El 'slow travel' ya es tendencia en viajes y lo amarás si no te gusta viajar a toda prisa
Menos destinos, más tiempo en cada uno y una mayor inmersión.
Si estás cansando de los itinerarios maratonianos, las colas para la foto perfecta y las escapadas que parecen más bien carreras a contrarreloj por querer verlo todo en tiempo récord, te traemos una buena noticia. El llamado slow travel ya no es una excepción para viajeros alternativos, sino una tendencia consolidada en la industria turística: menos destinos, más tiempo en cada uno de ellos y más intención al recorrerlos.
El slow travel no es solo ir despacio por ir despacio, sino que se trata de una filosofía de viaje que apuesta por la inmersión. Consiste en quedarse más tiempo en una región y priorizar experiencias que permitan conocer la cultura, la gastronomía y las rutinas del lugar en vez de sumar casillas en una lista de monumentos. La idea es transformar el viaje en una pausa alejada del frenesí turístico.
Según explica el Centro Virtual de Formación Turística Innovtur en su página web, el turismo slow se puede concebir como “una forma de viaje más relajada y sin prisas que supone desconectarse de la rutina para reconectarse genuinamente consigo mismo y con el lugar, su cultura, costumbre, gente y entorno medioambiental”. Una alternativa ideal para aquellos que quieran huir de la rutina y del estrés cotidiano.
Todo son ventajas
Esta tendencia está cobrando fuerza debido a que la vida cotidiana es cada vez más acelerada y muchas personas buscan una desconexión auténtica en vacaciones. La saturación de destinos masificados ha empujado a muchos viajeros a buscar rincones menos transitados donde poder disfrutar de una estancia más larga y vivir así la experiencia como un local más. De esta forma, se valora más la relación calidad-experiencia que el ‘cuántos lugares’ visitar.
Para las comunidades anfitrionas, el slow travel supone una oportunidad para que los turistas consuman más productos y servicios locales al quedarse más tiempo en un mismo destino, lo que se traduce en un beneficio económico directo para pequeños comercios, mercados y emprendimientos familiares. Así como para el viajero, implica planear menos y elegir mejor: priorizar calidad de experiencias sobre cantidad de fotos.
Pero sus ventajas no acaban aquí. Desde la perspectiva medioambiental, el slow travel ayuda a reducir la huella ecológica asociada al turismo ya que, al limitar los desplazamientos frecuentes, se disminuye la emisión de gases contaminantes provenientes del transporte. Además, esta práctica incentiva el uso de medios de movilidad sostenibles, como la bicicleta o el transporte público, por lo que el slow travel ha venido para quedarse.