Es una solución provisional para 15 días, lograda gracias a la solidaridad de los dueños del establecimiento, los estibadores del puerto y una empresa de frutas.
"Yo me muero aquí hasta que haya justicia. ¿Por qué no se me ha defendido como Dios manda?", denunciaba desde el banco, frente a su casa, en el que se sentó, ya sin techo.