso. 

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Sin embargo, tras el cese de la Orden y los destrozos causados por las tropas napoleónicas a principios del siglo XIX, el castillo cayó en un abandono casi total, atravesando una expropiación, un incendio y una progresiva ruina. No fue hasta 1962 cuando el Ayuntamiento de Consuegra adquirió la fortaleza, iniciando un ambicioso proyecto de restauración integral que ha logrado devolverle su esplendor.