Un dron turco detectó esta madrugada la señal térmica del helicóptero accidentado en un punto de difícil acceso situado una zona montañosa de Azerbaiyán Oriental. No había signos de vida.
El país asiático ha recibido un "apoyo general", tal y como anunció su ministro de Medioambiente, Mujtar Babayev y acogerá la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático el próximo año.
El pasado jueves el exministro karabají anunció su decisión de entregarse a las autoridades azerbaiyanas para "no causar un daño mayor al sufrido pueblo karabají".
Por ahora no se conocen las causas de la deflagración, que deja además 300 heridos. El miedo a una masacre étnica incrementa la emergencia humanitaria.
Aproximadamente la mitad se han reubicado en casas de familias y amigos y el resto ha sido llevado a un centro humanitario creado en la localidad de Kornidzor.
Justo ayer, Azerbaiyán y la autoproclamada república acordaron una tregua en el marco de la ofensiva militar lanzada por Bakú el martes, y a pesar de que Ereván se negase a implicarse en el conflicto.
La creciente dependencia de Moscú le renta y le complica las cosas a la vez, en su conflicto eterno con Azerbaiyán por el enclave de Nagorno Karabaj. Ahora, la mediación europea surte efecto.
El fuego cruzado iniciado el martes ha dejado al menos 155 muertos y ha hecho saltar las alarmas de la comunidad internacional, especialmente de Rusia.