El idílico pueblo de los pitufos en Marruecos que está hermanado con Vejer de la Frontera y Ronda

El idílico pueblo de los pitufos en Marruecos que está hermanado con Vejer de la Frontera y Ronda

Guarda gran relación con Al-Ándalus.

Imagen de Chefchaouen en Marruecos.Mike Crane Photography

El color azul de las calles y las casas de la ciudad de Chefchaouen es una de las estampas turísticas más comunes de Marruecos. Esta ciudad, que para muchos por su tonalidad azul puede recordar a los pitufos, es mucho más que su estética es una de las que más historia guarda del país. 

Se trata de una ciudad en la que se refugiaron los emigrados de Al-Ándalus a finales del siglo XV y la fueron ocupando tras su fundación en 1471 por Moulay Ali Ben Rashid. Esto hace que su vínculo con Andalucía y su influencia andalusí sea más que notable. De hecho, está hermanada con dos localidades andaluzas: Ronda (Málaga) y Vejer de la Frontera (Cádiz).

La primera, desde 1993, cuenta con un Paseo de Chefchaouen y la ciudad marroquí llamó Ronda a una de sus plazas principales. La segunda, además de contar con una supuesta leyenda de amor entre una joven de Vejer y un emir marroquí, está hermanada desde el 2000.

Sin embargo, la reminiscencia andalusí de Chefchaouen va mucho más allá y se puede ver por la artesanía de sus talleres y en sus calles. Algo que, tal y como recuerda National Geographic, ha hecho que el Patronato de la Alhambra y Generalife pongan el foco en la ciudad como origen de la artesanía andalusí. 

Sin embargo, tal y como recuerdan en la revista de viajes, esta ciudad era hasta comienzos del siglo XX una ciudad vetada a los extranjeros. Hoy en día está copada por el turismo, siendo de las más visitadas del país. 

Allí se agrupaban grupos de sefardíes que hablaban judeoespañol, andalusíes que habían sido expulsados o que habían emigrado de Al-Ándalus, que conservaron el bagaje de su origen en la localidad.

Además de sus tonos azules con los que pintaron sus casas —para algunos para espantar a los mosquitos y, para otros, porque los judíos lo recordaban con el cielo y su religión—, la ciudad contrasta con el color adobe de la muralla de siete puertas que rodea la kasbah, así como la alcazaba que preside la plaza central de la medina.