Évole y sus bofetadas
Lo han vuelto a hacer. El periodista Jordi Évole y su equipo de Salvados lo han vuelto a hacer. Contarte una buena historia, usando los mejores recursos televisivos, estrujarte el corazón y la conciencia, convulsionarte, enrabiarte, aportarte datos, narrarte la injusticia, los galimatías absurdos, penosos y patéticos de la Administración. Lo podrán ver este domingo.
Lo han vuelto a hacer. El PERIODISTA Jordi Évole y su EQUIPO de Salvados lo han vuelto a hacer. Contarte una buena historia, usando los mejores recursos televisivos, estrujarte el corazón y la conciencia, convulsionarte, enrabiarte, aportarte datos, narrarte la injusticia, los galimatías absurdos, penosos y patéticos de la Administración, los comportamientos marrulleros cuando no ilegales, de políticos... Y sobre todo la capacidad de resistencia de la buena gente.
Llegará este domingo y podría pasar lo mismo que sucedió tras la emisión del impagable reportaje Los olvidados, sobre el accidente del metro de Valencia.
Esta vez, lo oscuro, lo triste, tuvo lugar en Jánovas, un pueblo recóndito del Pirineo aragonés, donde hace 55 años se intentó una de esas injusticias que solo les suceden a los que no tienen apellido ilustre. Franco e Iberduero, en 1961, decidieron que el lugar donde se ubicaba ese pueblo, era el sitio ideal para construir un pantano. Aquellos pantanos del dictador...
Y hubo expulsiones forzosas, se dinamitaron casas, se aniquilaron voluntades... 55 años después, el pantano que nunca se hizo, junto a todos los habitantes tristes, valientes, y resistentes de Jánovas, son los protagonistas de esta historia que nunca hasta ahora había merecido titulares. Salvados ha puesto el foco, para su fortuna, en este asunto pequeño y fabuloso, y le ha dado esa marca de la casa que agradecemos de veras los que queremos creer que la tele sigue mereciendo la pena.
Recomiendo sentarse frente a la pantalla y escucharlo todo y disponerse para la ira y para el desliento, para la emoción y la alegría. El reportaje consigue eso, que pasemos por todos los estados emocionales imaginables.
Vi el reportaje, en primicia, en lo que fue en su día la escuela del pueblo, hoy semi-rehabilitada gracias al tesón de algunos vecinos. Algunos de ellos salen en el programa contando, EXPLICANDO de manera sosegada toda la larga y compleja historia. No quiero dar más datos porque la narración transcurre con garra y con ritmo y no quiero chafarles nada ni desvelarles nada.
Évole montó en el pueblo un visionado solo para ellos, para que vivieran aquello como una pequeña fiesta, como el triunfo de una vida entera. Las caras de afecto que mostraban hacia el periodista y su equipo dicen más cosas sobre la importancia de la buena tele que todos los datazos de todos los audímetros del mundo.
No se lo pierdan. Ojalá en Jánovas se repita la justicia poética que sucedió en Valencia tras la emisión de Los olvidados.