Este es el río más peligroso del mundo: sus aguas 'devoran' los barcos sin dejar rastro
La tradición local sostiene que sus aguas engullen embarcaciones sin dejar rastro.
En la Amazonía ecuatoriana, un territorio que durante décadas se describió como inexplorado y hostil, surge una historia que el medio griego Iefimerida describe como la transformación de un “río devorador de canoas” en un inesperado laboratorio científico. Se trata del río Santiago, un afluente que ha sido, al mismo tiempo, leyenda, amenaza y ahora también archivo vivo de biodiversidad.
La tradición local sostiene que sus aguas engullen embarcaciones sin dejar rastro. No resulta extraño para quienes han navegado allí: los remolinos aparecen sin aviso, la corriente cambia de un instante a otro y cualquier error puede volcar una canoa. Pero hoy el río revela otra faceta, gracias a la implicación de la pequeña comunidad indígena suar, instalada en el aislado pueblo de Kaputna. Para ellos, el río no es solo sustento. Es un espacio de rituales, un territorio espiritual y, como dicen, “una entidad viva que habla a quien sabe escucharla”.
No fue una expedición internacional la que empezó a descifrar la riqueza oculta del Santiago, sino sus propios habitantes. Según relata Iefimerida basándose en un reportaje de la BBC, unos pescadores que habían tenido visiones y sueñan desde hace años con “cambiar el sistema” se convirtieron en colaboradores clave cuando, en 2021, biólogos de la Wildlife Conservation Society les propusieron participar en un registro exhaustivo de fauna acuática.
El método cambió por completo el enfoque tradicional. Se formó a los vecinos para utilizar la aplicación Ictio, identificar especies, documentarlas y registrar coordenadas. Instalaron un pequeño laboratorio improvisado con una mesa, una báscula y frascos de conservación. Uno de los participantes recuerda: “Cortábamos un trozo de carne y cosíamos una etiqueta con el nombre y el número. Era trabajo científico de verdad”.
El resultado sorprendió incluso a los especialistas: 144 especies registradas en apenas 21 kilómetros cuadrados. Setenta y siete nunca habían sido reportadas en la zona y cinco, conocidas en otros países amazónicos, jamás se habían documentado en Ecuador. Una de ellas podría incluso convertirse en una especie nueva para la ciencia. Entre los hallazgos más llamativos figura un bagre acorazado, de boca en forma de ventosa, que se adhiere a las rocas del fondo. “Nunca imaginamos encontrarlo aquí”, admitieron los biólogos tras su análisis genético.
Más allá del descubrimiento biológico, la verdadera novedad, señala Iefimerida, es que los pescadores figuran como coautores de la investigación. “No es habitual que las comunidades locales sean reconocidas de esta forma”, comenta uno de los científicos implicados. El mensaje es claro: la ciencia avanza más cuando escucha a quienes viven en los márgenes de los mapas.